libros

Domingo, 29 de agosto de 2004

Silban las balas

Hace dos semanas Alejandro Katz suministraba un diagnóstico sombrío sobre el futuro de la edición de libros en países como el nuestro. Daniel Divinsky le contestó en la pasada edición de Radarlibros. Alejandro Katz envió una carta a esta redacción explicando por qué prefiere no seguir participando.

Por Alejandro Katz

Buenas o malas, discutibles, más o menos consistentes, mi intervención se concentró en ideas. El señor Divinsky se ocupa de personas o, más justamente, de mi persona. Mi texto discute prácticas, valores e intereses, y los argumentos allí expresados evolucionan por medio de la razón. La nota del señor Divinsky avanza por sofismas y por falacias lógicas. La primera de ellas, presente en cada párrafo, es la conocida como “envenenamiento de las fuentes” o, con más precisión, es el típico argumentum ad hominem: el señor Divinsky no rebate mi discurso, especula acerca de mis “motivaciones” (sic) y pretende invalidar mis palabras por el solo hecho de que fueron pronunciadas por mí (“estaría intentando agregar una línea de concepto a su currículum”; “sería explicable si se tratara de una necesidad de inserción laboral”).
No sólo debemos lamentar que en ese texto no haya elegancia de pensamiento ni agudeza de argumentación, sino sobre todo debemos lamentar que el señor Divinsky haya soslayado la posibilidad de contribuir al debate de ideas, reduciéndolo a una grosera descalificación de personas. Podría continuar a mi vez explorando esa línea de conducta, y con gusto lo haría si no creyera, por una parte, que quien utiliza el espacio público para saldar asuntos personales se humilla a sí mismo y, por otra, que no se me ha propuesto un contrincante con el que merezca la pena ejercitar mis cualidades de polemista.

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