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Domingo, 7 de noviembre de 2004

VARIOS GRUPOS LIBERTARIOS CONFLUYEN EN UNA EDITORIAL

El árbol de la anarquía

Cabezas de tormenta
Christian Ferrer
Colección Utopía Libertaria
120 páginas

Gabriel D. Lerman

El anarquismo vuelve. La letra A reaparece estampada en muros suburbanos, en la imaginación musical, en el internacionalismo alternativo. Se trata de una actitud: la ruta subterránea del sacrificio, la libertad individual, grupos de afinidades. Los anarquistas nunca han creído en etapas, en gradualismos. El cambio siempre es político pero empieza por uno y en este instante. Puede haber agrupación, pero la anarquía comienza cuando la piensa y la vive el individuo. De ahí su aparente “ineficacia” a la hora de juzgarlo como movimiento político. Sin embargo, el tiempo le ha dado a “la idea” una sobrevida cultural y filosófica que la mayoría de las corrientes contemporáneas no podrían exhibir.
En Buenos Aires, un vasto submundo ha resguardado al anarquismo, y siempre prestó sus buenos oficios al mantenimiento de esa cantera. Un siglo después de su esplendor, la ciudad ha logrado forjar vasos comunicantes que, a la manera de un coleccionismo benjaminiano, nunca abandonan sus moradas: la Federación Libertaria Argentina en el barrio de Constitución y la Biblioteca José Ingenieros en Villa Crespo. ¿Qué investigador, así fuera el más conspicuo rastreador de las tradiciones liberales y conservadoras, no requirió desesperadamente un ejemplar de La protesta humana? Los libros sobre anarquismo siempre son buscados. A veces en las ferias de los parques, y a veces, cuando reaparece el ritual de la publicación –característica ácrata si las hay– en las mesas de novedades. Este es el caso de la Colección Utopía Libertaria, movida editorial que ha asociado a la FLA, la biblioteca Ingenieros y las Librerías El Aleph, en una comunión que asegura materiales y ediciones cuidadas. De este modo, ya han aparecido seis títulos, todos en riguroso rojo y negro, entre los que se destacan Dios y el Estado, de Mijail Bakunin, Marxismo y anarquismo, de Arthur Lehning y Kronstadt 1921, de Paul Avrich. Y hay más en camino.
Cabezas de tormenta es el más reciente título y es, a la vez, el nuevo libro de Christian Ferrer. Enrolado en esa liga laboriosa y persistente de docentes y ensayistas de estas playas, Ferrer prestigia la colección en tanto autor local y en tanto prosista exquisito, para quien la palabra no es una transparencia que expone saberes previamente comprobados, sino que constituye un fin en sí misma, un camino de misterio y sospecha. El libro se compone de cinco ensayos sobre la letra A y sus portavoces. “Atomos sueltos. Vidas refractarias” es una introducción llena de poesía sobre el doble caso de extinción y reencarnación de las ideas anarquistas. “Gastronomía y anarquismo. Restos de viajes a la Patagonia” resulta una crónica sobre cuatro personajes y cuatro puntos cardinales en un territorio que pese a anexiones, trifulcas civilizatorias y limítrofes, todavía reclama ser ficcionalizado. Julio A. Roca, Orélie Antoine de Tounens, los colonos galeses y Enrico Malatesta se superponen en la inmensidad y nos dejan un improbable menú. “Misterio y jerarquía. Sobre lo inasimilable del anarquismo” presenta, por su parte, una discusión acerca de los destinos del comunismo, el reformismo y el anarquismo. “Los destructores de máquinas” es una historia de los tan renombrados pero profundamente ignorados “luditas”, aquel Fuenteovejuna inglés que entre 1811 y 1813 endemonió al capitalismo y sus esbirros en el corazón de la revolución industrial. “Una moneda valaca”, por último, es una muestra de cómo cada reliquia está cargada de pasado, y cómo puede transportarnos delParque Rivadavia a los Cárpatos o de la numismática a las tragedias europeas del siglo XX.

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