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Domingo, 3 de abril de 2005

SEXO Y MUERTE: UN BATAILLE AUTéNTICO.

Un aire erótico

El azul del cielo
Georges Bataille
Tusquets Fábula
190 páginas

Por Juan Pablo Bertazza
Existe una tentación cuando se lee a quien es, al mismo tiempo, escritor de ficción y autor de ensayos: la de encontrar en su literatura una suerte de “ejemplo” de sus ideas teóricas. La tentación se vuelve poco menos que lascivia en el caso del francés George Bataille, teniendo en cuenta además el fuerte vínculo entre su escritura y su vida.
Es así que lo repugnante, lo carnal, lo extremo, temas recurrentes en Bataille, van de la mano con lo que fue su ubicación un tanto marginal e histérica en el campo del saber, el cual –recién después de su muerte– le otorgaría la importancia que hoy se le reconoce. Y es que el reconocimiento tardío posiblemente se deba al constante juego de encantamiento y desencantamiento que hubo en su carrera con los principales movimientos intelectuales de la primera parte del siglo pasado: fue miembro del Surrealismo alrededor de los años veinte, pero se peleó con su líder oficial –André Breton–, abrazó la causa marxista aunque tuvo varios encontronazos por defender un marxismo antiestalinista y, finalmente, al dar prioridad a la influencia de Nietzsche sobre la de Marx.
Y más aún: salvando su estable cargo en la Biblioteca Nacional de París (donde permaneció desde 1922 hasta 1942), siempre tuvo una tendencia a participar en movimientos sectarios y efímeros como la sociedad Acéphale, la revista Minotaure (junto a Dalí, Malraux y Lacan, entre otros “disidentes” surrealistas) y el grupo Contre-attaque (al que fundó el mismo año en que escribió El azul del cielo).
De El azul del cielo, novela con l’air érotique característico de la literatura de Bataille (recuérdese Historia del ojo o Mi madre), es incitante decir, entonces, que retoma una idea que había sido desarrollada hasta el hartazgo en El erotismo: la íntima relación que une al sexo y la muerte. Su protagonista Henri Troppmann, hastiado de miedo, sensación de vacío y megalomanía, se ve atraído no sólo por mujeres viciosas y feas, como sucede con las prostitutas y su confidente Lazare (hasta ahí, nada que pase a mayores teniendo en cuenta que sobre gustos no hay nada escrito), sino también por cadáveres. Lo cual ya genera que una circunstancial compañera –Xénie– y el personaje femenino más fuerte de la novela, Dirty, deban hacer decadentes pantomimas para combatir la impotencia de Henri. La perversión de Troppmann llega al límite cuando le comenta a Xénie, con una cuota de morbosidad algo cristalizada, el grado de excitación que sintió al ver el cadáver de su madre, y en la magnífica escena de sexo que tiene con Dirty en un cementerio de la Alemania nazi.
Como la calma que antecede al huracán, El azul del cielo es el momento que precede al cielo gris de los conflictos y las numerosas muertes desencadenados por la Guerra Civil Española. Ya en el prefacio, Bataille argumenta que en su momento no quiso publicar el libro –aparecido recién en 1957– porque el desarrollo de este acontecimiento junto al de la Segunda Guerra Mundial “habían contribuido a que los incidentes históricos ligados a la trama de esta novela cobraran un carácter insignificante”.

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