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Domingo, 26 de junio de 2005

MúLTIPLES RELATOS ALREDEDOR DEL MISTERIO DE UNA MUJER.

Historias que pasan

Una mujer sucede

Luis Lozano

Sudamericana

186 págs.

Por Mariano Dorr

Una sala mortuoria de un pueblo de provincia, con una muerta sin identificar, es el escenario en el que irán sucediéndose los relatos que conforman esta novela de Luis Lozano. Un hombre en condición de forastero (Lentis) llega al velorio buscando amparo de una noche de tormenta y encuentra a otro (Villalba), un municipal que realiza horas extra acompañando a la muerta sin nombre. Lo único que se sabe de la mujer es que, en la tarde, al salir de la Municipalidad, cayó muerta en la plaza de un ataque al corazón, frente al Monumento a la Madre. Para pasar el tiempo deciden jugar a buscarle el nombre a la mujer, y el juego va ganando espacio entre los dos hasta dar paso a un juego de cartas: el truco, usando como mesa el cuerpo de la muerta que yace dentro del ataúd. La entrada a escena de un tercer hombre (Fernández, que también aparece escapando de la lluvia) y su unión al juego dan lugar al inicio de una serie de relatos que intentará reponer la identidad de la muerta.

En el orden inverso al de llegada al velorio, cada uno irá contando quién fue esa mujer sobre la que ahora juegan al truco. Fernández es el primero: “Conozco a esta mujer”, dice, pero agrega: “Conocer es siempre una palabra excesiva, que lleva, inevitablemente, al equívoco, y el equívoco es el origen común que tienen las cosas”. Y subraya que “no hay una historia de amor que no surja de un equívoco”. Así se abre el relato de Fernández, escritor, que cuenta la historia de Laura, una mujer que lo entrevistara tiempo atrás en una librería, y con quien tuvo una extraña relación amorosa. Cuenta la historia de Marcos, ex pareja de Laura, montonero y enemigo de su padre, Antonio, un ex coronel que perdió la movilidad en un combate antiguerrilla en el que Marcos perdiera la vida. Pero el relato de Fernández da lugar, a su vez, a otros relatos: el del ex coronel, Antonio, que cuenta cómo llegó a convertirse en la extraña pareja de Laura. El relato se desdobla en otros relatos en una propuesta narrativa absorbente, siempre en busca de explicar qué sucedió allí donde las pistas se pierden y ya no se sabe qué fue de esa mujer que ahora está muerta y se resiste a ser identificada. Cuando Lentis tome la palabra será para contar la historia de Sofía, una antigua amante y esposa de un íntimo amigo suyo. Otra vez el que cuenta se abre para que, a través suyo, sean otros los que cuenten y vayan diagramando el pasado de una mujer a la que se ha perdido el rastro. Los relatos se extienden sobre la muerta y se suceden uno tras otro, así como se pasan el mate y reanudan, cada tanto, el juego de cartas. La muerta es una y otra vez el motor que pone en marcha el juego de narrar hasta que finalmente sea Villalba, el municipal, el que cuente su historia y su amor por Rosita, una mujer que conociera años atrás cuando todavía era el chofer de una línea de colectivos del pueblo.

Si la novela comienza en un juego de cartas, luego se va configurando, como señala el autor, como un “juego de identidades múltiples, de desaciertos con respecto a mujeres” que de alguna manera aún no logran comprender. A lo largo de la novela se repite el paralelo entre no saber qué sucedió y no saber más nada sobre la mujer de la que se habla. Una mujer sucede funciona como el resultado que se obtiene una vez que ya no se logra entender qué fue lo que sucedió con una mujer. Entonces, quizá no se trate de explicar lo que ocurrió con una mujer sino de entender que lo que sucedió fue, precisamente, una mujer.

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