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Domingo, 24 de julio de 2005

DE COLECCIÓN

De la crónica diaria

La colección de Crónicas Seix Barral, de reciente lanzamiento, viene con varias novedades bajo el brazo: un concurso que premia proyectos de investigación y una concepción que busca unir rigor periodístico con calidad literaria.

Por Juan Pablo Bertazza


En el terreno latinoamericano, las crónicas pusieron mucho más que un granito de arena en lo que viene siendo considerado como literatura desde el siglo XX. Desde el modernismo de José Martí y Rubén Darío hasta Gabriel García Márquez (tal vez el autor que logró la conjunción más acabada entre periodismo y literatura), pasando por ese registro minucioso de Buenos Aires de la década del 30 que fueron las aguafuertes que publicaba Roberto Arlt en El Mundo; ese heterogéneo y extenso espectro dejó en claro una cosa: algo había pasado, algo que no tendría marcha atrás. La “vieja noticia” se había vuelto también literatura. Entonces: descubiertos o sutilmente insinuados, lo cierto es que literatura y periodismo siempre anduvieron bastante juntitos, sacándose chispas. Seix Barral decidió subir la apuesta, generando un proyecto tan original como arriesgado: un concurso que premia –al mismo tiempo– el aspecto literario y la pericia periodística, a la manera de un categórico “dos en uno”. Eso sí: generando una cierta ruptura con la concepción clásica de los concursos literarios, lo que se premia no es la obra terminada y lista para leer, sino (a la usanza académica) el proyecto, que deberá ir acompañado de bibliografía sobre el tema elegido, un currículum vitae del autor y un muestreo del estilo en que será escrito. El concurso otorga 20.000 dólares y cuenta con el soporte de la Fundación Nuevo Periodismo de García Márquez, y enlaza así con la colección Crónicas Seix Barral dirigida por la editora y escritora Paula Pérez Alonso, que ya ha lanzado dos títulos: Con la muerte en el bolsillo y Falsa calma de María Sonia Cristoff.

En la primera, María Idalia Gómez y Darío Fritz, dos investigadores muy vinculados con los medios de comunicación mexicanos, dan a conocer a partir de seis relatos breves y desaforados el modus operandi y la atmósfera tan turbia como compleja de los narcotraficantes. La síntesis entre el rigor informativo –no faltan en el libro una cronología de los hechos más destacados respecto al tema, la definición de términos tanto de la jerga policial como narco y una bibliografía que incluye expedientes judiciales– y el manejo de ciertos recursos estilísticos propios del policial, genera la apertura de nuevos horizontes en lo que hace al conocimiento de personajes reales como los hermanos Arellano Félix y el Señor de los Cielos, cuyo relato logra –tal vez en clave con la secuela de Francis Ford Coppola– mostrar, desde una perspectiva que mezcla lo melancólico y lo poético con la violencia más cruda, la naturaleza de la mafia desde la propia cocina.

La muy lograda impresión de estar percibiendo el olor a pólvora o los efectos mortales del crack que logra Con la muerte en el bolsillo se transforma, en Falsa calma, en una terrible sensación de aislamiento que redunda en una fobia a la intemperie árida de la Patagonia. Ya desde la portada, una fotografía retrata residuos industriales con el fondo impertérrito del desierto, y nos oculta la cara estereotipada de nuestro sur. La Patagonia se saca la máscara, deja de ser el paraíso de Llao-Llao y Cerro Tronador que venden las postales, y muestra una de sus facetas más genuinas. El fin del mundo, cuya desintegración con respecto al país resulta un inobjetable símbolo para leer la compulsión privatizadora y que trae como consecuencia el extrañamiento: algo en principio nuestro resulta ajeno. María Sonia Cristoff, que nació en Trelew, cuenta la soledad y el anquilosamiento de varios pueblos-fantasma patagónicos, en los que –como sucedía con los cancerberos y el Hades– los que parecen llevar la batuta son los perros vagabundos.

En lo que resta del año, la colección presentará dos libros más que parecen seguir el buen camino marcado por sus antecesores y -próximamente– va a aparecer también el proyecto de una figura conocida enen el ámbito de las crónicas: Martín Caparrós, quien promete El interior, la gran crónica de la Argentina contemporánea.

Dice Cristoff, la autora de Falsa calma, que siempre llega el momento en que se quiebra el encanto. Y ese encanto que se rompe son las ganas de contar que –en un principio– le demostraban los habitantes de los pueblos que ella recorre. Y entonces el cronista entiende que “pasa de ser observador a observado”, y esa es la esencia de la crónica, una narración de hechos históricos a medida que van sucediendo, y en la que el autor participa y se expone. Ahí está su compromiso y el de incentivar este género, que nos obliga a buscar la inspiración no tanto en mundos exóticos sino en una nueva mirada sobre lo que tenemos a la vuelta de la esquina.

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