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Domingo, 14 de agosto de 2005

FRANçOISE DOLTO

Ninguna nena de papá

24 años de correspondencia entre la famosa pediatra y su padre.

 Por Cecilia Sosa


Padre e hija
Françoise Dolto
Libros Del Zorzal

Pocos vínculos tan sinuosos como los de padre e hija. Y qué decir cuando la hija en cuestión no es otra que Françoise Dolto (1908 -1988), la eminente pediatra y psicoanalista francesa que junto a Jacques Lacan fundó la Escuela Freudiana de París. Pues bien: Padre e hija descubre veinticuatro años de correspondencia entre Henry Marette y Françoise desde que la nena de sólo 7 años (y con faltas de ortografía) escribía lo lindo que le quedaba el uniforme militar a su papá, hasta la carta de lucidez casi aterradora donde a los 30 años descubre a su padre el siniestro cuadro familiar que la había enfermado. El librito de sólo 122 páginas es un pequeño tesoro. No sólo porque revela la desconocida y tormentosa infancia y juventud de una profesional notable. También porque el conjunto de cartas tiene un valor dramático per se. Allí está la niña marcada por los delirios de la madre, los primeros amores contrariados, los viajes, dos guerras, las Casas de Locos, las drogas para adelgazar y los cheques con pagos de tratamientos y mensualidades. Y sosteniéndolo todo la voluntad de mantener el vínculo con un padre pudoroso (por no decir necio) donde la niña veía la sombra de su hermana muerta. “Me consta que tu afecto hacia mí se ha duplicado por otro que fatalmente ha recaído un poco sobre mí”, le dice a los 12 años.

Muchas de las cartas merecerían reproducirse enteras. La carta donde el padre la alienta a comenzar su cura psicoanalítica con René Laforgue y también donde ella descubre, en pleno tratamiento, su voluntad de convertirse también en analista. Lejos de la adolescente que soñaba en convertirse en una mujer de la que su padre pudiera sentirse orgulloso, Françoise comienza a sospechar de la particular insistencia de los reclamos familiares que insisten en “enfermarla”.

Pero la verdadera trama sólo se le revelará a una Françoise mujer ya convertida en profesional. Y es imposible no leer esta última y decisiva misiva con fervor novelesco. “Cuando yo dejaba de ser tan huraña y tímidamente me iba ablandando, paralelamente mamá me hacía la vida cada vez más asfixiante, como si la vida normal en la cual daba mis primeros pasos fuera el peligroso camino del Mal, con una M mayúscula”, le confiesa al padre. “Gracias a su actitud reivindicativa hacia mi persona, ella evita recaer en la autodestrucción de los tiempos posteriores a la muerte de Jacqueline”, suelta. “Sólo llegué a comprenderlo, al comprender mi propia neurosis, totalmente calcada sobre la de mamá.” El cierre no podría ser más estremecedor: “Tal vez creas que para quererme tienes que darme la razón contra mamá, como si fuera necesario elegir entre las dos”. ¿Un dato para morirse de nervios?: nunca se sabrá si esta carta fue efectivamente enviada.

Fuera de todo epistolario queda el casamiento de Françoise con Boris Dolto, el nacimiento de sus tres hijos y sus brillos como psicoanalista infantil. Algo más: Françoise sólo alcanzó la fama en un programa de tv donde en directo respondía a las preguntas que ¡por carta! le enviaban decenas de padres preocupados por los problemas de sus hijos.

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