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Domingo, 21 de agosto de 2005

LIBROS TEMáTICOS.

Hoy: peronismo y alrededores

POR JOSE NATANSON


Sindicalismo y peronismo
Los comienzos de un vínculo perdurable
Hugo del Campo
Siglo XXI
392 páginas

El nacimiento del peronismo se ha analizado como el resultado de la concepción genial de un estadista visionario (o de un oportunista ambicioso), como una réplica a destiempo de los movimientos fascistas europeos, como una forma de frenar la influencia comunista entre los trabajadores. Estas visiones coinciden en un punto: los dirigentes sindicales aparecen como un sujeto pasivo y manipulado por Perón.

La idea es invertir el planteo: ¿qué le enseñaron los sindicalistas a Perón, quien se propuso conquistar a los obreros pero que desconocía sus reclamos, sus aspiraciones y hasta su lenguaje? Hugo del Campo identifica los vínculos entre el sindicalismo anterior a 1943 y el que surgió a partir del ascenso de Perón, y rechaza la tesis del peronismo como un “exabrupto histórico”. Sostiene que fueron los sindicalistas, muchos de ellos fogueados en protestas anteriores, quienes le transmitieron las aspiraciones de los trabajadores, elaboraron los primeros proyectos de la Secretaría de Trabajo y Previsión y organizaron el 17 de octubre.

El resultado fue diferente del esperado. Perón fue abandonando –y éste es quizás el punto más discutible del análisis de Del Campo– su proyecto de construir un frente policlasista, para pasar a apoyarse casi exclusivamente en el movimiento sindical. Y los sindicalistas, después del triunfo electoral, descubrieron a un Perón todopoderoso, que disolvió el Partido Laborista, forzó la renuncia de Luis F. Gay como jefe de la CGT y concentró el poder hasta convertirlos en actores subordinados, que podrían vivir bajo su protección paternalista, pero jamás lejos de él.

Evita
Marysa Navarro
Edhasa
384 páginas

En 1981, en su ya clásica biografía, Marysa Navarro se propuso romper la construcción estereotipada y machista de Evita, formulada tanto por sus defensores, que la ven como el apéndice bueno, rebelde e incontaminado del líder, como por sus detractores, que la conciben como una mujer arribista, ambiciosa y vengativa, para devolverle a su figura la dimensión política perdida.

Atenta a no caer en el prejuicio ni el endiosamiento, Navarro traza un perfil de Evita que respeta la ley de hierro de las buenas biografías –contar la época a través del personaje– y que aborda con mucho cuidado los temas más espinosos y discutidos: el capítulo sobre el famoso renunciamiento del 22 de agosto de 1951, por ejemplo, es el resultado de una rigurosa investigación, con apelación a fuentes diversas, a veces contradictorias, que no teme revelar puntos oscuros y que no cede ante la conjetura facilista.

El método de reponer a Evita en su tiempo y recuperar su aspecto netamente político da como resultado un perfil singular, de una líder contradictoria, plenamente consciente del papel histórico que estaba jugando. Como sostiene Navarro: “No se trata de ver en ella a una feminista, o de cerrar los ojos ante sus limitaciones, ni tampoco de aceptar sin críticas sus actos o sus palabras, pero sí de rescatar a la mujer de carne y hueso que desafió a la historia”.

Los cuatro peronismos
Alejandro Horowicz
Edhasa
352 páginas.

Su muerte fue anunciada muchas veces: en 1955, por los gorilas de la Libertadora, que suponían que no podría sobrevivir sin su caudillo; en los ’70, cuando Lanusse lanzó su célebre desafío, y después, antes del golpe, cuando se desgarraba en un mar de sangre. Lo mismo ocurrió en 1983, con su primera derrota electoral limpia, y en el 2001, luego de la implosión del modelo.

La increíble longevidad del peronismo –el partido de masas más viejo de Latinoamérica junto al decadente PRI mexicano– es el fenómeno más singular y apasionante de la política argentina. No es poco, entonces, lo que propuso Alejandro Horowicz hace ya 20 años: contar las etapas del peronismo, periodizarlo no como un ejercicio de crónica histórica sino como un modo de entender su extraordinaria capacidad para sobrevivir y reinventarse.

Los cuatro peronismos son: el primero, el de la inclusión obrera y la misión histórica, cuya síntesis encarnaba Evita; el segundo, el de la proscripción y la resistencia, que actuó como árbitro del juego político; el tercero, que comienza en 1973 y concluye con la muerte de Perón; y el cuarto, que nace a partir de la desaparición del líder y experimenta sus transformaciones en democracia.

Podrán discutirse –y efectivamente se han discutido, y mucho– las categorías de Horowicz, que en la reedición de su libro más famoso asegura que las cosas han cambiado desde el triunfo de Néstor Kirchner, pero que no se anima aún a asegurar si asistimos al nacimiento de un quinto peronismo.

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