libros

Domingo, 25 de septiembre de 2005

BUSCALO > LIBROS QUE VALE LA PENA ENCONTRAR

El último punk

 Por Mariana Enriquez


En el mítico compilado Invasión 88, primer registro conjunto de bandas punk en Argentina, había un tema especialmente rabioso. Se llamaba “Cáncer”, el estribillo decía: “Cáncer, tengo tengo cáncer/ quiero quiero cáncer/ voy a morir de cáncer” y el cantante rugía y escupía las palabras de una forma que justificaba el nombre de la banda: Flema. Desde entonces, con idas y venidas, innumerables cambios de integrantes e intensidades varias, el grupo se convirtió en una leyenda del sur del conurbano, y por un tiempo fueron los favoritos de Cemento; los más salvajes de la escena punk, en varios sentidos los más destacables –por influencias musicales y una desazón irreproducible, sólo comparable a la de el grupo marplatense Loquero– y todo gracias a la personalidad, el incendiario carisma y el talento de su líder y alma mater, Ricky Espinosa. El libro de Sebastián Duarte Ricky de Flema: El último punk tiene una urgencia a la altura del personaje que retrata. Construido con obsesivo detalle en cuanto al material de archivo, con letras y entrevistas a amigos (como Cristian Aldana de El Otro Yo, en una charla brutalmente sincera), compañeros de banda y hasta algunos famosos que frecuentaron a Ricky (desde Ricardo Iorio hasta Mario Pergolini) hay algo de necesidad de registro de una escena y una época; porque no sólo es fascinante el fugaz y en ocasiones brutal recorrido de Ricky, sino también esos bares de Avellaneda, las calles y comisarías de Valentín Alsina, las reuniones de jóvenes punks que se llaman Cabezón o Juan Falopa en Plaza Alsina, llegados desde Dock Sud o Gerli.

Ricky, músico intuitivo, frontman desprejuiciado que no temía maquillarse o incluso dejarse retratar con pins que decían “gay power”, aparece en estas páginas en toda su complejidad: débil, voraz, adicto, romántico, querible, francamente insoportable, autodestructivo y teatral hasta la sordidez. Los amigos ofrecen testimonios como éstos: “Una vez fue al puntero y le dijo: ‘¡Dame todo! ¡Quiero todo!’. Le dieron merca, pepa, faso. Después fue a la esquina y vomitaba. Decía: ‘¿A ver qué comí?’. Y se lo volvía a tragar”. Pero además de la vida bandida, Duarte se ocupa de remarcar la importancia musical de Ricky: su trabajo en Flemita, un grupo que insólitamente grababa y tocaba temas de bandas punks casi desconocidas a modo de desinteresada difusión, o el gran logro de Vida espinosa (1999) su disco solista, autobiográfico y una de las obras más extrañas del rock nacional.

Ricky falleció a los 34 años el 30 de mayo de 2002: se arrojó de la ventana de un 5º piso de un monoblock en el Barrio Güemes: antes, había estado jugando a la Playstation y tomando alcohol fino. Fue velado en el patio de la casa de su hermano, en Gerli, porque los dueños de la casa funeraria le cerraron la puerta a la familia por temor a “desmanes” de sus fans. Todos los 30 de mayo aún se reúne gente ante el nicho que guarda sus restos en el Cementerio de Avellaneda.

Ricky de Flema: El último punk se consigue en Garageland (Santa Fe 1480 subsuelo) o si no hay que contactarse con el autor a [email protected]

Compartir: 

Twitter

 
RADAR LIBROS
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.