libros

Domingo, 23 de octubre de 2005

CIORAN

Bajo la nube negra

¿Desesperación, tedio y amargura? Sí: una nueva traducción de Cioran.

POR MARIANO DORR


Desgarradura
E. M. Cioran
Tusquets
176 páginas

Leer a Cioran (1911-1995) es siempre una invitación a un mundo de cinismo teñido de tedio y desesperación. Pero, curiosamente, su lectura no llega a ser, en ningún momento, un ejercicio tedioso y, mucho menos, desesperado. Al contrario, se trata más bien de un extraño humor, una ironía amarga que Cioran maneja como pocos: el sarcasmo. En este caso, el autor rumano reflexiona en torno de la idea de historia: “Según una leyenda de inspiración gnóstica, en el cielo se libró una lucha entre ángeles en la que los partidarios de Miguel vencieron a los partidarios del Dragón. Los ángeles que, indecisos, se conformaron con mirar, fueron relegados aquí abajo con el fin de que llevaran a cabo la elección que no se habían atrevido a hacer allí arriba”. El comienzo de la historia tendría su origen en una vacilación, y el hombre sería la consecuencia de esa duda original, condenado al “acto”. La historia (la suma de todos los actos y acontecimientos) es un castigo y, como el hombre mismo, se prepara para su fin. Según Cioran, el solo hecho de preocuparnos por la historia es un síntoma del fin de los tiempos. Otro síntoma sería el ruido, la desaparición del silencio. Cioran nos recuerda que el diluvio universal, según la mitología sumeria, fue un castigo de los dioses debido al ruido que hacía el hombre.

La historia (un desfile de siglos sin ningún sentido) es entendida por Cioran como el resultado de una sed de abismo provocada por el tedio reinante en el Paraíso. Pascal (recordado por Cioran en muchos pasajes del libro) escribió en sus Pensamientos que el origen de la guerra y la desgracia de los hombres viene de una sola cosa: no saber quedarse quietos en su habitación. Cioran es una especie de Pascal que leyó a Nietzsche y encuentra la muerte de Dios como algo más o menos interesante.

La mayor parte del libro está escrita en forma de aforismos, un género que se caracteriza por la intensidad y la condensación, dos elementos siempre presentes en la escritura de Cioran: “En el aforismo, más aún que en el poema, es donde la palabra es Dios”. Y allí es donde aparecen con mayor énfasis el sarcasmo y la ironía: “Mi misión consiste en matar el tiempo y la de éste en matarme a mí. Entre asesinos nos llevamos de perlas”. El suicidio es elogiado una y otra vez (aunque Cioran se la pasaba enviando cartas a sus lectores desaconsejando este modo de solucionar las cosas), y el dolor aparece como la única fuente del pensamiento: “Cualquier enfermo piensa más que un pensador”.

Uno de los mejores momentos del libro está en un extenso aforismo. Cioran cuenta que una señora le envió a un joven de visita, señalando que se trataba de un “genio”. Conversaron sobre libros y viajes, y al cabo de una hora, el joven se levanta: “Yo también me levanté, me miró fijamente y, entre concentrado y ausente, empezó a avanzar hacia mí despacio, muy despacio, como un caracol alucinado. Recuerdo haber pensado: Este genio quiere asesinarme”. El joven se detiene, hace un gesto nervioso, se calma y vuelve a sentarse: “Reanudamos la conversación exactamente donde la habíamos interrumpido y, a medida que volvía sobre sí, yo notaba que su estado me invadía y que ahora me tocaba a mí levantarme. Entonces, afortunadamente, se le ocurrió marcharse”. La idea de matar a otro hombre aparece a lo largo del libro casi como una obsesión. Sin embargo, en Cioran, no se trata de un desprecio sino de un amor mórbido por la vida, una aceptación burlona de la muerte: “No me sentiré reconciliado conmigo mismo hasta el día en que acepte la muerte como quien acepta salir a cenar: con un desagrado festivo”.

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