libros

Domingo, 30 de octubre de 2005

RONCAGLIOLO

Pudores eran los de antes

Una posibilidad, entre muy pocas, de acceder a algo nuevo de la literatura peruana.

POR ROGELIO DEMARCHI


Pudor
Santiago Roncagliolo
Alfaguara
184 páginas

¿Cuál es la misteriosa relación que existe entre la literatura y el mercado globalizado en el que, se dice, vivimos? Si desde hace muchos años las más importantes editoriales son propiedad de capitales internacionales y, en función de ello, tienen sucursales en, por ejemplo, casi todo los países latinoamericanos, ¿por qué es tan difícil para un lector argentino acceder desde aquí a la nueva producción de Centroamérica, Venezuela, Perú o cualquier otro punto de la región que se nos ocurra? (¿Es lógico imaginar los correspondientes viceversa?) ¿Cuántos exámenes de “calidad”, impuestos por quién y con qué objeto, debe superar un escritor para convertirse en material for export?

Esta cadena de interrogantes está generada por la excelente novela de Santiago Roncagliolo que acaba de distribuir Alfaguara en nuestro país con una de las tapas más bellas y simbólicas que se hayan diseñado en los últimos años. Roncagliolo es peruano, tiene tan sólo 30 años y ya ha publicado, entre otros títulos, El príncipe de los caimanes (novela), Crecer es un oficio triste (cuentos) y Tus amigos nunca te harían daño (teatro). Pero nada de eso ha llegado hasta nosotros. Pudor, tal vez empujada por la considerable ola de comentarios favorables que obtuvo en la prensa, de lo cual nos informa sucintamente la solapa de la contratapa, perforó la frontera. ¿A quién hay que darle las gracias?

El epígrafe ilumina el título desde el diccionario: se entiende por pudor la honestidad, la modestia, el recato; sin embargo, no pierde la oportunidad de recordarnos que ya no se usa el término pudor para significar mal olor, hedor. Entre el significado de “antes” y el de ahora se establece una tensión que cobra vida a lo largo de la novela: ¿quién tiene o pierde cuál y en qué circunstancias?

Una abuela en su lecho de muerte; un abuelo al que le costará reconocer su viudez por las lagunas en las que naufraga su memoria; un niño que ve y habla con fantasmas; una niña que siente el polimorfo palpitar del sexo antes de que su cuerpo la transforme en una mujer; una mujer que se reencuentra con su sexualidad a través de una serie de anónimos que transmiten un erotismo de alto voltaje; un hombre al que su médico le anuncia una muerte inminente; y un gato que se resiste a ser castrado porque quiere vivir la vida a pleno. Una familia, en suma, perteneciente a la clase media acomodada de Lima. Cada cual carga con su secreto, real o imaginario, no tanto por una premeditada voluntad de ocultamiento como por una profunda imposibilidad de comunicar lo que sienten. A su alrededor, y en casi las mismas condiciones, vecinos, primos, tíos, compañeros de colegio, secretarias, amantes actuales y pasados, gatas, gatos y perros.

Con una trama sencilla –capítulos de diferente extensión narrados desde el interior de cada uno de los integrantes de la familia, gato incluido– y una prosa tan veloz como zumbona, la novela hilvana unos pocos acontecimientos y se permite mostrarnos cómo impactan en cada uno de los personajes. Pudor resulta así un delicado calidoscopio que nos invita a entrever escenas de la siempre viva novela familiar.

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