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Domingo, 13 de noviembre de 2005

SUSAN BUCK-MORSS: "WALTER BENJAMIN, ESCRITOR REVOLUCIONARIO"

Cerca de la revolución

Estudiosa de Walter Benjamin, la obra de Susan Buck-Morss empieza a ser difundida en la Argentina. En seis ensayos rigurosos, explica por qué se puede (y en parte se debe) leer a Benjamin como un autor revolucionario.

 Por Mariano Dorr

Walter Benjamin,
escritor revolucionario

Susan Buck-Morss
Interzona
304 páginas

Leer hoy a Walter Benjamin es una experiencia muchas veces desconcertante y equívoca. No es fácil ver a dónde apuntan los teóricos de la Escuela de Frankfurt (particularmente, Adorno y Benjamin) cuando escriben sus textos. Sobre todo porque, por motivos estrictamente políticos y revolucionarios, se dirigen a más de un lugar a la vez. Incluso, y precisamente, cuando esta doble dirección implica una contradicción manifiesta. El libro de Susan Buck-Morss (autora de Origen de la dialéctica negativa y Dialéctica de la mirada. Walter Benjamin y el proyecto de los Pasajes) es un conjunto de seis ensayos críticos, escritos entre 1981 y 1995, que intentan explicar por qué debiéramos leer a Benjamin como un “escritor revolucionario”. “Sus escritos crípticos y cargados de imágenes se prestan fácilmente a los métodos post-estructuralistas de lectura, donde los textos, arrancados de la historia concreta que les da origen, parecen permitir una serie ilimitada de glosas interpretativas, entre las cuales se elige la más interesante de acuerdo con el clima académico del momento”, y agrega: “Es sorprendente que el impulso revolucionario de la escritura de Benjamin haya despertado tan poco interés en estos círculos”.

Los tres primeros ensayos se concentran en la dilucidación del Libro de los Pasajes de Benjamin (su obra más importante; inconclusa con su muerte) y particularmente en su concepto de “imagen dialéctica”. Aquí es donde entra el examen de las distintas figuras benjaminianas: el flâneur, la prostituta, el coleccionista, etcétera. No se trata de una nostalgia por el pasado sino de una ruptura con la configuración histórica del presente. La imagen dialéctica es el modo de transmitir la cultura pasada de modo tal que ilumine la posibilidad revolucionaria del presente. Una imagen es “dialéctica” cuando es, a la vez, negada y preservada por la historia: “En nuestro tiempo, en el caso del flâneur, no es su actitud perceptual lo que se ha perdido sino su marginalidad. Si el flâneur ha desaparecido como figura específica es porque la actitud perceptual que él encarnaba impregna hoy la conciencia moderna; específicamente, la sociedad de consumo masivo”. Es decir, lo que desapareció como figura del pasado, se extiende al conjunto de la sociedad mercantil del presente: hoy todos somos prostitutas y coleccionistas de objetos.

En el Libro de los Pasajes, Benjamin reúne un conjunto de anotaciones en torno a los pasajes de París, centros elegantes de la vida burguesa en el temprano siglo XIX (ya en decadencia cuando Benjamin escribe), donde se podían encontrar cafés, burdeles, tiendas de lujo, exhibiciones de comida, moda, galerías de arte, librerías, teatros, baños, casas de juego, etcétera. Allí aparecían las “figuras” de la multitud: jugadores, prostitutas, bohemios, dandies, flâneurs, financistas. Si la burguesía paseaba exhibiéndose a sí misma (en la compra y el uso de productos de lujo), la clase obrera encontraba los signos de su propia miseria. El objetivo de Benjamin, en su detallado estudio de los Pasajes, no era lograr una comprensión del pasado sino producir en el lector un shock a través de las citas históricas arrancadas de su contexto original y traídas al presente inmediato. Así se crea una “imagen dialéctica”, en donde lo “pasado de moda”, lo indeseable, aparece de repente como lo nuevo, lo deseado, lo actual. La moda, de hecho, es definida por Benjamin como “el eterno retorno de lo nuevo bajo la forma de lo siempre igual”.

Uno podría leer los primeros tres ensayos (impecables y exhaustivos, cada uno de ellos) como una biografía de Benjamin a través de sus proyectos, desde sus escritos sobre la infancia en Berlín hasta sus últimas anotaciones del Libro de los Pasajes. La autora no siempre tiene palabras laudatorias para Benjamin. Le reprocha lo mismo que éste había advertido en Baudelaire; esto es, no haberle dado espacio a la voz de la mujer: “Baudelaire jamás escribió un poema de prostitutas a partir de una de ellas, escribe Benjamin, y procede a hacer lo mismo”. Aun así, el objetivo de Buck-Morss es mostrar a su autor como uno de esos escritores capaces de hacernos cambiar nuestra propia percepción de la realidad en que vivimos, y todavía más, impulsarnos a transformarla.

Los tres últimos ensayos del libro cambian el tono explicativo de la obra de Benjamin por una exposición de los propios trabajos benjaminianos de Buck-Morss. Su lectura de “La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica” la lleva a hacer un repaso por la historia de la “anestésica” (el “dejar de sentir” en confrontación con el “sentir” que presupone etimológicamente la estética) hasta llegar a la estética como anestesia de la percepción, incluso cuando lo que se muestra estéticamente es la preparación ritual de una sociedad para la destrucción, el asesinato y la muerte (la propaganda nazi). El gesto benjaminiano de Buck-Morss está en su insistencia por mostrarnos que Benjamin no sólo fue un escritor revolucionario sino que, además, deberíamos leerlo revolucionariamente: “Benjamin siempre estuvo atento a su horizonte, y sus intérpretes harían bien en seguir sus pasos. Sin el fulgor constante del presente, uno se arriesga a quedar encandilado por los relámpagos de los escritos de Benjamin y a volverse ciego al horizonte”.

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