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Domingo, 19 de marzo de 2006

ANIVERSARIO: EL CUARTO DE GIOVANNI, DE JAMES BALDWIN

Un cuarto propio

Se cumplen 50 años de El cuarto de Giovanni, la novela de James Baldwin que unió negritud y homosexualidad. Qué cambió y qué no cambió desde entonces.

 Por Sergio Di Nucci

Hace seis años, el New Yorker publicaba un artículo que describía con sorna la decadencia irremediable del movimiento psicoanalítico, especialmente en Estados Unidos. El autor se preguntaba quién iría a ser el último psicoanalista del planeta, oficio en extinción. Durante los años 80 los lectores del New Yorker buscaban con tenacidad a los psicoanalistas que ejercían cerca de los barrios caros donde trabajaban, a lo largo de Park Avenue. Hoy esos lectores se burlan de esos mismos psicoanalistas. Existen, sin embargo, otros cambios en la sociedad y en la cultura norteamericana que sorprenden más por su peso o su entidad: los que tienen que ver con los derechos individuales y los movimientos sociales. Hace 50 años se publicaba la primera novela que alzó la voz de los homosexuales negros –o african-american, aunque la palabra no se usaba entonces– en Estados Unidos. Es decir, de quienes vivían en una sociedad cuyas clases dominantes proclamaban el supremacismo blanco y heterosexual. Su autor, James Baldwin (1924-1987) escribía con conocimiento de causa: era negro y homosexual. Y era un negro que postulaba, para escándalo de todos los racistas, eurocéntricos o afrocéntricos, a la homosexualidad como un dato más central, más determinante, cualitativamente distinto que la raza. Escribió una novela casi sin presencia de negros. Esta novela que hoy cumple medio siglo es El cuarto de Giovanni (traducida al castellano por Patricio Canto), que hizo llorar a generaciones de lectores, en especial por su final trágico, pero por eso mismo catártico. La novela fue aceptada primero en Inglaterra por Michael Joseph, pero se publicó antes en Estados Unidos. La publicación marca un comienzo absoluto en la literatura norteamericana del siglo XX y puede decirse –los escritores lo dicen– que los últimos 50 años no serían lo que fueron sin ella.

Un año antes de publicar El cuarto de Giovanni, Baldwin publicó un pequeño volumen de ensayos, Notas de un hijo nativo, en homenaje a la gran novela de su amigo Richard Wright, Hijo nativo. En sus ensayos, Baldwin aseguraba que el ensañamiento social en contra de la homosexualidad es mayor al racial. El ghetto racial, que conforman la familia, los vecinos, la cuadra o el barrio, actuará siempre como soporte y resistencia. Nada de eso tiene el joven que se sabe, o se ignora, homosexual: nace solo, ciego entre enemigos, en una familia que no entiende qué le ocurre. En este sentido, cada niño homosexual forja siempre la historia de ese amor que es de otro modo, una historia que no es nueva, una historia de violencia que no conoce pero irremediablemente conocerá. A diferencia de la década del ’50, los homosexuales cuentan ahora con un ghetto: ¿pero qué representa para cualquier preadolescente un ghetto gay, en Norteamérica o Argentina? “El horror, nada menos”, contestaba polémicamente el escritor Gore Vidal, también con conocimiento de causa. Desde luego, la sociedad denunciada por Baldwin cambió tanto como él mismo se imaginaba –en sus Notas decía: “Amo a Norteamérica más que a cualquier otro país en el mundo, por eso mismo insisto en criticarla perpetuamente”. Nunca fue halagüeña la relación de Baldwin con su país. El país, después de todo, que cuenta con el más alto desarrollo de todo tipo de movimientos sociales. Pero también con personas como Merril Keiser Jr. de Ohio, que propone hoy, en su plataforma como candidato al Senado, la pena de muerte para quienes practiquen la sodomía. Y eso que proviene del Partido Demócrata.

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