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Domingo, 30 de abril de 2006

RAMóN PLAZA

Todos a la plaza

A quince años de su muerte, un volumen reúne la poesía inédita de Ramón Plaza, rescatando del injusto olvido a este narrador y poeta porteño.

 Por Sergio Kisielewsky

Apuntes para un resumen de vida
Ramón Plaza
Alción Editora
409 páginas.

“¿Qué le pasa al país con sus poetas?”, pregunta Ramón Plaza y así evoca a Raúl González Tuñón, Raúl Gustavo Aguirre, Nicolás Olivari. ¿Por qué este país los lleva al olvido? Apuntes para un resumen de vida es la respuesta a un conjunto de malos entendidos sobre el lugar de la poesía en nuestro país. La obra constituye una puesta en marcha de una época, de un tono y la añoranza al leerlo es sobre otra Argentina. En especial de otra Buenos Aires que se instala en el lector para siempre.

Fundador del grupo El barrilete, padre de cinco hijas, integrante del Consejo de Redacción de la Sección Poesía de la revista La Rosa blindada, Ramón Plaza habla también de una ciudad que fue “íntima, deliciosa”. En este abordaje su obra deja ver sus mecanismos de producción. “La verdadera poesía es la conversación”, escribe con justeza. Y, gesto íntimo al fin, crea un heterónimo, Ahl Rhamid, El Inconcluso y se pregunta: “¿Tocará tu sangre esta melodía?”.

Su poesía inédita reunida en este libro habla de la obsesión del escritor por dar con las palabras justas. El canto a los amigos, la franja erótica que abarca toda su producción deja ver cómo lo diáfano se elabora en forma de lenguaje. Con textos escritos a partir de 1960, en cada serie se detalla en qué diario o revista apareció el poema, así como las correcciones en su elaboración.

En el libro se alude a las estaciones ferroviarias, a los muertos que regresan a dar de beber a los caballos, pero son excusas para un andamiaje que una y otra vez atraviesa su voz, sus ansias. Es como si la transparencia misma hablara.

En la serie Piratas en la Isla se habla de Sandokán el Tigre de la Malasia creado por Salgari (“Oh, la sífilis eterna del capitalismo”). En Calles de Tierra las imágenes están ligadas al juego, al andar de los carros y a la visión de unos viejos zapatos. Estos son los elementos que Plaza trabaja sin cesar. Ve el alba que se abre como una lata de duraznos o los poemas a la playa y el mar de Ostende. “Separémonos ahora que tenemos la fuerza/ y el aliento de mil caballos. Separémonos ahora que el rocío / cae iluminado de agua de tu boca/. Separémonos ahora que tus besos/ y los míos no tienen sexo. Demasiada poca felicidad es saber que somos dos./ Los mismos dos del después.”

Cada serie se edifica como un arte poética diversa. Cada fragmento ilumina otro. Asistimos a un encuentro vital y estético a la vez. Como si Ramón Plaza no se conformase nunca con lo alcanzado. Indaga más, conversa más, dialoga. Cada poema, entonces, moviliza innumerables zonas del lector y en cada una deja testimonio de ir hasta el hueso en la expresión poética.

La introducción y cuidado de la obra quedó a cargo de Elisabeth Roig y Cayetano Guzmán. Un capítulo aparte merece la introducción de su amigo y poeta Alberto Szpunberg, bajo el título Nadie debe morir sin saberlo. Allí se narran anécdotas de amistad, de sus encuentros en la época de la represión y sus primeras andanzas en el oficio de la escritura. Pasión que ambos recorrieron, igual que el exilio y las obligadas distancias.

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