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Domingo, 11 de junio de 2006

RAúL GONZáLEZ TUñóN: LA MUERTE EN MADRID - 1939

Una batalla personal

Llega desde Madrid una edición de La muerte en Madrid: los textos de Raúl González Tuñón sobre la Guerra Civil Española.

 Por Sergio Kisielewsky

La muerte en Madrid - 1939
Raúl González Tuñón
A.U.P.A.
91 páginas.

Un ojo ciego escribe. En verdad es una mirada cegada. Lo que ve el poeta a su alrededor es sólo la nada, la desolación de la guerra, el atajo por el cual la vida cambia para siempre. La muerte en Madrid - 1939 es la visión palpable de un testigo en peligro. Alguien que ve los cuerpos mutilados y decide cantar.

“Un canto donde el poeta fricciona la lengua”, al decir de Aldo Pellegrini. En el libro es como si Tuñón se instalara en el campo de batalla para echar mano a un extraño instrumento. No es una guitarra o una cítara. No es el aire del flamenco o el tango mismo. Lo es todo a la vez pues Raúl González Tuñón vio el inicio de una guerra civil con sus propios ojos. Difícil empresa entonces para el escritor y el mundo. El poeta está allí y ni siquiera los obuses pueden con su mirada.

Tuñón lanza su propia guerra. Minuciosa, endeble, precoz. Es el poeta que escribe en “La luna con gatillo”: “Subiré al cielo y fusilaré al mundo para que esto cambie de una vez”.

Es él quien echa mano a su propia rebelión en medio del espanto (“vi al muerto cerca de la trinchera/ y estaba solo y seco como un brote de la tierra/ definitivamente incorporado,/ al lado de mi frente, extendido y exacto como todo cadáver”).

Aquí canta el autor de La calle del agujero en la media a los hombres y mujeres que combatieron junto a los republicanos en la guerra civil. En la obra desfilan las evacuaciones, los sueños, el amor, las cosas que no dejan de crecer y cambiar. Allí están los mercados, los olores, la música y el agua.

Toda poesía social es una épica del amor. Así construyó su obra Vallejo, Neruda y el mismo Tuñón. Poetas que hicieron suyo el dolor del prójimo y plantaron letras y estilos. Los tres vieron a la guerra civil como un sitio propio, una batalla personal. Tuñón da todo de sí y sube la apuesta.

Su modo de narrar, de incluir una poética al servicio de un estilo lo vuelve más humano, más poeta y más contemporáneo.

Linternas, bitácoras, carabelas, magnolias cantan al unísono al “jefe popular y marinero”. Todo lo que amó Tuñón, todo lo que su poesía dio está aquí. En el libro, de pronto, se ve la foto del escritor junto a su biblioteca. Sobre la hoja está impreso el poema que Miguel Hernández le dedicó (“Raúl, si el cielo azul se constelara/ sobre sus cinco cielos de raúles/ a la Revolución sus cinco azules/ como cinco banderas entregara”).

Todo se desmorona en la mesa de luz. Sólo está el hombre con su cuaderno a cuestas. La escritura de un solo tajo. Abierto, incólume. Una espada de palabras para acallar tanto daño.

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