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Domingo, 5 de noviembre de 2006

SAKI

El hombre es un animal doméstico

Los Cuentos completos en un solo tomo de la flamante editorial española Alpha Decay y los cuatro volúmenes de la Editorial Claridad coinciden en devolver a Saki (1870-1916) a las librerías argentinas. El escritor inglés Tom Sharpe vuelve a presentar a uno de los escritores más sarcásticos del siglo XX.

 Por Tom Sharpe


Cuentos completos
Saki

Alpha Decay
820 páginas

Crónicas de Clovis
Saki
Editorial Claridad
190 páginas

Animales y más que animales
Saki
Editorial Claridad
238 páginas

Las aventuras de Reginald
Saki
Editorial Claridad
160 páginas

Juguetes de paz y El huevo cuadrado
Saki
Editorial Claridad
254 páginas

He sido un adicto perplejo de Saki desde que una tarde de verano de 1938 el señor Wright, un profesor de mi escuela, leyera en voz alta su relato “Tobermory” a toda una clase de niños de sólo diez años. He continuado dejándome fascinar por Saki desde entonces y sigo siendo adicto a la deliciosa irrealidad de su universo. Empiezas con cualquiera de sus cuentos y lo acabas. Y una vez lo has terminado tienes que empezar otro. Y una vez los has leído todos ya no se te olvidan nunca.

En los cuentos de Saki la civilización ha sido derrumbada y reemplazada por una extraña supernaturaleza. En ese mundo el animal que triunfa es la inteligencia y existe la permanente sospecha de que si los seres humanos se comportaran como animales el mundo se ordenaría de un modo mucho más armónico.

Saki nació en Birmania en 1870 y fue bautizado bajo el nombre de Héctor Hugh Munro. Su padre era el inspector general de la policía birmana y su madre murió al poco de dar a luz. Su muerte provocó que tanto él como su hermano y su hermana mayores fueran enviados a Inglaterra, donde crecerían bajo el cuidado de sus dos tías. A mi juicio la importancia literaria que ejercieron las tías durante la edad del Imperio británico no ha sido adecuadamente investigada: muchos de los hijos de los funcionarios coloniales crecieron con sus tías emulando la cruel moda de los espartanos, quienes abandonaban a sus recién nacidos al raso para comprobar si eran capaces de sobrevivir. Los Munro no fueron menos y los críos desarrollaron sus universos particulares. Héctor dirigió su afecto hacia los animales domésticos. Dibujaba leones devorando a misionarios inquietantemente parecidos a sus tías. Cuando cambió el dibujo por la palabra escrita sus temas recurrentes son todos los que asocia a ellas: la hipocresía, la autoridad, el tedio, la estupidez y la convención. Para colmo, fue un niño de salud quebradiza. Cuando cumplió los 17 años su padre se retiró y salió en busca de sus hijos. Pasaron 6 años viajando y Héctor se convirtió en un joven culto y sofisticado, con un don para las lenguas.

En 1902 se incorpora al Morning Post después de padecer una doble neumonía y en 1904 publica su primer libro de cuentos, Reginald en Rusia, bajo el nombre artístico Saki. Se dice que fue un hombre tranquilo, elusivo, aunque, en parte, la escasez de datos sobre su persona se debe a la resistencia de su hermana, quien quemó todo su legado escrito después de su muerte. En 1910 publica Las crónicas de Clovis y en 1914 Bestias y superbestias.

La 1ª Guerra Mundial terminó con su plácida vida de clase media. En 1916, después de padecer de nuevo la malaria, regresa a primera línea todavía enfermo, para participar en la batalla de Beaumont Hamel. Al alba del 14 de noviembre se le escuchó gritar a un compañero: “¡Puedes apagar ese maldito cigarrillo!”. Cuando terminó la frase una bala le atravesó la cabeza.

Se llevó a la tumba un puñado de misterios. Entre ellos el que explicaba la procedencia de su nombre artístico. Su hermana reivindicaba que Saki tomó prestado el seudónimo de una de las versiones de Scott Fitzgerald de El Rubaiyat de Omar Khayam.

Cuando iba al colegio me dije que tal nombre era su manera popular de llamarse sarcástico. Sin embargo, al día de hoy, mi teoría es radicalmente distinta. Está basada en el hecho de que me parece muy poco ortodoxo que su carrera literaria se inaugurara con un libro como El apogeo del Imperio Ruso (1896): Saki no tenía nociones sobre investigación histórica. Mi teoría es que Edward Gibbon fue su modelo perfecto. Es evidente que Saki no podía haber escrito Historia de la decadencia y ruina del Imperio Romano porque ya lo había hecho Gibbon. Todavía más sospechosos resultan los paralelismos entre la vida de Saki y Gibbon. Al igual que Saki, Gibbon fue un niño de salud muy débil, del que no se esperaba que pudiera alcanzar la madurez. Su madre murió cuando Gibbon tenía 10 años, y mientras su padre se trasladaba al extranjero, Gibbon tuvo que irse a vivir con su tía, en casa de sus abuelos. Su educación estuvo interrumpida por problemas de salud. Al igual que Saki, Gibbon fue enviado a Suiza al cumplir los 17 años. Allí aprendió francés. Si, como resulta evidente, el primer libro de Saki está influido por el trabajo y el estilo de Gibbon, eso ayuda a explicar por qué a los 26 años Saki se estableció en Londres, con la esperanza de emular a su antecesor, quien conquistó en Londres la fama y la fortuna. Sin embargo, Saki fracasó: no obtuvo el reconocimiento que esperaba. Sólo entonces decidió retomar los cuentos y las viñetas de sátira política que motivaron la primera irrupción de su nombre artístico.

Hoy, además de ser el nombre de uno de los sirvientes de El Rubaiyat, sabemos que en inglés Saki, al igual que Gibbon, son términos referidos a dos especies de monos. En mi edición de la Enciclopedia Británica se describe al saki como una especie de mono que habita en Sudamérica, que se caracteriza por tener una cola muy larga de pelaje frondoso. Y continúa diciendo que se trata de un animal delicado que normalmente está en silencio.

Pero por si esto fuera poco, nos toparemos con un relato llamado “La transformación de Groby Lingdon”, que no en vano está antecedido por una cita de Eurípides: “Dime con quién andas y te diré quién eres”. Se trata del único de los cuentos de toda la colección que va antecedido de una cita, y narra la historia de un hombre capaz de transformarse en los animales domésticos que lo envuelven. Al principio el hombre en cuestión logra llegar a comportarse como un loro. Pero resulta que poco más tarde le regalan un mono. Entonces empieza a actuar como si lo fuera. Resulta particularmente interesante la descripción del mono que se acomete en el cuento: “El recién llegado era un pequeño mono de cola larga procedente del hemisferio occidental, con una actitud amable, entre tímida y confiada, que se ganó al instante la confianza de Groby; tal vez un estudioso de la personalidad simiesca habría visto en los destellos rojos de su mirada un indicio del mal genio oculto, que el loro había puesto a prueba de modo tan temerario y con dramáticas consecuencias para sí mismo”. Lo dicho: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

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