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Domingo, 25 de agosto de 2002

Geología

El paisaje
natural bajo las calles de Buenos Aires


Paulina Nabel y Fernando Pereyra


Museo Argentino de Ciencias Naturales

Buenos Aires, 2002

124 págs.

El paisaje natural bajo las calles de Buenos Aires
Paulina Nabel y Fernando Pereyra
Museo Argentino de Ciencias Naturales
Buenos Aires, 2002
124 págs.

Un adulto y cuatro chicos muertos. Miles de evacuados. Otra vez, Buenos Aires se inundó. No es difícil imaginar las causas: desidia municipal, políticas impropias o inexistentes, corrupción y violación de los códigos de planificación urbana. Tensando un poco más la explicación: es como si Buenos Aires se imaginara a sí misma como una ciudad utópica, completamente inmune al ambiente natural sobre el que ha sido erigida. El espléndido trabajo de Paulina Nabel y Fernando Pereyra que lleva por título El paisaje natural bajo las calles de Buenos Aires insiste precisamente en la necesidad de ahondar el “conocimiento del funcionamiento del paisaje natural” como forma de evitar o prever “los riesgos a los que se encuentra expuesta la población, como son las sistemáticas inundaciones en ciertas zonas de la ciudad y del conurbano... La evaluación de los riesgos geológicos es uno de los pilares sobre los que se asienta la planificación urbana en los países desarrollados y una de las bases para mejorar la calidad de vida de sus habitantes”. Lejos de un actitud semejante, la Argentina parece (también en este punto) atónita y a la espera de la próxima catástrofe.
Nabel y Pereyra son geólogos de profesión. Para ellos el suelo, las piedras, los relieves y los cauces son capaces de contar un cuento. En esos argumentos encuentran las razones del desvarío urbanístico actual: “Si bien la ciudad se fundó y creció siguiendo las razonables pautas de las Leyes de Indias, que indicaban el respeto por las condiciones topográficas y las cuencas fluviales, al iniciarse el siglo XX y sobre todo a partir de los años ‘40, la expansión demográfica y la escasez de controles en la urbanización favorecieron la ocupación de bajos inundables y terrenos no aptos para las viviendas. Como consecuencia de la pavimentación a ultranza, practicada por aquellos años y que enmascaró la topografía, se pretendió creer que el relieve era inexistente y que no comprometía en ningún aspecto a la ciudad construida por encima”. Criterio erróneo, a la luz de las “traumáticas inundaciones que han afectado a la población desde entonces”.
Entre los muchos aciertos de El paisaje natural bajo las calles de Buenos Aires hay que mencionar el aparato explicativo (el suelo de Buenos Aires se explica a partir de la formación del Océano Atlántico, cuando la deriva continental fracturó el supercontinente Pangea, hace 200 millones de años) y una diagramación que, si bien a veces impide la lectura de corrido, gana en potencia cuando se presentan fotografías que permiten comparar el antes y el después de la marea urbanizadora: una esquina de hoy y el aspecto que podría tener el terreno original (de acuerdo con la imagen de un ámbito natural parecido en la provincia de Buenos Aires, por ejemplo).
Al intentar “disimular” todo pormenor del relieve natural lo que se consigue es sólo la degradación del paisaje y los recursos naturales y no su control: una política suicida a largo plazo. Un libro imprescindible para urbanistas, planificadores y políticos, pero también para ciudadanos preocupados por el medio ambiente.

Santiago Lima

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