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Domingo, 1 de septiembre de 2002

Circo sin pan

LA (INDI)GESTION CULTURAL.
UNA CARTOGRAFIA DE LOS PROCESOS CULTURALES CONTEMPORANEOS


Mónica Lacarrieu y Marcelo Alvarez (comps)

Ediciones Ciccus-La Crujía

Buenos Aires, 2002

248 págs.

POR RUBÉN H. RIOS

Durante tres años, el Foro sobre gestión cultural del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano organizó talleres, seminarios y conferencias en torno a la gestión de servicios y políticas culturales en el contexto de la globalización y las nuevas tecnologías. Esta compilación multidisciplinaria (aunque quizá no lo suficiente) de los coordinadores del Foro, de modo expreso, se orienta a localizar una nueva agenda cultural como emergencia –en el doble sentido– de los trastornos sociales y políticos que surgieron como efecto de la propagación de la economía globalizada y las innovaciones tecnológicas, especialmente en América latina y Europa. Localización, por otra parte, que incluye el cuestionamiento (en algunos autores más, en otros menos) de esa hipertrofia de la gestión cultural que tan bien conocemos en nuestro país: la del evento artístico.
En esto, quien va más lejos es el fundador de la revista Ajoblanco, Toni Puig. Apoyado en el pensamiento del catalán Manuel Castells –para muchos, el máximo gurú de la era de la información; en todo caso, su primer historiador–, directamente rechaza las políticas culturales concentradas en la promoción y difusión de las artes. En tanto diversión y entretenimiento, retórica de lo consagrado y codificado, Disneyworld de salón glamoroso o plaza pública, le han hecho creer a la cultura artística que involucra toda la cultura, cuando sólo es parte de ella. En su trabajo “Lo digo otra vez: se acabó la diversión”, casi un manifiesto, Puig postula una cultura de las ideas y el sentido, de la red y la innovación, de la educación y la participación, donde el lenguaje artístico se inserte como un nodo más en un tramado abierto de redes. Internet (o si se prefiere, el ciberespacio) se le presenta como la forma conectiva de organizar la gestión cultural, la responsabilidad social y las nuevas experiencias de la sensibilidad y el pensamiento. Todo lo demás habría muerto de risa o sirve al Príncipe.
En los antípodas (o casi) de Puig se encuentra George Yúdice (Universidad de Nueva York) con “La globalización y la nueva división internacional del trabajo cultural”, bajo influjo también de la economía en red de Castells, pero más quizá del esplendor babélico de las industrias culturales de Miami. Mezcla posmoderna de show business y moda, sexualidades y razas, tragos iridiscentes y virtualidad mediática, pesadilla ciberpunk y paraíso turístico, la economía cultural de la ciudad paradigmática del multiculturalismo no deja dudas: se define como venta y compra de experiencias humanas en ciudades temáticas. En última instancia, un Disneyworld sobrecosmopolita y transterritorial, la cultura de toda una ciudad convertida en parque temático, experiencias simuladas, aunque no por eso –si hay que creerle a Baudrillard– falsas. Simulacros de producción simbólica, mercadería intangible, signos con los que gestionar urbes, museos de lo vivo, patrimonio cultural, recursos laborales.
El capítulo argentino, a cargo de la socióloga Ana Wortman, circula -como los demás escritos de la compilación– entre Puig y Yúdice, entre una cultura del sentido y una cultura del consumo, en esa tensión que no tolera a la cultura artística, el estandarizado menú estético de losgestores culturales. Los sectores medios argentinos se habrían indigestado de los servicios públicos y privados de catering del arte (cine, teatro, literatura, pintura), optando por las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TV por cable, CDs, videocasetes, videogames, computadoras, Internet, etcétera). Dos records sobre esta tendencia: la Argentina es el país latinoamericano de mayor penetración –aunque estancada– de la TV por cable, así como la frecuencia de conexión a Internet supera el promedio mundial. Sin embargo, se navega por el ciberespacio principalmente para buscar información sobre turismo, y en segundo término sobre libros. Todo un dato acerca de la opción consumista de la cultura argentina de masas. O, mejor dicho, de lo que sobrevive de ella.

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