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Domingo, 22 de julio de 2007

PASTORMERLO

Viaje al centro de Borges

Un ensayo presenta una hipótesis relativizada por su autor pero no por eso resulta menos estimulante de pensar: que Borges fue, ante todo, un crítico literario.

 Por Rogelio Demarchi

Borges crítico
Sergio Pastormerlo
Fondo de Cultura Económica
198 páginas.

Jorge Luis Borges es, sin lugar a dudas, el centro de nuestro canon literario; por eso los trabajos sobre su obra se multiplican sin cesar. Así las cosas, cuando uno se enfrenta a un nuevo ensayo sobre Borges, se pregunta por la novedad: ¿qué lectura nueva de esa vasta obra se nos propone? Desde este punto de vista, aun con cierta cuota de timidez, la apuesta de Sergio Pastormerlo es un viaje al centro del centro: si Borges se dedicó a la poesía, a la narrativa y a la crítica, ¿es posible que uno de esos géneros sea más determinante que los otros en su posicionamiento, primero en el campo literario, más tarde en el canon?

Hace unos diez años, James Woodall (La vida de Jorge Luis Borges. El hombre en el espejo del libro) señaló que las narraciones de Ficciones y El aleph, producidas en los años ’40 y ’50, eran “imágenes especulares” de los ensayos contenidos en Otras inquisiciones. Poco después, Silvia Barei (Borges y la crítica literaria) demostró que los ensayos y las ficciones borgeanos de los años ’30 dibujaban “una escritura en espejo”. Pues bien, a Pastormerlo le interesa probar, “aunque sólo sea a modo de ensayo, una tesis más fuerte: una que afirme que Borges fue, ante todo, un crítico, y que la poesía y la narración ocuparon un lugar relativamente lateral en su literatura”. Lo más curioso de esta tesis es que quien la formula a punto y seguido la relativiza: “No la planteo para argumentar a su favor o en su contra, sino para poner a prueba su verosimilitud e imaginar qué razones emplearía, en esa discusión estéril, un defensor de la tesis”.

¿Por qué discutirla sería estéril pero imaginar argumentos en su defensa resulta una labor fecunda? Porque, atención, en unas ciento ochenta páginas se despliega una más que interesante artillería de argumentos favorables, y en la exposición de cada uno de ellos, la profundidad con que Pastormerlo analiza y relaciona ciertos datos, textos y citas, por momentos, apabulla.

En consecuencia, el libro transmite la idea de que Borges escribió circunstancialmente poesía y cuentos, pero que la crítica en él fue una constante. Si se acepta esto, resultará sorprendente que no se lo asocie con lo que podemos denominar “imagen de crítico”. Veamos: Borges predicaba que un escritor produce dos cosas, una obra y una figura de autor; y aquí está la explicación: como si fuese el negativo de la crítica académica, él ejerció una “crítica de escritor”, para ponerla en relación directa con el resto de su obra literaria.

Se presentaba entonces como un escritor a tiempo completo, hasta el punto de escribir sus lecturas, operación que le permitía intervenir en la escena literaria criticando creencias, valores, gustos. Porque, y esto es muy importante, “la crítica borgeana fue una crítica doble: fue crítica literaria y fue también una crítica donde las creencias y valores que sirven como presupuestos de las prácticas literarias (entre ellos, la propia crítica) dejaban de ser presupuestos”.

Ahora, pequeño detalle, en el análisis de esa actividad crítica, Pastormerlo no descubre a un “escritor profesional”, es decir a quien ha hecho de la escritura su ocupación principal otorgándole un sentido económico, sino a un sacerdote, denominación que remite “a un tipo de escritor para quien la literatura es una práctica exclusiva que asume las maneras del ascetismo”, y en el caso particular de Borges, a un sacerdote que todo el tiempo está cuestionando (y cuestionándose) las formas de creer en la literatura, señalando con sus juicios a los ateos y a los supersticiosos.

En conclusión, las intervenciones del “Borges crítico” serían las que transformaron radicalmente el panorama de la literatura argentina. De modo que si su lectura se ha tornado inevitable para quien desee entender nuestras letras, en un juego especular que no habría disgustado al viejo Georgie, el análisis de esas operaciones críticas es igualmente ineludible para comprender a Borges.

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