libros

Domingo, 22 de julio de 2007

ALEJANDRO PARADA

Susurros en tus oídos

Cuando los lectores nos susurran es una interesante investigación sobre los perfiles de públicos argentinos desde tiempos realmente inmemoriales.

 Por Luciano Piazza

La propuesta de Alejandro Parada en Cuando los lectores nos susurran (Instituto de Investigaciones Bibliotecológicas) es indagar acerca del estatuto de lector, revisando la historia de la lectura a través de cinco momentos distintos de la presencia del libro en la historia argentina. Los momentos históricos tienen relevancia por sí mismos, partiendo del período hispánico, pasando luego por la lectura y los lectores en 1810 y 1820, para arribar a la expansión de la cultura impresa en el Buenos Aires del Centenario (1910) y a sus “asaltos finales” durante el gobierno de Marcelo T. de Alvear (1922-1928). “¿Cómo se leía? ¿En qué condiciones sociales? ¿Con qué finalidad? ¿Cuáles eran los distintos grados de habilidad de lectura?”. La recopilación de datos que realiza Alejandro Parada está encarada desde disciplinas periféricas y menores. Un fragmento de la historia de la lectura está compuesto a partir de herramientas de la microhistoria, de la historia de la vida cotidiana, del análisis de las imágenes. Por ejemplo, la configuración del imaginario lector en las bibliotecas circulantes de a mediados de la segunda década del siglo XIX, los anuncios de libros e impresos en venta publicados en la prensa a partir de 1810, o el imaginario del lector vulgar en los avisos gráficos de Caras y Caretas.

Descubrir que las lecturas entre 1810 y 1830 estaban ceñidas a la producción francesa, inglesa y alemana es un dato que en primera instancia no estimula a nadie a la revisión y relectura de los hechos de esa época. Sin embargo, la forma en que emergen los lectores y se compone la figura del lector de época y el universo de los libros de Argentina en momentos claves de su crecimiento intelectual logra combinar un estilo académico con algo más informal y estimulante.

El momento más interesante del libro puede ser el análisis de las imágenes de los lectores publicadas en Caras y Caretas. La representación de una familia entera alrededor de “El Tesoro de la Juventud” es sin duda el modelo de lector más extraño para nuestro universo conocido. Este y otros tantos casos de lectura en voz alta tal vez eran un modelo de amplificador cultural, coherente con el espíritu de época respecto de los planes de alfabetización para el aluvión inmigratorio.

Sin olvidar el rigor de un texto elaborado por una investigación académica es pasible de una lectura de quien no esté detrás de una revisión minuciosa del papel de los lectores en las cinco épocas que lo dividen. La periodización y su estudio con certeza servirá para la reconstrucción de diversos universos que serán materia de estudios culturales.

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