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Domingo, 19 de agosto de 2007

NOTA DE TAPA

Todos los juegos, el juego

 Por Eduardo Berti

Fundado en 1960 por Raymond Queneau y François le Lyonnais, el OuLiPo es un grupo que explora de forma metódica las potencialidades de la literatura; de allí el significado de su sigla: Ouvroir (taller) de literatura potencial. El núcleo, que desde su primera hora reunió a escritores y matemáticos, nunca se postuló como una escuela literaria, sino como una suerte de laboratorio al servicio de la literatura, y contó a lo largo de los años con integrantes célebres como Georges Perec, Marcel Duchamp e Italo Calvino.

El proyecto de OuLiPo, heredero a su manera de los formalistas rusos y del Colegio de Patafísica de Alfred Jarry, marcó (según Marcel Bénabou, uno de sus miembros más destacados) la ruptura con "dos series de ilusiones: las del surrealismo y las del compromiso de tipo sartreano". Si algo no cabe en OuLiPo es la noción de azar o de irracionalidad ni, mucho menos, la idea romántica de "inspiración"; si algo lo ha pintado bien en sus casi cincuenta años de existencia es su espíritu lúdico pero, al mismo tiempo, su rigor científico y experimental. "Más que una escuela, somos un jardín de infantes literario donde, a espaldas de nuestros padres, tratamos de que los cilindros entren en los agujeros cuadrados", ironizó alguna vez otro de sus miembros, François Caradec.

Dos tareas centrales ocupan desde siempre a los oulipianos, en sus periódicas reuniones: a) inventar estructuras o formas nuevas para que luego sean utilizadas por los escritores como les plazca; b) buscar en obras literarias del pasado huellas de formas que (como ocurre con los textos de Raymond Roussel) hayan anticipado en ciertos aspectos al OuLiPo. Estos últimos casos son vistos como "plagios por anticipación", concepto próximo al Borges que en 1951 sostenía que "cada escritor crea a sus precursores".

Entre los precursores de OuLiPo pueden citarse nombres muy dispares: Alphonse Allais con su holorrima o "poema de rima homofónica" (dos versos seguidos que suenan casi igual pero presentan contenido diferente) o ciertas experiencias de Mallarmé o Paul Valéry. "Todos estos elementos sólo cobraron sentido con la fundación de OuLiPo", señaló cierta vez Bénabou. "A partir de ese momento, se volvió aceptable la idea, hasta entonces marginal, de tomar el lenguaje como herramienta de experimentación."

Como es lógico, los propios fundadores también se anticiparon al grupo. Trece años antes del nacimiento del taller, en 1947, Raymond Queneau (quien de joven había militado en las filas del surrealismo y de la patafísica, y hasta había fundado con Boris Vian el "Club de los Savanturiers") publicó un libro ya ciento por ciento oulipiano. Se llamaba Ejercicios de estilo y presentaba 99 formas distintas de contar un mismo episodio ocurrido en un colectivo: en forma de sueño o de carta, en prosa o en soneto o en verso libre, en futuro o en pretérito indefinido, con grandes dudas o con abundantes precisiones, objetiva o subjetivamente, etc.

Tanto en los Ejercicios de estilo como en otros libros posteriores y de innegable sello oulipiano (La vida, instrucciones de uso, de Perec, o el macedoniano Si una noche de invierno un viajero, de Calvino, por citar dos ejemplos bien notorios), el autor se ha impuesto unas férreas reglas formales que suelen resumirse, en francés, con la palabra "contrainte", es decir: limitación, traba o restricción.

La lista de las restricciones inventadas por OuLiPo es muy extensa y puede consultarse en su completísimo sitio web: www.oulipo.net. Algunas de ellas pueden resultar familiares: anagramas, palíndromos, etc. Otras son más singulares: un texto donde cada palabra comienza por una de las letras del alfabeto, en riguroso orden ("Antonio bebió champagne. Después experimentó fuertes galopadas hepáticas..."), un texto en el que se alternan vocales y consonantes ("Una mano rápida tocó cada nota..."), un poema en el que cada verso se compone de las mismas letras distribuidas en diferentes palabras ("poema anagramático").

Perec, Calvino, Queneau y Caradec
El norteamericano Walter Abish, un escritor perfectamente oulipiano, aunque no pertenece oficialmente al grupo. Y Julio Cortázar, el unico no francós en recibir una invitación para sumarse a Oulipo. Cortázar aceptó la invitación a la reunión, pero finalmente no fue.

Alguien osó comparar a un oulipiano con un insecto que construye su propio laberinto del que luego se propone (se impone) salir. "En el fondo, me someto a reglas para ser totalmente libre. La invención siempre nace, en mi caso, a partir de una invención formal", dijo décadas atrás Georges Perec, cuya novela La disparition obedece íntegramente a una restricción llamada "lipograma", consistente en prescindir de una letra del alfabeto: la "e", en su caso (o la "a", en su heroica traducción al castellano bajo el título de El secuestro). La contracara de esta novela fue otra, titulada con un deliberado error de ortografía Les revenents y escrita sin otra vocal que no sea la "e" (ver recuadro).

Perec se reivindicaba como "un fruto del OuLiPo", lo que era cierto. Pero también fue una pieza fundamental, un faro de cara al futuro. En rigor, tanto el ingreso de Perec como la incorporación, entre 1966 y 1969, de Bénabou, Jacques Roubaud y Luc Etienne marcaron el inicio de una segunda etapa en la historia del grupo. De actividades más bien secretas, OuLiPo pasó a difundir sus ideas, como cuando en 1973 publicó su primer libro colectivo: La literatura potencial. Lejos de limitarse a un público erudito, el libro tuvo bastante repercusión y hasta conoció una edición de bolsillo en la económica colección Folio.

Por entonces instalado en Francia, el principiante Enrique Vila-Matas atestiguó ese particular momento del OuLiPo y lo retrató, unos treinta años después, en París no se acaba nunca: "Me dije que si hacía un breve viaje a Barcelona me haría el interesante cuando conocidos o amigos me preguntaran cómo me iban las cosas por París. Bueno, igual que aquí salvo que allí yo soy oulipiano, patafísico y situacionista".

Aunque desde sus inicios OuLiPo había tenido algunos "corresponsales extranjeros" (Ross Chambers en Australia, Stanley Chapman en Inglaterra), a mediados de los '70 se incorporaron al grupo los dos primeros extranjeros realmente activos, el norteamericano Harry Mathews y el italiano Calvino, a quienes se sumó más tarde el alemán Oskar Pastior. Otros que nunca integraron OuLiPo pero podrían haberlo hecho a la perfección son el norteamericano Walter Abish o el argentino Julio Cortázar. Abish es el autor de la excéntrica novela Alphabetical Africa, en la que todas las palabras del primer capítulo empiezan únicamente con la letra "a" ("Años atrás, Alex, Allen, asimismo Alva arribaron a Antibes. Alva andaba altiva, algo ardiente..."), las del segundo con "a" y "b", las del tercer capítulo con "a", "b" y "c" y así hasta completar el alfabeto. En cuanto al Cortázar de Rayuela, el actual presidente Paul Fournel contó cierta vez que OuLiPo llegó a cursarle una invitación formal pero que el argentino, si bien la aceptó, finalmente no acudió a la reunión.

Más allá de lo que hubiese imaginado Raymond Queneau (fallecido en 1976, unos quince años después de que Louis Malle llevara al cine su famosa Zazie en el metro), a partir de los años '80 varias propuestas de OuLiPo fueron adoptadas por animadores de talleres literarios o hasta por maestros de escuela que, de esta manera, familiarizaron a sus alumnos con restricciones tan curiosas como el S+7 (tomar un texto y cambiar todos sus sustantivos por el séptimo consecutivo en el diccionario), como la "bola de nieve" (un poema en el que cada verso tiene una sola palabra y cada palabra tiene la cantidad de letras equivalente al número de verso que ocupa; es decir, una letra, dos letras, tres letras y así sucesivamente) o como el "implante de alejandrinos" que se realiza combinando, en un solo verso, dos hemistiquios de dos poemas diferentes. Dado que en numerosas ocasiones lo oulipiano reside en partir de algo que ya existe a fin de subvertirlo, muchos docentes vieron en ello, sin duda, un medio para desacralizar o acercar la literatura al gran público.

"Nunca fue nuestro objetivo formar escritores", explicó hace un par de años Fournel, tercer presidente de OuLiPo después de Le Lyonnais y Nöel Arnaud. "Nuestro objetivo consiste en hacerles entender a los participantes de los talleres que la escritura es posible aquí y ahora y que, gracias a los beneficios de una norma restrictiva, de una contrainte, es posible escribir jugando."

Tras OuLiPo llegó el turno de su equivalente en artes plásticas. El OuPeinPo (taller de pintura potencial) se fundó en 1980 y ha congregado a artistas como Tristan Bastit, Aline Gagnaire, Carelma, Thieri Foulc o el argentino Jack Vanarsky, radicado en Francia desde los años sesenta. También existen el OuLiPoPo (Literatura policial), el OuCiPo (cine) y hasta el OuMaPo (marionetas).

En toda su historia, OuLiPo sólo tuvo 35 integrantes. Entre las últimas incorporaciones corresponde mencionar, entre otros, a Ian Monk o a Anne Garreta (la primera integrante nacida después de la fundación del núcleo). Los integrantes más activos animan regularmente los "Jueves de OuLiPo", jornadas abiertas a un público cada vez mayor y más entusiasta que en los últimos años se celebraron, siempre en París, primero en Les Halles, luego en el Centro Pompidou y ahora en la Biblioteca Nacional François Mitterrand.

"Hoy en día el adjetivo oulipiano ya no se refiere a los miembros de OuLiPo sino, de forma general, a todos aquellos que trabajan a partir de restricciones", sostiene Bénabou, lleno de orgullo. El vocablo incluso ha entrado en el diccionario. ¿Qué mejor prueba del éxito obtenido?

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