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Domingo, 4 de noviembre de 2007

RIVERA

Los misterios de la sierra

Una trama en busca de su perfección marca la nueva entrega de Andrés Rivera.

 Por Claudio Zeiger

Traslasierra
Andrés Rivera
Seix Barral
84 páginas

“Ir a Córdoba, a sus sierras, y a la ciudad de Córdoba, es ir a una provincia de tipos y tipas muy ingeniosos, listos, a cada instante, para la broma y el palabrerío enigmático.” Esta curiosa definición –digna de una propaganda turística al estilo “Visite las sierras”, pero a cargo de un publicitario dueño de un palabrerío enigmático– sitúa la última nouvelle de Andrés Rivera en una geografía cargada de secretos. Se sabe: en la sierra se guardan secretos de todo tipo. Una cortina de palabras y frases y bromas esconde un trasfondo ominoso. Pero no es el único lugar donde sucede algo así. Traslasierra agrega dos vértices más a este triángulo de amores y lugares. Al vértice geográfico lo completan la Colonia Dignidad, en el sur de Chile, y Bariloche. En todas partes hay secretos.

El triángulo amoroso, si puede usarse esta desgastada expresión, adquiere aquí los rasgos incestuosos de una relación donde la hija duplica a una madre asesinada por los soviéticos por haberse enamorado de un oficial del ejército alemán. Y lo completa un alegre ejemplar de muchachón argentino.

En esta intrigante y atrapante novela corta, Rivera parece apartarse no de su estilo pero sí de cierto “decir” entre filoso y sentencioso de sus últimas entregas. Y así permite que los nudos se vayan anudando más por el devenir de la trama que por esa máquina retórica hipnótica a la que nos había acostumbrado. Como sea, los vértices de la violencia van acomodando las fichas de un juego que, se sabe, va a terminar en el desborde de la historia, en la repetición de tragedias con formas tan diferentes como novedosas, a punto tal que nos dejan la sensación de que toda violencia puede llegar a reiterarse porque anida en algún rincón oscuro de la condición humana, no necesariamente en algo ajeno y externo como el Mal Absoluto.

Algo acerca del final, pero sin revelarlo. Por él, gracias a él, se afirma no sin razón en la contratapa que podríamos estar frente a una “novela perfecta”, definición que recuerda a aquella sentencia vertida por Borges sobre La invención de Morel de Bioy. No es Borges para nada ajeno al universo de Rivera, desde ya, pero cabe señalar que este final perfecto o casi de Traslasierra agrega una dosis de ironía y sutileza femenina a un relato donde lo femenino y lo masculino juegan a las escondidas a lo largo de las páginas. Esta vez, Rivera apostó a algunas cartas que hace rato no jugaba. Quiénes ganan y quiénes pierden en ese juego al final del camino queda a cargo del lector. De la lectura del lector.

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