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Domingo, 30 de diciembre de 2007

VIGNOLI

Las aventuras de Ricardo Rojas

Una nouvelle alucinada y vertiginosa de una poeta rosarina.

 Por Sergio Kisielewsky

Nadie sabe adónde va la noche
Beatriz Vignoli
Bajo La Luna
96 páginas.

No es como dice el título. No es así. Aquí bien se sabe adónde va el texto. Parodias de la escritura: una mujer narra con la rabia de un hombre a punto de perderlo todo y llega a revelaciones sorprendentes (“Cuando entré a casa ya no era más un joven perseguido sino un viejo cansado y triste”). Con rigor, cerca de la perfección formal en hilvanar una trama plena de sentidos, la nouvelle trabaja la intimidad de un personaje a punto de estallar. Y si el recurso supone más de un riesgo, el trazo lo contiene todo. Hace púdico lo obsceno y vuelve el libro una huella a seguir.

Un profesor de la Universidad de Letras llamado aquí Ricardo Rojas (sic) es una suerte de analfabeto del amor. Alguien que de múltiples formas rechazó el contacto con el otro, en especial con las mujeres. “Me había liberado del deseo” se lamenta con laconismo. De pronto, se decide a tener una noche de pasión y es aquí donde la pluma de Beatriz Vignoli asombra.

Lo que ocurre es duradero pues cómo se cuenta es lo que resuena para siempre en el lector. Los diálogos, la atmósfera, los seres cerca de una barra tomando todo tipo de licores y sustancias; la noche con su vértigo desolador y sin frenos. Rojas se enamora en una noche lo que no pudo llevar a cabo en medio siglo de vida. En colectivos y lugares públicos se volverá un dandy de extramuros.

Vignoli, que es poeta y reside en Rosario (dos datos importantes en este contexto), domina el arte de la prosa, sabe qué hacer con una historia entre manos. El diálogo es su principal aliado y da sustancia a cada situación que se plantea.

Y si hablamos de poesía, toda la búsqueda de Rojas se sitúa en la belleza. El contrapunto con una florista, Miriam, su primer amor que aparece y se esfuma como una sombra constante. La escritura entonces se concentra en un dilema sobre los sueños, sobre los encuentros y aquello que nunca encajará del todo.

Rojas escala hasta erigirse en una suerte de coche bomba humano. Entonces Vignoli apela al humor, a construcciones y detalles que harán que la piedad se acerque bastante a la lástima por el personaje creado.

Un texto que encuentra la lengua en el deseo sexual, liberada, por fin del lenguaje. Una nouvelle donde la desesperación y el coraje se animan a contarlo casi todo.

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