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Domingo, 25 de mayo de 2008

UPDIKE

Corre, infiel

El mundo islámico reside en las entrañas de Norteamérica, vive y se alimenta de sus propios sueños. Esta paradoja, expresada a través de la novela de iniciación de un hijo de matrimonio mixto (católico y musulmán), condensa la propuesta de la novela post 11 de septiembre de John Updike.

 Por Juan Pablo Bertazza

Terrorista
John Updike

Tusquets
330 páginas

El 11 de septiembre y sus secuelas movilizaron a más de un escritor a manifestarse a través de la ficción. Desde ya, no se trataría de una literatura que pueda divorciar fácilmente “idea” y “estilo”. La nueva novela de John Updike es, en esta dirección, un claro ejemplo de que el riesgo y la calidad literaria pueden ir de la mano. Pero el riesgo corrido por este doble ganador del Pulitzer y galadornado también con el Book Award no es tan simple como podría parecer. No se trata de una crítica despiadada a los Estados Unidos bajo la mirada de un terrorista árabe sino más bien de gritar a los cuatro vientos la última idea que podría aflorar en un cerebro norteamericano medio. Más cruel aun que los supuestos vínculos económicos entre la familia Bush y el grupo Al Qaida, Updike saca a la luz el sincretismo, la mescolanza y confusión entre dos palabras cuya separación constituye uno de los máximos custodios de la salud mental de los Estados Unidos: libertad y fundamentalismo.

Ya la insoportable neutralidad del título Terrorist (de género indeterminado) arma el megáfono por donde saldrá expulsada la historia de Ahmad, quien, lejos de representar a ese Otro que irritaba y fascinaba a los personajes de Camus, tiene origen interracial (hijo de una norteamericana de familia irlandesa y católica, y de un egipcio ausente), y adopta una fe amateur en el Corán sin haber salido de los Estados Unidos. Acaso como un acto de rebeldía contra su madre o quizá como un intento de conocer a su padre. Contra esa “vocación” islámica luchará Jack Levy, un desencantado y escéptico judío y tutor que, paradójicamente, les ayuda a decidir su futuro a los adolescentes que están por volverse adultos.

En todo caso, la ambigüedad de Ahmad –este pichón islámico extremadamente cáustico con los infieles que no comparten su religión, pero incapaz de resistirse a un histriónico sermón protestante que dura casi diez páginas– se reproduce con maestría en todo el libro: así la mezquita, donde Ahmad hace sus pinitos del Corán con un misterioso imán, queda arriba de un salón de belleza y de un local donde otorgan préstamos, su sheij le enseña a pronunciar sonidos árabes poniendo como ejemplo la palabra asshole (“idiota”) o interrumpe su clase cuando suena el celular, y hasta el arsenal de una inmolación es comparado con el arte norteamericano de vanguardia.

En definitiva, no es solamente el patológico consumismo de los norteamericanos lo que Updike critica sin piedad. Es más bien lo religioso o, más en concreto, esa decadencia a la que los hombres sometieron el alcance de la religión, contaminándola con el más abyecto materialismo. En ese sentido, y tal como lo demuestra ese final impecable en que no sólo un musulmán se dirige al sacrificio, no parece haber ningún tipo de distinción entre las religiones. Judíos, musulmanes, católicos y protestantes: distintas modalidades de la misma esclavitud.

Como si Estados Unidos fuera un abierto pero exitista grandfather capaz de albergar a diversos nietos enemistados, la rivalidad entre las religiones está perfectamente contada por Updike en términos de las disoluciones familiares. Absolutamente todos los parentescos y vínculos afectivos de Terrorista fracasan o fracasarán: los paternos, los fraternos, los matrimoniales y extramatrimoniales. Y en ese mismo derrumbamiento, Updike propone un germen de humor controlado, que nace y no tarda en reprimirse, tal como el tutor judío que sueña, en verdad, con guionar los chistes a los comediantes de televisión.

La combinación de idea más estilo vuelve a esta nueva entrega de Updike muy recomendable. Pero si a eso le sumamos el riesgo que corre (en definitiva, al abroquelar tanto a los dogmáticos religiosos como a los apologistas de la Libertad), habrá que hablar de un libro indispensable.

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