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Domingo, 26 de octubre de 2008

DEBATES

¿Qué tienen en común Chávez y Lacan?

Ernesto Laclau se ha convertido en un referente ineludible de la filosofía política. Estudioso y defensor de los nuevos sentidos del populismo, en Debates y combates polemiza con Zizek, Badiou, Agamben y Negri, mientras otro libro que lleva su nombre recopila ensayos sobre su obra.

 Por Gabriel Lerman


Debates y combates
Ernesto Laclau

FCE
140 páginas

Laclau.
Aproximaciones críticas a su obra

Simon Critchley y Oliver Marchart

FCE
170 páginas

En la madrugada del 13 de abril de 2002, la confusión invade capilarmente Caracas, la mayoría de los pueblos y ciudades venezolanos y el resto del mundo. El golpe de Carmona y Fedecámaras manifiesta que el presidente ha renunciado mientras los ricos y las clases medias de Cachao y Altamira festejan. Pero el rumor corre por las barriadas: “Chávez no ha renunciado, está secuestrado”. Durante el día, más y más personas se acercan a las puertas del Palacio Miraflores a exigir la libertad del líder. Hay un momento que los documentalistas irlandeses de RTE, que se hallaban en el lugar haciendo una investigación sobre Chávez, inmortalizaron en La revolución no será transmitida: la presión popular se combina con los efectivos de la Guardia Nacional –leales al presidente– y ganan la pulseada. Desde los jardines del palacio se ve cómo los oficiales de uniforme verde oliva y boina roja, que habían quedado como custodios involuntarios de los golpistas, se hacen señas, deciden retomar el control y desalojarlos. Ese momento marca el fin del brevísimo golpe a Chávez, su regreso, y también exhibe otra cosa: una alianza política entre el pueblo y su ejército.

¿Sería la misma la historia reciente del continente de no haber sobrevivido Chávez? Ahora bien, más difícil es responder qué tiene en común Hugo Chávez con Jacques Lacan. ¿Chiste porteño de Villa Freud?

De un tiempo a esta parte, si el término populismo no parece un extravío y lo que mantiene de incorrecto es precisamente lo que alienta su verdadera productividad, se debe en buena parte al empeño intelectual de Ernesto Laclau. Profesor en la Universidad de Essex desde hace 30 años, de joven militó primero en el Partido Socialista Argentino y luego en el Partido de la Izquierda Nacional junto a Jorge Abelardo Ramos. Sociólogo e historiador, asistió a clases de Borges, Rodolfo Mondolfo, y colaboró con Gino Germani y con José Luis Romero. En 1969, Eric Hobsbawm lo convidó a estudiar en Oxford y se instaló en Inglaterra. Laclau no sólo se manifiesta con gran expectativa frente al proceso político que vive América latina sino que además suele mantener entrevistas personales con varios de sus líderes. En la introducción de Debates y combates, señala: “Es para mí un motivo profundo de optimismo que después de tantos años de frustración política nuestros pueblos latinoamericanos estén en proceso de afirmar con éxito su lucha emancipatoria. Es este nuevo horizonte político el que ha estado en la base de mi reflexión al escribir estos ensayos”.

En Debates y combates, Laclau despliega cuatro rounds de ¿esgrima?, ¿truco?, ¿bridge? con variados contendientes: Slavoj Zizek, Alain Badiou, Giorgio Agamben, Michael Hardt y Antonio Negri. Los temas que discute con ellos son el populismo, la lucha de clases, la teoría marxista, la emancipación, la modernidad, la política, las propias categorías de situación y acontecimiento, en palabras de Badiou. La regla general pareciera ser una búsqueda obstinada de pervivencia de lo político en un sentido moderno, donde el discurso adquiere una sustancialidad extraordinaria, acaso el lugar y el vehículo, la arena donde se realizan las luchas por el sentido. A propósito de Lacan, para Laclau la sujeción al lenguaje vendría a indicar al discurso, al lenguaje político como el cuadro, el marco y la existencia, el devenir de la política. La cantera y la fragua, el latido y el efecto.

En la polémica con Zizek, Laclau explicita que nociones como “distorsión ideológica” o “falsa conciencia” frente a una conciencia verdadera que nos aguarda como destino superador, son incompatibles con su idea de populismo. Según él, la relación entre el concepto de hegemonía y el objeto de Lacan consiste en que lo pleno sólo puede ser tocado a través de su investimiento en un objeto parcial. Y esa parcialidad no es una parte de la totalidad, un fragmento, sino que es en sí misma la totalidad. Se accede a un universal a través de un particular. Lo pleno, la Cosa freudiana, es inalcanzable, dice Laclau. Es tan sólo una ilusión retrospectiva que es sustituida por objetos parciales que encarnan esa totalidad imposible. La simbolización política, la construcción de prácticas y discursos políticos no son un desvío, una falsedad, un lastre, sino la razón de ser de la política. Ese particular, hoy, sería el populismo. Plantear un recusamiento de la política por su carácter engañoso es lo que Laclau denomina la liquidación ultraizquierdista de lo político. Del otro lado del plano alguien podría querer abolir o mutilar la política por ser la escena del chusmerío, de la sanata. Casi por ser el último lugar de la palabra pública. Laclau ha dicho que populismo son las demandas de los de abajo que todavía no están demasiado inscriptas en el discurso político, pero que empiezan a expresarse.

El otro libro, que esta vez lleva a Laclau en el título, es un conjunto de ensayos que intentan una aproximación teórica a su obra. Compilado por Simon Critchley y Oliver Marchart, incluye artículos de ellos mismos y más de una decena de intelectuales, entre los que se cuentan discípulos y colegas, un intercambio específico entre Laclau y Judith Butler y, por último, una respuesta del filósofo argentino a cada una de las críticas planteadas por los autores. Mientras que el primer libro oficia de llave de acceso a un debate de la teoría política relativamente identificable en los últimos años, el segundo opera sobre un vasto panorama de los conceptos que Laclau ha venido trabajando en un plazo mayor. Es sin duda el segundo una obra crítica de una amplitud erudita, de laboratorio, cuyo interés dependerá del deslinde y las pertinencias que el índice ofrece.

¿A quién daña el llamado populismo? Laclau devuelve la política a espacios y tiempos reconocibles de lucha, de contienda, conflicto y persuasión. Cuando las demandas de las bases no encuentran inscripción en los modelos institucionales, dice, se da la identificación colectiva en la figura aglutinante del líder. Reducir eso a fascismo es desconocer la historia de las relaciones políticas.

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