libros

Domingo, 30 de noviembre de 2008

Costumbres argentinas

Un auténtico cambalache nacional (imágenes incluidas), en un sorprendente relato obsesionado con el bombardeo del ’55.

 Por Juan Pablo Bertazza

Corte argentino
Carlos Alvarez Insúa

heteróclites
215 páginas

Hay frases grandiosas tan repetidas que van creando nuevos significados y pierden, a menudo, su relación con el punto de partida. Tal es el caso, por ejemplo, de “herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia contra un calefón”. Gema discepoleana que, además de condensar todo lo que significa ahora, venía a cuento de la función de papel higiénico que ciertos anarquistas hacían de las Sagradas Escrituras que les regalaban en la calle. De esa inspiración parece abrevar un poco la segunda novela de Carlos Alvarez Insúa, un escritor raro, prácticamente desconocido pero a la vez entrañable que había publicado su primer libro, Señor-Triste como mi país, una década antes.

Con una búsqueda que parece conjugar la admiración, tanto por los grandes letristas del tango que en realidad son poetas, como de ciertos narradores (Arlt en especial) que tuvieron algo de letristas de tango y de poetas, Insúa se las rebusca para hipnotizar con una escritura fragmentada y caótica que desafía los pactos con el lector al tiempo que lo va seduciendo. Justamente, la frase del título, Corte argentino es de las que condensan gran cantidad de significados el corte de la carne del asado, por ejemplo, pero también el corte irrecuperable y nauseabundo de la leche pero que a la vez está anclado en un acontecimiento al que la novela vuelve y revuelve, una y otra vez, concebido como corte histórico: los bombardeos del ‘55 en Plaza de Mayo.

Es alrededor de ese hecho tanto tiempo silenciado que la narración se fragmenta deliberadamente, y en el mejor sentido de la palabra, entre personajes que llegan tan fácilmente como se van (una mujer llamada Siamés, el recepcionista de un prostíbulo y, el mejor de todos: Gorilón, un nazi argentino circuncidado que trauma a su hijo diciéndole que parece una mujer), episodios fugaces dignos de un mundo con teletransportación, referencias literarias curiosas como La bolsa de Julián Martel, marcas cambalacheras como Lord Cheseline, Underwood, Olivetti, Victoria’s Secret y La Perla, además de una serie de fotografías que, a veces, ilustran y casi siempre barroquizan y potencian lo que se cuenta, como si estuviéramos leyendo un libro y viendo su versión gráfica al mismo tiempo.

Con estructura abstracta y estilo detallista, Corte argentino es una especie de comic sin viñetas y para nada didáctico que nos habla de nosotros los argentinos de manera violenta, irritante y encantadora.

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