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Domingo, 7 de diciembre de 2008

El profeta Daniel

Daniel Chirom fue no sólo un poeta destacable, sino también un entusiasta animador del ambiente poético. Desde 1993 dirigía la revista El Jabalí. Murió el lunes pasado, dejando una obra de sobria elegancia y un par de poemarios inéditos.

 Por Juan Pablo Bertazza

Daniel Chirom (Buenos Aires, 1955-2008) fue un verdadero defensor de la poesía, porque sabía que no hay que defenderla, y un verdadero nexo entre generaciones –en 1980 hizo la Antología de la Nueva Poesía Argentina– porque sabía que la poesía no es más que una sola.

Daniel Chirom fue una excepción a esa idea, a veces cierta, de que el talento artístico se codea con la maldad o la amargura: él era una persona excelente –sensible, generoso hasta la grandeza y muy divertido en su sobria elegancia– y eso lo hizo crecer como poeta. Publicó Crónica a Robledo Puch, Los Atlantes, Candelabros, La Diáspora, El hilo de oro, El ojo de los días y Manjar del exilio, un delicioso oxímoron que acompañó toda su obra y hacía referencia al pastel de manzana que su Baba rusa le llevaba de postre al hospital donde pasaba sus días un Daniel niño, rodeado de blanco, con un peluche entre los brazos.

Y también fue un gran poeta y eso lo hizo crecer como persona.

Tal vez el rasgo más evidente de la poesía de Chirom es una religiosidad –se nota incluso en los títulos de muchos de sus poemas como “Lectura de la Biblia”, “Israel” o “Habla el profeta Daniel”– tan profunda que nunca cae en delirios místicos y trasciende las fronteras de cualquier religión, aunque uno de sus poemas más potentes es “18 de julio”, sobre el brutal atentado a la AMIA.

Entre los consejos y enseñanzas que dejó a los poetas de las nuevas generaciones (a pesar de su clasicismo, Chirom creía más en la poesía de ellos que la mayoría de quienes hoy la escriben) estaba el de no dejar demasiado tiempo un libro sin publicar, tal vez un tanto contrariado por su afán perfeccionista que dejó inéditos dos poemarios suyos, pero que también le sirvió para hacer realidad la utopía de mantener desde 1993 una revista de poesía, El Jabalí, valiosísima.

A Daniel Chirom no le gustaba que le dijeran “el dandy de la poesía”, aunque lo era. Le gustaba repetir, contradiciendo a Bécquer, que aunque no haya poesía, siempre habrá poetas.

Daniel Chirom es de aquellas personas que cuando mueren dejan un dolor muy grande, pero también la felicidad enorme de que existieron y, por eso, no van a morir nunca.

A la poesía
(de su libro Candelabros)

Sé dónde podría encontrarte
aunque enmudezcas
y no tengas sitio
y ni siquiera existas.
Al borde de ti misma
atenta a la oración del alma
encuentra en lo inútil el infinito
y en la muerte un cambio de aliento.
El cielo es tu abismo,
un ya-no-más
que convierte a los amantes en piedras.
¡Medusa, por ti declino el oro!

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