libros

Domingo, 4 de enero de 2009

Doble nacionalidad

Daniel Alarcón es un narrador hispano que vive en los Estados Unidos y escribe en inglés. La aparición de su primera novela, Radio Ciudad Perdida, suscitó importantes críticas y un inesperado debate en Perú, su país de origen, y en el ámbito hispano, acerca de quién puede escribir sobre la propia aldea.

 Por Mariana Enriquez

Radio Ciudad Perdida
Daniel Alarcón

Alfaguara
383 páginas

Daniel Alarcón irrumpió casi simultáneamente en dos escenas literarias diferentes: la peruana y la estadounidense. Y en ambas lo hizo con mucho ruido, con un volumen poco habitual para un debutante. Ocurre que Daniel Alarcón nacido en Lima en 1977, criado en Estados Unidos y residente en California, que escribe en inglés y es traducido amorosamente por Jorge Cornejo (que “peruaniza” el castellano de sus textos)– representa algo que excede su condición de escritor: la nueva generación de inmigrantes latinos cuyos padres dejaron la patria en las últimas décadas, empujados por la crisis económica, la violencia política y la creciente desigualdad en el continente. En Estados Unidos, Alarcón integra el seleccionado de los mejores entre los narradores hispanos espacio que comparte, por ejemplo, con un escritor de estilo completamente diferente como el dominicano-estadounidense Junot Díaz y, antes de publicar un primer libro, publicó relatos en The New Yorker y fue becario de la comisión Fullbright. En 2006 publicó War by Candlelight / Guerra a la luz de las velas, una excelente colección de relatos que servía como exposición de su abanico de intereses: los años del terrorismo en Perú (en cuentos como “Lima, Perú, 28 de julio de 1979”, sobre un hombre encargado de matar perros y colgarlos de los postes de luz, siguiendo órdenes de la dirigencia de Sendero); la relación con el padre y los orígenes quizá finalmente con la lengua natal en relatos como el brillante “Ciudad de payasos” (que publicó el New Yorker); y la inmigración y el exilio, especialmente en “Sobre la ciencia de estar solo”, relato sobre un joven que se queda en Lima mientras su hija y su novia se mudan a Estados Unidos para siempre, dejándolo atrás.

Un año después llegó la primera novela, Lost City Radio / Radio Ciudad Perdida, que acaba de editarse en la Argentina. En el mundo de habla inglesa le valió críticas excepcionales y en el mundo hispano abrió una discusión que, nuevamente, excede la calidad del texto. Radio Ciudad Perdida transcurre en un país sin nombre de América latina que se parece mucho a Perú–, diez años después de terminada la guerra civil y bajo un gobierno autoritario. Los hechos de guerra referidos guardan parecidos con algunos hechos reales específicos de Perú: poblaciones desaparecidas y desplazadas, el ataque y liberación de presos políticos de la cárcel de Ayacucho en 1982, los sabotajes a líneas de alta tensión que producen apagones, los juicios populares de Sendero Luminoso en poblaciones de campesinos e indígenas, las masacres de La Cantuta y Barrios Altos. Pero, al mismo tiempo, casi todos los conflictos armados de la segunda mitad del siglo XX en América latina tienen algunas características similares, y Alarcón trabaja esa generalidad porque su foco no es la teoría política, ni la ideología (en las 400 páginas de Radio Ciudad Perdida no se menciona al maoísmo ni una vez, por ejemplo). Su foco son las vidas privadas de las personas que sobrevivieron una guerra o, como escribió Sarah Fay en su crítica del New York Times, “el vacío que crea la guerra en los sobrevivientes”. Es una operación compleja y una jugada por la ficción que tiene una doble lectura: por un lado se aleja de la crónica y elige la imaginación; por el otro, al borrar lo específico corre el riesgo de caer en una neutralidad sin riesgos, accesible a cualquier paladar (global). Pero Alarcón es un escritor talentoso e inteligente; consigue un raro equilibrio y, además, Radio Ciudad Perdida no es una novela sin política: allí están las dobles vidas, la clandestinidad, la migración de la selva (el campo, la sierra) a la ciudad, las traiciones, los pasos por centros de tortura del Estado, las grandes fiestas después del toque de queda, la censura.

La protagonista principal de Radio Ciudad Perdida es Norma, conductora del programa de radio que da título a la novela, una especie de Gente que busca gente que juega en el borde de lo permitido (ella lee listas de desaparecidos y recibe llamados de familiares, y nunca sabe cuándo puede nombrar a un terrorista o a un sospechado). Su esposo, Rey, un universitario involucrado de forma bastante periférica pero constante con la IL (Insurgencia Legionaria), está desaparecido nunca volvió de la selva y ella vive en un estado de suspensión: “Cuando Rey no volvió, a Norma se le interrumpió la regla durante noventa terribles días. Se enfrentó a la posibilidad de tener que criar a su hijo ella sola, y casi se permitió un destello de felicidad... Un día descubrió en el espejo que había perdido peso, era puro hueso, macilenta y pálida. No estaba embarazada: se estaba muriendo”. Así es su muerte en vida hasta que llega a la radio, desde la selva, un niño de 10 años llamado Víctor, acompañado de su maestro, con una lista de los desaparecidos de su pueblo (rebautizado por el gobierno como 1797), donde figura el nombre (de guerra) de Rey. Y a partir de este disparador la novela va reconstruyendo el pasado de todos los personajes, hasta que Radio Ciudad Perdida se revela, hacia el final, como una búsqueda oblicua de la paternidad o de, una vez más, el origen. A pesar del escenario de “país inventado”, Radio Ciudad Perdida es una novela realista, muy poco jovial y aún menos pop; Alarcón suele decir que su influencia principal son los clásicos rusos del siglo XIX, y en Radio Ciudad Perdida se perciben aires de Vargas Llosa y el primer (y el mejor) Paul Auster. Radio Ciudad Perdida es nada menos que una novela con doble nacionalidad, peruana y estadounidense, latinoamericana y escrita en inglés, armada a partir de relatos de la historia familiar, de investigaciones, de historias de un país que encuentra al autor muy lejos y muy cerca. Es el resultado del mestizaje y la inmigración; una novela contemporánea, honesta y de una prosa nítida, en ocasiones hermosa.

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