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Domingo, 1 de febrero de 2009

Animal, político

De colección > “Pensar lo político” abre el juego de las ciencias sociales y la filosofía manteniendo el eje en una reflexión sobre lo político como quehacer esencialmente humano.

 Por Jorge Pinedo

Un lugar común achaca al viejo Aristóteles la frasecita “el hombre es un animal político”; sentencia que ha dado lugar al reduccionismo, la dispersión y al malentendido, la mayoría de las veces orientado a algo así como que la política sería como la sangre, estaría en los genes. Equívoco que marca el momento de retomar el célebre pasaje y leer: “Más que todos los animales –más que las abejas o que las bestias que viven en grey– el hombre es un animal político (...) porque es el único de ellos que tiene la palabra”. Aristóteles usa la palabra griega “logos”, que es “palabra” y a la vez “razón”, “representación” de una relación en la que existe alguna causalidad. Pensar lo político resulta entonces una necesaria redundancia, inherente a tal acción que se realiza aun en la desidia, se sepa o no, se decida o no: la apoliticidad no existe. Pero pensarlo es otra cosa. Y además, es el provocador título de una colección pergeñada entre Ricardo Alvarez de la Editorial Prometeo y Florencia Saintout, directora editorial de la Universidad Nacional de La Plata. Emprendimiento entre una pyme y el mundo académico para el conocimiento de los textos y corrientes actuales en ciencias sociales, más una apuesta por abordar autores cuya temática tradicional no necesariamente se centra en la cosa política, son las heteróclitas variables que dan brillo a la movida. Pues si bien pensadores como Teodor W. Adorno, Poulantzas, Rousseau, Habermas o Arendt hicieron de la cosa pública, en diferentes facetas, su reflexión, no puede afirmarse en forma cabal lo mismo de Lacan, Leffort, Derrida, Badiou, Gadamer, Levinas, Apel, Sloterdijk, Rorty, Foucault o el mismísimo Kant. Universo de entrecruzamientos epistemológicos, requiere de especialistas puntillosos, dotados de rigor y una trayectoria que los liga a esos autores que convirtieron en referentes. Con secuencias casi borgeanas, como el caso de Claude Leffort que es relevado por Bernard Flynn, un destacado miembro de la Sociedad de Filosofía Fenomenológica y Existencial; mientras que Martin Plot se hace cargo del volumen dedicado a MarleuPonty: un lujo. O la argentina Silvia Schwarzbök que revisita nada menos que a Teodor W. Adorno, “el último hegeliano de izquierda”.

Para abordar a Lacan, sin ir más lejos, se recurrió a Yannis Stavrakakis, griego él, doctorado en Essex bajo la égida del argentino Ernesto Laclau y su esposa Chantal Mouffe, ambos especialistas irrenunciables cuando se trata de entrelazar el psicoanálisis con las ciencias sociales.

La propuesta de la colección sigue la sugerencia de Jacques Derrida, que distingue entre “la política” y “lo político”. En tanto la primera designa el dominio práctico de la actividad humana que normativiza las relaciones entre un sujeto y sus otros, lo segundo remite a la instancia que funda dicha práctica como tal. Así, “lo político” es ese rasgo que permite reconocer o describir un acto o un gesto como tal. Esta caracterización hace que se plantee un espacio interdiscursivo, con la filosofía como hilo conductor que habilita tanto la relectura de los clásicos como de los autores contemporáneos, debates incluidos.

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