libros

Domingo, 7 de junio de 2009

Cuando la dama es la vagabunda

Basada en una historia real francamente irreal, el ingenioso Alan Bennett construyó una crónica novelada acerca de la mujer con la que involuntariamente convivió casi veinte años.

 Por Ezequiel Acuña

La dama de la furgoneta recopila las anotaciones del diario de Alan Bennett sobre la señora Shepherd, una anciana vagabunda que vivía dentro de una camioneta inmóvil donde acumulaba desordenadamente sus pertenencias. Como una de esas películas que en su presentación se declara “basada en una historia real”, la primera inquietud que genera el libro es respecto de su veracidad. Duda que si bien no desaparece del todo con las fotos que acompañan el texto, hace en buena medida al encanto del libro con cierto sentido menos melodramático que el de aquellas películas.

A principios de los setenta Miss Shepherd instaló su camioneta cerca de la casa del escritor; al poco tiempo, cansado de ver desde su ventana las repetidas agresiones contra la anciana, ataques sin un sentido más que molestar a la vagabunda un poco loca, Bennett le ofreció que pasara algunas noches en un cobertizo junto a su casa y luego que estacionara la camioneta en su jardín. Desde ese punto se desenrolla el resto de la historia: durante quince años hasta el momento de su muerte la señora Shepherd vivió dentro de su camioneta en la casa del escritor, en una rara convivencia desapegada.

La traducción de Una lectora poco común (pequeña novela sobre una reina de Inglaterra aficionada súbitamente a la literatura) presentaba el estilo aparentemente clásico de Bennett pero en verdad nada convencional con el que se dedicaba a construir un personaje. Este nuevo libro del premiado escritor inglés continúa con aquel estilo irónico y el objetivo monumental de describir con simpleza a un personaje más bien complejo y grande –en este caso, como en espejo de la reina lectora, una vagabunda excéntrica y fanática de los autos–. Y, sin embargo, es evidente que La dama de la furgoneta va un poco más allá en su forma no convencional, porque la escritura de Bennett parece aún más despojada e incisiva, como si evitara constantemente caer en lo sentimental o melodramático. Lo cierto es que alcanza su objetivo con soltura gracias a un muy buen manejo de los tonos literarios.

Si hay algo que lamentar del libro es sin lugar a dudas la traducción, no porque sea mala en sí, pero no parece captar por completo el tono de los monólogos de Miss Shepherd, esa oralidad representada con la que Bennett la deja hablar constantemente en el texto. Porque aunque forme parte del relato, la primera persona del escritor desaparece la mayoría de las veces para cederle todo el protagonismo a la anciana excéntrica. Algo de esa forma de construir el personaje desde la sombra, como si se hiciera a sí mismo, hace acordar al estilo de Truman Capote en Desayuno en Tiffany’s. De ahí la veracidad del relato que crece, junto a las fotos, y que, sin embargo, se pone en duda; de ahí las mejores páginas (algunas realmente notables) de la descripción desapegada que Bennett hace de la anciana. “Octubre de 1987. He estado filmando en el extranjero. –Cuando estuvo en Yugoslavia –pregunta Miss Shepherd–, ¿se encontró con la Virgen María? –No –respondo–. Creo que no. –Oh, bueno, se está apareciendo allí. Lleva varios años apareciendo todos los días.”

Casi una crónica pero sin dejar de ser nunca una novela, La dama de la furgoneta es una serie de artículos que Bennett publicó en 1989 ante la muerte de Miss Shepherd en el London Review of Books, con el agregado de una posdata para la publicación en formato libro en donde cuenta el encuentro con el hermano de la anciana y la búsqueda de algunos datos biográficos más clarificantes. Es posible clasificar este libro dentro de ese universo llamado non fiction, pero las fotos, la claridad literaria, el estilo de Bennett, lo convierten en un libro encantadoramente heterogéneo. Ni biográfico ni literario, ni periodismo ni melodrama, La dama de la furgoneta es algo más que una novela basada en una historia real, aunque su genialidad nos haga dudar.

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