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Domingo, 23 de agosto de 2009

VILAS, MATAS

Manuel Vilas llega esta semana a Buenos Aires por primera vez. El poeta y novelista español ofrecerá unas conferencias y tomará contacto con el público que quizá sólo conozca uno de sus poemas de culto que circula por Internet: MacDonald’s resume la visión de un Walt Whitman y un Allen Ginsberg que entre combos y hamburguesas descubre que el lugar de comidas rápidas es el templo de los pobres del mundo. En esta entrevista, Manuel Vilas cuenta cómo fue su acercamiento a la poesía y por qué el rey Juan Carlos le resulta una figura tan interesante.

 Por Martín Pérez

Ya no está más. El local de McDonald’s ubicado en la Plaza España de la ciudad de Zaragoza cerró sus puertas en marzo. Pero, como suele suceder en estos casos, el que para Manuel Vilas no sólo era el mejor restaurante de su ciudad sino también –¿por qué no?– el mejor del mundo, sigue abierto eternamente gracias a los versos de su consagratorio poema titulado simplemente con un españolizado MacDonald’s. Y la noticia del cierre del local –que si Lenin volviera, aseguran esos versos, sería su palacio sin luna, el sitio de las reuniones clandestinas– se ha multiplicado por Internet tanto como en su momento sucedió con el poema. “Es un poema que ha tenido mucho éxito”, confirma Vilas desde Zaragoza, vía mail. “En él quise retratar a la gente que va a los McDonald’s. Es un poema político, pero también es un poema de exaltación de la vida. En todas partes hay McDonald’s. Seguro que en Buenos Aires acabaré visitando alguno. Me pasó hace un mes en Venezuela”, dice el poeta y novelista, que esta semana realizará su primera visita porteña. “Buenos Aires es una ciudad adorada en España. Se la quiere y se la venera”, afirma. “Buenos Aires es Borges, pero a mí me gustaría saber si el tenista Guillermo Vilas es familiar mío. A mi padre le hubiera hecho ilusión. Lo veíamos juntos por la tele. Intentábamos encontrarle, cuando enfocaban un primer plano, algún parecido familiar.”

Aunque es prácticamente un desconocido de este lado del Atlántico, Vilas es uno de los nombres propios de la nueva generación literaria española. Nacido en la localidad de Barbastro, en la provincia de Huesca, hace 47 años, cuando se le pregunta por las pistas familiares de sus comienzos literarios, la respuesta resulta bastante particular. “Mi padre compró en los años ’70 las obras completas de Kafka. El no pudo leerlas. Le faltó tiempo. Las leí yo en su nombre.” Licenciado en Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza, supo explicar que luego de recibir el título tuvo que desaprenderlo todo para poder dedicarse a escribir. “Me cuesta mucho escribir”, ha dicho. “Me cansa. Pero si no escribo me siento mal.” Periodista desde la década pasada –compilando muchos de sus ensayos, relatos y artículos en el volumen La región intermedia (1999)–, asegura que recién con la edición de su poemario El cielo (2000) encontró su voz. “Toda mi obra es del siglo XXI”, explica, siempre con la escueta sintaxis del correo electrónico. “Me costó encontrar mi voz. Como escritor tuve un largo aprendizaje. Recién a partir de El cielo comencé a escribir con total libertad. Mezclé géneros literarios. Intenté escribir una literatura distinta. Dije no a la preceptiva. Dije no a las convenciones literarias. Dije sí a la vida. Me hice nietzscheano.”

Si bien después de El cielo publicó el libro de relatos Zeta (2002) y la novela Magia (2004), es con el premiado Resurrección que Vilas logró instalar su nombre dentro de las letras españolas. Un volumen que abre, justamente, con los versos de MacDonald’s. “Un libro moderno, de poesía antilírica, emotiva, que incorpora la temática urbana, con sentimientos de gran ternura”, lo describió la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, integrante del jurado del XV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma. Un galardón que Vilas celebró no sólo por su prestigio sino también por el nombre del poeta que lo bautiza, que asegura que marcó su aprendizaje. Y porque le permitió pasar a ser publicado por la editorial española Visor, a la que considera como mítica.

“Es un poemario arrollador y apasionado, una vindicación del mundo material de nuestro alrededor. Es un libro muy exaltado, del sí a la vida y de un sí también a los desfavorecidos, a la gente que viene del Este, de Latinoamérica o de Africa, a toda esa emigración que viene a quedarse con nosotros”, dijo entonces, aceptando gustoso las comparaciones con Walt Whitman que le atribuían. “Me ocurre con el mundo como le pasó a él: pienso que hay que exaltarlo, cantarlo y glorificarlo. Mi etapa negativa o pesimista, si se quiere lúgubre, quizá se haya prolongado demasiado, pero ahora he desembocado en una etapa de afirmación y de gozo.”

Claro que el gozo de Vilas es muy particular, y no logra esconder –o no se priva de demostrar– ironía y angustia. Algo que se puede percibir en su fascinante novela España (2008), donde la repetida utilización de un personaje que lleva su nombre juega con la autobiografía en busca de otra clase de resultados. “Es un ente de ficción que guarda conmigo una relación misteriosa”, explica el autor. “Las identidades que tenemos acaban siendo una ficción. El personaje de Manuel Vilas se funde con todo lo que ve, en un extraño acto de solidaridad. Es algo vallejiano.”

Al terminar de leer España, en lo primero que se piensa es en La exhibición de atrocidades de Ballard, por la sucesión de textos que se permiten toda clase de asociaciones con la realidad, hasta hacerla irreal.

–Leí a Ballard después de haber escrito España, es así. Entonces, me di cuenta de que había sido ballardiano sin haber leído a Ballard. De lo que cabe deducir que Ballard puede ser casi el espíritu de una época. Admiro a Ballard y, lo que es peor, lo comprendo.

Aunque el sentimiento que parece predominar en España es la angustia, puede ser también un libro muy divertido. ¿Se rió escribiéndola?

–España es una novela humorística. Yo soy un humorista. Kafka y Cervantes fueron humoristas. Sí, me reí escribiéndola, claro. El humor es revolucionario.

Fanático confeso de Johnny Cash, The Who, Lou Reed y Joy Division, entre otros, Vilas no se priva de celebrar también a Paulina Rubio y a Nino Bravo en una obra que busca afanosamente liberarse de toda clase de ataduras, y ser moderna sin escudarse en el mote de experimental. “Yo no escribo literatura experimental. Simplemente no creo en los dogmas literarios, ni en los políticos, que acaban siendo el mismo dogma. Tampoco escribo para entretener a la gente. Escribo con toda la libertad de la que soy capaz de adueñarme”, dice Vilas, que asegura haberse dado cuenta de que el nombre de su novela, España, incomoda muchísimo. “Me gusta nombrar lo que no conviene nombrar, una actitud que ha formado parte históricamente de la literatura”, asegura. “Un escritor tiene que resultar incómodo, tiene que hacer literatura de verdad, tiene que escribir su propia literatura. No se puede escribir en 2009 como se escribía en 1989. Un escritor es su tiempo, pero muchos escritores escriben como se escribía en un tiempo anterior al suyo, y no lo saben. Son un déjà vu y no lo saben. O a lo mejor sí lo saben y les da igual”, calcula Vilas, que no utiliza su búsqueda estética como coartada para esconderse de la política.

“He intentado salir del cerco político con lo que escribo, salir de lo que se supone que debe escribir un escritor en España que quiera ser leído. Los escritores tienen miedo. No saben lo que quieren. Les gustaría tener el prestigio de Joyce o de Kafka, pero sin renunciar a vender millones de ejemplares.”

Cuando se le pregunta por su libertad para cargarse a España, el rey Juan Carlos y todo lo que se le ponga por delante, Vilas matiza semejante afirmación. “No, no es exactamente que me cargue todo eso”, aclara. “Simplemente hablo de esas cosas. Hablo del rey Juan Carlos. Es un hombre que me interesa mucho. El lo sabe todo. Juan Carlos I es como Cervantes. Lo saben todo, y nos lo cuentan con ternura. En mi próxima novela, Aire nuestro, que se publica en octubre y es una indagación de la globalización, aparece Juan Carlos III. Pero el rey Juan Carlos debería generar más literatura”, asegura quien ha dicho que España es un país crepuscular, que vive bien porque ha heredado las bases económicas occidentales. “El PSOE se negó a reinventar una identidad nacional, una identidad alternativa a la identidad vergonzante de la derecha”, le explicó en su momento al periodista Jordi Colominas. “No tenemos identidad. Pero está bien. Por otro lado, a los franceses no les va mejor. En realidad, todo es USA. El franquismo se cargó la identidad nacional, y la democracia no ha sabido generar una identidad nacional progresista y distinta. Todo esto es muy complejo. Yo no soy historiador, ni sociólogo. Describo lo que veo, pero no sé muy bien qué significa lo que veo. En realidad, yo he llegado a la escritura política a través de la parapsicología y de un deseo salvaje de ser libre. Soy un poco médium: oigo a los muertos decirme que los engañaron.”

Algo que se percibe en la vitalidad de la prosa y la poesía de Vilas, que no desea ser engañada y a la que la vida se le escapa –y se renueva– en cada verso. Es poesía urbana, tanto en Resurrección como en Calor (2008), su último poemario, en el que –como asegura Vilas– Hegel y los Stones se mezclan casi naturalmente. Mucho se ha hablado de esa clase de poesía que agarra a su lector del cuello, pero –como señaló magistralmente la profesora María José Hernández Lloreda– la poesía de Vilas se ajusta como pocas a la condición necesaria y suficiente para que algo sea buena poesía, según el periodista, poeta y novelista español Alber Vázquez: “Lo primero que un poeta debe hacer, cuando se topa con el contrario, es arrearle un cabezazo en el esternón para, así, dejarle sin respiración. Y una vez que el defensor esté en el suelo e indefenso, tienes que darle con el puño cerrado en la cara hasta que te sangren los nudillos. Si los nudillos no sangran, no pares, porque todavía el tipo no ha recibido lo suficiente. Y al balón que le den por culo. Y al defensor contrario que le den por culo. Y a toda la puta afición que atruena en la grada que se la lleven los mil demonios. Pero tú dale fuerte al puto defensa. Con saña. Hasta que te pida, por tu santa madre, que pares. Entonces, sólo entonces, estamos hablando de poesía, de auténtica poesía, cuya lectura te sacude las entrañas”.

Así es la obra de Manuel Vilas, que asegura que Latinoamérica es el futuro. Que el futuro es tan obvio como el pasado. Y que en su MacDonald’s se siente en paz con todos, arañando la felicidad. Ante tanta carne abundante por tres euros.

Manuel Vilas impartirá el taller Ficción y autoficción más allá de los géneros literarios este jueves 27 y viernes 28 en Florida 943, de 10 a 12.30, con cupo limitado. El viernes 28 realizará una charla pública en Paraná 1159, a las 19. Entrada libre y gratuita.

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