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Domingo, 3 de noviembre de 2002

CUANDO UN ESCRITOR ES POCO
LOS OFICIOS TERRESTRES

Los oficios terrestres

La multiplicación de “escribidores”, característica de la cultura industrial, generó la aparición de un polémico oficio, poco conocido y por lo general mal entendido, el del “editor”, encargado de mejorar los originales que reciben las editoriales antes de su publicación.

por Florencia Verlatsky

Es hora de mostrar la tarea del escriba en las sombras. ¿En qué consiste un editing? Calcando la inútil y a la vez pragmática definición que pergeñaron los autores de cierto test de inteligencia –”inteligencia es lo que mide este test”–, arriesguemos una primera noción: “editing es lo que hacen los editores de textos”.
Empecemos por los textos de no ficción: ensayos, testimonios, recopilaciones temáticas, libros escolares, diccionarios, enciclopedias. Nuestra tarea consiste básicamente en leer. Pero somos unos lectores especiales: primero, porque estamos muy entrenados; segundo, porque vemos bajo el agua, vemos la estructura formal del texto. Y, a veces, en esa estructura puede haber inconsistencias, errores de lógica, contradicciones, repeticiones, faltas. Entonces, sugerimos: agregar una categoría, quitar otra, fundir dos capítulos. O bien: agregar datos, darle forma de testimonio o de artículo periodístico, o de carta. “Acá no conviene este tono tan solemne”, “allí funcionaría mejor un tono coloquial”. Nuestra tarea es un diálogo con el autor.
Pasemos a los textos de ficción. Contra lo que el sentido común indicaría, hay maneras de participar que no consisten en “meterse” con el texto, sino en mediar entre el autor y su texto. Los “escribas” aparecemos cuando todavía hay tiempo para un último ajuste, en caso de que sea necesario (y ésta no es una acotación menor: es tan importante saber lo que hay que hacer como saber cuándo no intervenir). Por ejemplo, señalamos una incoherencia en algún personaje, o en la trama, o un bache narrativo. A veces, detectamos que una parte del texto está allí por una necesidad del narrador, y no del personaje (por ejemplo, cuando un personaje explica algún aspecto de la trama a otro, o hace una recapitulación de lo ocurrido). De esto, tal vez el autor no se haya dado cuenta, porque los textos son seres complejos que requieren muchas lecturas, muchas miradas, y una vez que se han despejado los problemas más grandes, la siguiente lectura detectará los más chicos, que sólo se han hecho evidentes porque el terreno ya estaba desmalezado. Por eso es necesaria la tarea del editor de textos: cuatro ojos ven más que dos. Y cuatro ojos bien entrenados, más todavía.
Además, está la pasión. Los editores de textos trabajamos apasionadamente para que “el libro quede bien”. Lejos de la ominosa conjura que suponen algunos escritores, la tarea editorial es, en la mayoría de los casos, un brillante trabajo de colaboración, un trabajo en equipo con los responsables de las demás etapas (diseñadores, correctores, tapistas) y, sobre todo, con el autor.

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