libros

Domingo, 3 de noviembre de 2002

EL OFICIO DE EDITOR

El francotirador

En dos libros de reciente distribución, Lo peor no son los autores. Autobiografía editorial 1966-1997 y Banco de pruebas. Memorias de trabajo 1949-1999, Mario Muchnik traza su autobiografía en el mundo del libro y reflexiona sobre el estado de la edición independiente.

Por Rubén H. Ríos
Anverso y reverso del oficio de editor, cara y ceca del mundo editorial europeo y latinoamericano, revés de la trama –en cualquier caso– del oficio de escritor y de las celebridades literarias de toda una época, testimonios entre crudos y elegantes (y, a veces, francamente irónicos) de una vida dedicada al noble negocio de hacer libros, estos que ha escrito y editado Mario Muchnik no sólo ostentan como su mayor logro la cuidadísima edición. Desde las cubiertas a dos colores que recuerdan a la puesta en el Broadhurst Theater de Broadway del Amadeus de Peter Shaffer, en 1983, hasta el papel y la impresión –”compuesta en tipos Aster de 12 puntos”–, los volúmenes exhudan un extraordinario celo y un amor casi artesanal por el objeto-libro. Sensualidad gráfica que no opaca, sino más bien intensifica, eso que se desprende de los textos: una ética de editor, una posición sostenida contra viento y marea, ante la cultura.
En una época en que la mercadotecnia y la pragmática del best-seller, la trasnacionalización de las industrias de masas y el retiro de las vanguardias artísticas marcan a fuego las políticas de las casas editoriales, el prestigio de Mario Muchnik (que le ha servido de mucho en su carrera) se basa precisamente en poner freno a las prescripciones del mercado. Sus emprendimientos editoriales hasta la fecha bastan como prueba de una voluntad que, en la hora del canto de cisne de los pequeños editores culturales, continúa apostando a favor de la literatura y el pensamiento, de la “gran lectura”, de espaldas a las modas y los iconos de los suplementos culturales.
Editor del último Cortázar, de Onetti, Carlos Fuentes, Sabato, Italo Calvino, Primo Levi, Henry Miller, Gore Vidal, Bioy Casares, Roa Bastos, George Steiner, Asturias, Nicolás Guillén, Malraux, Susan Sontag, Rafael Alberti, pero también de Deleuze (en 1975), de Marcelo Cohen (en sus comienzos), de Oliver Sacks, Monterroso, León Poliakov, Víctor Farías, Albert Cossery o Elias Canetti cuando éste todavía era un desconocido para el gran público, antes de la obtención del Premio Nobel en 1981; director general de Seix Barral entre 1982 y 1983, de Anaya & Mario Muchnik entre 1991 y 1997, director de colecciones en Robert Laffont; su aureola de francotirador cultural se acrecienta a medida que las grandes editoriales (y las que no lo son tanto) sucumben a la ley de la mercancía.
Ese pasaje de un eje a otro de la industria editorial, de una época a otra, se encuentra narrado muy fluidamente (Muchnik es muy hábil para el diálogo y evoca personajes por medio de dos o tres rasgos) en Banco de puebas, donde la autobiografía vocacional (de la física a la foto, de la melomanía a los libros) se abre hacia la memoria directa de su experiencia como editor, desde 1966 junto con su padre, Jacobo Muchnik –el mítico editor de Fabril–, pasando por Muchnik Editores, hasta transitar por los grandes grupos editoriales, en los cuales, por otro lado, no le fue muy bien.
En Seix Barral, debido a los manejos de Joan Seix, que tenían como fin adueñarse espuriamente de las acciones de los Muchnik en la empresa, violando acuerdos tácitos entre Seix padre y Jacobo Muchnik. En Planeta (que adquirió Seix Barral y Ariel), por el narcisismo dictatorial de Fernando Lara (“tú no eres un empleado!”, le habría dicho al despedirlo como director). Y en Anaya porque –aparte de la censura al famoso cuadro de Coubert El origen del mundo que ilustraba la tapa del catálogo de la primavera de 1996, calificado de pornográfico– Germán Sánchez Rupiérez, presidente del Grupo y según Mario Muchnik el último self made man de la edición española, fue rindiéndose a los nuevos tiempos. En 1998, en consecuencia, se encontraba sin un centavo y sin trabajo.
Seguramente por eso, y a excepción de Carlos Barral, Giulio Einaudi, Jorge Herralde, Esther Tusquets, y Miguel García –dueño de Visor Distribuciones–, son muy escasas las palabras elogiosas (aunque abunda la cortesía) hacia los capitanes de la industria editorial. Los retratos impiadosos de Muchnik dejan adivinar un trasfondo mezquino y sinuoso que piensa la edición de libros algo superfluo, completamente anudado a intereses mercantiles y sin pizca de ética. En contraste, Jacobo Muchnik –de quien se publica Memorándum sobre la ética profesional y Anexo para abogados, acerca del asunto con Joan Seix y Montserrat Salvat, viuda de Víctor Six– aparece como la figura tutelar que introduce al hijo en el mundo de los editores y escritores (en oportunidad del Premio Formentor de 1962, en Palma de Mallorca), lo acompaña en las primeras armas y le transmite de modo inconsciente una ética de editor, tanto en los negocios como en la elección de los textos.
Como su padre, Mario Muchnik no dudará en publicar libros de cocina (o best-sellers como De parte de la princesa muerta de su amiga Kenizé Mourad) si a partir de ellos consigue financiar ediciones que juzga de valor cultural y literario. Y con alguna chance de cubrir los costos.
De cualquier modo, está claro que con quienes más cómodo se siente es con los escritores. Con ellos se entiende mejor y le da más gusto conversar, beber whisky largamente, comer. Celebraciones de la amistad con Cortázar (rememorado sin cursilería en su último verano en Segovia), con Italo Calvino, con Oliver Sacks (un excéntrico) o Sabato (lo conoció a los catorce años), que sólo conforman una parte de esa sensibilidad artística de Mario Muchnik y su admiración y respeto por el protagonista cultural. De Mozart al fotógrafo norteamericano David Douglas Duncan, de Einstein a Canetti, un hilo muy sutil los hermana ante sus ojos. Especialmente la narración del encuentro con el último de ellos, luego del premio Nobel, en un exigüo y penumbroso departamento de Zurich, expresa la devoción de un hombre comprometido con la cultura que ve en Canetti la “férrea pureza” de un escritor consagrado, como en una religión laica, a la palabra y al pensamiento.
Mario Muchnik nació en Buenos Aires en 1931 y emigró en 1949. Estudió física en la Universidad de Columbia, en Nueva York, y trabajó en el Instituto de Física de Roma, donde en 1960 participó en el descubrimiento (de gran impacto por entonces) de la antipartícula sigma-más. Al poco tiempo fue internado, víctima de una parálisis histérica, en una clínica psiquiátrica. Se divorció y conoció a su actual mujer, Nicole. Psicoanálisis de por medio, en 1966 abandonó la física y se dedicó a la fotografía. Desde 1973, al fundar Muchnik Editores, viene destacándose desde Barcelona y Madrid (donde hoy reside) como un editor estrella, un héroe cultural, un heterodoxo del negocio del libro. Solitaria estrella, por lo demás, con casi treinta años de carrera.

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