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Domingo, 25 de octubre de 2009

Golpe a golpe

Si en Soldados de Salamina Javier Cercas partía de un episodio real de la Guerra Civil Española para adentrarse con contundencia en la ficción, Anatomía de un instante plantea un dramático duelo entre realidad y ficción donde lo real impone su peso: el Tejerazo de 1981 y su figura clave, Adolfo Suárez, bajo la mirada de un narrador anatomista.

 Por Samuel Zaidman

Anatomía de un instante
Javier Cercas

Mondadori
464 páginas

Cuando el 23 de febrero de 1981 el teniente coronel Tejero, al mando de un grupo de guardias civiles, toma por asalto el Congreso, España enfrenta el momento más crítico de su transición democrática. El español Javier Cercas escribe una minuciosa crónica del fallido golpe de Estado, el contexto histórico que lo hace posible y su trama secreta. Pero no es un cronista ni un historiador sino esencialmente un narrador de ficciones, de ahí que, por supuesto, el libro pueda leerse como novela pero, sobre todo, sea posible leer el punto de vista de un novelista.

De hecho, el propósito central del texto, y el deseo que le da origen, no es revelar los misterios de una enorme y compleja conspiración; por el contrario, su objeto es mucho más pequeño y, al mismo tiempo, más inaccesible: tratar de entender el significado de un gesto. El gesto de Adolfo Suárez, presidente del gobierno español, quien pese a la orden de los golpistas de tirarse al suelo, y a los disparos intimidatorios, y mientras todos los diputados buscan refugio bajo sus bancas, permanece sentado en su escaño, inmóvil y desafiante, en medio de las balas. No es el único que resiste el ataque con semejante audacia, tampoco se esconden el vicepresidente, general Gutiérrez Mellado, y el secretario general del Partido Comunista, Santiago Carrillo. No es casual, porque los tres han sido los grandes protagonistas de las reformas que permitieron dejar atrás el franquismo y están dispuestos a jugarse por ellas. Las cámaras de la televisión española registraron los hechos, es la escena final de un drama histórico que Cercas reconstruye para explicar la conducta de sus héroes. Aunque sabemos que la suerte del golpe la decide el rey Juan Carlos al condenarlo y defender las instituciones vigentes, hubo una dosis suficiente de ambigüedad en esa decisión como para que las cosas hubieran tenido otro desenlace. Seguramente para un historiador el protagonista de aquella dramática jornada es el rey, no para un novelista como Cercas que, renunciando a la ficción y ateniéndose a los hechos, percibe lo heroico en el hemiciclo del Congreso, en tres hombres cuyo valor trasciende la victoria o el fracaso.

Esa tarde del 23 de febrero el gobierno y los diputados están reunidos en el Congreso para aprobar la designación de Leopoldo Calvo Sotelo como nuevo presidente. Suárez ha presentado su renuncia hace un mes, víctima de una profunda crisis política, en la cual la abrumadora mayoría de la clase dirigente le ha quitado apoyo a su continuidad. Lo han dejado solo, a él que ha llevado adelante una transición que parecía imposible, que ha tenido la habilidad para integrar a franquistas y comunistas bajo una misma ley. Es su último día en el cargo, es su muerte política. Es un pobre final, pero la violenta entrada de Tejero le da la oportunidad de elegir la forma de esa muerte. Frente al gesto de Suárez, Cercas recuerda una idea de Borges, aquella que dice que cualquier destino consta de un solo momento, el momento en el que un hombre sabe para siempre quién es. Creyó entonces que la comprensión de ese instante exigía una novela, que sólo la ficción podría iluminar la realidad. Escribió un primer borrador pero no estuvo satisfecho porque descubrió que los textos periodísticos y testimoniales en los que se basaba eran en gran parte fantasiosos e inciertos. Para no agregar una ficción a otra, emprende su propia investigación para establecer primero la verdad y construir luego un relato imaginario. Es posible pensar entonces que Anatomía de un instante es el resultado de un duelo entre realidad y ficción donde lo real se impone por su propio peso dramático y simbólico. “Por una vez –dice Cercas–, la realidad me importaba más que la ficción o me importaba demasiado como para querer reinventarla sustituyéndola por una realidad alternativa.”

“Por una vez”, dice, porque ese duelo define su escritura y hasta aquí había triunfado la novela. En Soldados de Salamina, por ejemplo –el libro que en 2001 lo consagra como escritor al recibir los elogios de la crítica y vender más de un millón de ejemplares en todo el mundo–, la ficción intenta comprender una mirada, la del soldado republicano que perdona la vida de su enemigo, permitiéndole huir. Es un episodio menor de la Guerra Civil Española pero el que huye es nada menos que el fundador de La Falange. En aquel cruce de miradas, Cercas cruzaba realidad y ficción. Ahora, en Anatomía de un instante, nos dice claramente que esto es real, pero lo deslumbrante es cómo vemos desplegarse la percepción de un narrador: el que en un gesto descifra una vida y en una vida descifra una de las transformaciones políticas más notables del siglo XX. Libro borgeano en más de un sentido, es el relato de la construcción de un héroe: Adolfo Suárez, el franquista, el demócrata, el converso.

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