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Domingo, 27 de diciembre de 2009

EL PAPEL DE INTERNET

Veteranos del copyfree

 Por Alfredo Jaramillo

Cuando se les pregunta por poesia.com, muchos de los que protagonizaron la escena de los ’90 recuerdan con nitidez un símbolo particular: la estampa de una remera. Visto en retrospectiva, y lejos de la supuesta contradicción de recurrir a la serigrafía para promocionar un sitio de Internet, las remeras con el logo de poesia.com se convirtieron en un signo de que la poesía ya no era sólo un fenómeno de bibliotecas. Pero cuesta pensar que, en 1996, cuando la palabra Internet era un humo indeciso en la cabeza de los incipientes internautas argentinos, hubiera otra forma de promocionar una página sobre poesía online sino a través de, por ejemplo, una prenda de vestir.

Poesia.com fue un proyecto que se le ocurrió al poeta Martín Gambarotta cuando Emilio López Penna, su co-fundador, le mostró Internet por primera vez. Un año después se sumaron Daniel García Helder y Alejandro Rubio, con quienes Gambarotta formó un consejo editorial que se mantuvo hasta 2006, cuando el sitio se bajó de la red. Sin embargo, la página todavía está indexada en los sitios de búsqueda, como indicio de una época en la que los sitios en español eran casi inexistentes, y las páginas en lengua hispana se podían contar con las teclas del mouse.

El objetivo del sitio era reponer clásicos ocultos e inhallables, y ofrecerlos a los internautas de forma gratuita, en una página de fácil navegabilidad y acceso. Poesia.com salió ininterrumpidamente durante diez años, de manera regular cada tres meses, y en su blogroll (aun cuando ese concepto no se usaría hasta unos años después, cuando los blogs vinieran a arrebatarles a las páginas web el cetro de espacio de circulación privilegiado de la poesía) llegaron a publicarse, antes de que se editaran en papel, poemas de Juan Desiderio, Verónica Viola Fisher, Gabriela Bejerman, Martín Armada, Damián Ríos y Sergio Raimondi.

Todo esto antes de que la llamada “burbuja de las puntocom” hiciera que cientos de sitios argentinos se cayeran en algún momento pasado el año 2000, a causa de una inversión exagerada que no cumplió con las expectativas de los emprendedores. Caso contrario al de los poetas que, como algunos insectos, presentan un poco más de resistencia ante las catástrofes.

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