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Domingo, 3 de enero de 2010

El país de nieve

Antártida es el primer libro de cuentos de la irlandesa Claire Keegan, donde ya se define su estilo de lacónica tristeza y verdades a medias que identifican su narrativa.

 Por Nina Jäger

Los personajes de Antártida, el primer libro de cuentos de una de las voces más reconocidas de la narrativa irlandesa, viven el hábito como algo infernal. Por debajo de la mansedumbre de su cotidianeidad se vislumbra apenas, por detalles, algo oscuro. Antártida ganó el William Trevor Prize, el Rooney Prize for Irish Literature y fue elegido Libro del Año por Los Angeles Times, que con bastante acierto comparó a la autora con Raymond Carver. Sin duda la melancolía, los abandonos y la tensión que se esconde por detrás de lo inmutable son un motivo para esa comparación –que tal vez cabría extender a Hemingway–. Claire Keegan pone el ojo en lo que existe de turbio por debajo de la placidez del campo y de la vida en familia. Pero, además, la crítica la ha comparado reiteradas veces, tal vez por compartir una voz narrativa oblicua, retorcida y misteriosa, con Flannery O’Connor. La ficción, dijo Keegan, no viene de las ideas; la escritura no viene de las ideas.

En estos cuentos, casi todos narrados en un presente con aire de absoluto, el hábito es prácticamente un protagonista. Y por eso los finales no parecen tales, porque la tensión sólo se adivina muy por debajo de lo que verdaderamente ocurre. El ejemplo más cabal tal vez sea Donde el agua es más profunda, en el que todo lo importante parece estar escondido entre las líneas. Una au pair –jóvenes que viven temporariamente con una familia de otro país y a cambio del alojamiento cuidan y educan a los hijos de sus huéspedes– se encariña de una manera peculiar con un chico y lo cuida de sus miedos. Por debajo de eso, sin embargo, parece haber un clima turbio en una casa de gente cuestionable, insomnios, relaciones que se redefinen una y otra vez ante cada nueva situación.

Keegan parece escamotear el acontecimiento en sus relatos; y eso, en juego con su prosa poética, genera un clima de misterio y tensión que persiste hasta la última línea. En la superficie de Hombres y mujeres nada parece cambiar. Pero por detrás de una serie desafortunada de eventos navideños, una niña se decepciona de su padre y deja de ser una hija ejemplar, aunque sólo en los detalles. “Pienso en Santa Claus, usando el mismo papel de envolver que nosotros y, de pronto, entiendo.”

Sin duda uno de los mejores cuentos del libro es “Sopa de pasaporte”. Una mujer insiste en culpar a su marido por la desaparición de su hija de nueve años con la insólita técnica de volver a hablarle después de meses. “Frank ha llegado a no esperar a nada”, “se ha convertido en el marido invisible” y la mujer entonces, al culparlo “con palabras afiladas que vuelan como cuchillos”, al no serle más indiferente, lo reconforta.

El primer cuento, que da título al libro, cuenta cómo una mujer que parece felizmente casada decide probar acostarse con otro hombre, a quien le cuenta que en su visión del mundo el infierno es un lugar gélido, vacío. Los relatos de Antártida, así como los de Recorre los campos azules, el segundo libro de cuentos de Claire Keegan, tienen ese aire tormentoso que ella marcó como inherente a su pueblo: “Nosotros, los irlandeses, tenemos una enorme capacidad de amargura”. Y en la narrativa de Claire Keegan Antártida es el lugar infernal por excelencia.

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Antártida Claire Keegan Eterna Cadencia 201 páginas
 
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