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Domingo, 8 de diciembre de 2002

RESEñAS

La pérfida Albión

RIVERO
Hugo Alberto Bottazzini

Editorial Ciudad Gótica
Buenos Aires, 2002
400 págs.

POR SERGIO MORENO
Hugo Bottazzini no es historiador, pero marca una raya en la arena del tiempo y revisita una historia olvidada, tanto como lo ocurrido antes de la infausta y reciente fecha de la guerra de Malvinas. Bottazzini ha escrito una novela vigorosa y vehemente en la cual la historia que relata es excusa necesaria para contar –en un comienzo– parte de aquella historia olvidada. Rivero, opera prima del autor, recupera la memoria, sin piedad, con la dureza de los hechos que ocurrieron allá cuando nació la Argentina y comenzaba a perderse a manos de los mismos que continuaron armando la ingeniería del despojo nacional.
Una primera lectura nos indica que Rivero es la historia novelada de un gaucho cuyo padre combatió a las tropas inglesas en ambas invasiones a Buenos Aires a principios del 1800, aquel gaucho que no dudó embarcarse rumbo a un paupérrimo archipiélago perdido en el Atlántico sur, que combatió la invasión a las islas, y que murió demostrando su valor, propio de Aquiles, en la batalla de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845. A su vez, Rivero es una coartada que utiliza Bottazzini para recorrer la historia de una relación –a entender del autor– dolorosa y perjudicial, tal la que intercepta los destinos de la Argentina y la Gran Bretaña. Desde antes mismo de nacer, la historia del gaucho Antonio Rivero está impregnada de Inglaterra. Desde la muerte de su padre en combate contra los “casacas rojas” en Uruguay –luego de haber salido ileso de las invasiones a Buenos Aires de 1806 y 1807– hasta su martirización en la Vuelta de Obligado, el personaje-excusa de esta historia vive rodeado de ingleses, alguno de los cuales fueron sus amigos.
Bottazzini no escatima imprecaciones contra el Reino Unido. Historia, en un prólogo que hace las veces de advertencia al lector, un relato de intereses comerciales, de traiciones, de porcentuales, de platos que se inclinan para el mismo lado. Bottazzini recorta una historia donde Inglaterra es, siempre, la “pérfida Albión”.
Rivero se yergue así como la representación de un país, el país rural, el del gaucho que dio su sangre en cuanto combate se atravesara en el camino de la patria, primero por la independencia, después en las guerras intestinas. Bottazzini realza este valor, reviste al gaucho Rivero con los atributos de un guerrero puro, honesto, naïf y dispuesto a todo sacrificio por su país, de cuyo sufrimiento y destino, entiende el autor, el personaje es plenamente consciente.
A diferencia de Martín Fierro, el gaucho Rivero no duda sobre lo que debe hacer, y lo que debe hacer es, siempre, pelear por su patria. El universo que se derrama en Rivero es la historia del combate entre el bien y el mal, categorías que el revisionismo histórico argentino puso en bandos bien definidos. Bottazzini tributa a esa lógica, que agiganta con un relato minucioso, comarcal, costumbrista y heroico.
Rivero, la historia de un gaucho que intenta ser parábola de un país, contiene en sus entrañas una exhaustiva investigación en bibliografías también exhaustivas, generosas y, algunas de ellas, olvidadas. Exhumado el personaje, la historia regresa de ese olvido. Esta novela es, también, un ejercicio más de la memoria, que Bottazzini propone como un banquete donde el menú principal es reflexionar sobre la patria.

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