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Domingo, 9 de enero de 2011

Modernos y mafiosos

Don Winslow fue investigador privado y luego comenzó a escribir novelas policiales especializadas en el mundo de la mafia, revelando a qué negocios se dedican los herederos de El Padrino en tiempos de mercados diversificados y globalizados.

 Por Fernando Krapp

En la colección Roja & Negra publicada por Mondadori –fiel heredera de la vieja Séptimo Círculo y de la no tan vieja Serie Roja– su editor, Rodrigo Fresán, sumó a su catálogo una novela llamada El poder del perro, estremecedor y megalómano relato sobre las últimas noticias del narcotráfico a nivel mundial. El autor, Don Winslow, era un total desconocido para el público hispanoparlante, al igual que sus anteriores trabajos en el género. Ahora, en el caudal de best sellers veraniegos aparece una novela de Winslow de 2006 a considerar: El invierno de Frankie Machine.

A Frank Machiano le gusta surfear, vender carnada en un parador de la costa, hablar con la gente, ser un buen tipo. Claro que eso no le alcanza para costear la educación de su única hija, así que también está en el negocio inmobiliario. Pero un día, unos chicos vienen a buscarlo para pedirle un trabajo distinto del de vender lombrices o casas. Un trabajo vinculado con el antiguo oficio de Frank; ser un matón de la mafia de San Diego, con una intachable trayectoria en su haber, alimentada por las leyendas que inspiran su singular seudónimo: Frankie Machine. Desglosar aquí la trama resultaría un tanto contraproducente, ya que cada eslabón de información que Winslow suelta cuidadosamente con cuentagotas y en lugares estratégicos de su novela, reformularían en buena medida el cuerpo del relato. Vale decir que con un tono seco, heredero del famoso hard boiled de Cain, Hammett y los desconocidos de siempre, el ritmo de lectura, más cercano al montaje vertiginoso de Buenos muchachos que a los largos protocolos de El Padrino, avanza imparable hasta el último punto.

El invierno de Frankie Machine. Don Winslow Planeta 413 páginas

Mientras Frank se oculta y escapa tanto de la policía como de un grupo de mafiosos que quieren su cabeza como trofeo, recuerda, y asistimos al pasado reprimido de Frank, quien estuvo fuera de “servicio” por más de veinte años. Winslow entonces arma la estructura de su novela como si fuera un juego de black jack y él nuestro croupier omnisciente: para entender por qué lo quieren matar, Frank vuelve a su pasado en distintos flashbacks, que funcionan dentro del relato como pequeños cuentos, o episodios cerrados, sobre su sentimental educación mafiosa. Al igual que en una novela de aprendizaje, o como los guionistas del cine clásico norteamericano lo llamaron (y los siguen llamando) “el camino del Héroe”, descubrimos en los recuerdos de Frank cómo fue que devino en matón de la mafia. Hacen su aparición entonces los referentes: El capo Bap, cuyas enseñanzas Frank recapitula a cada rato; el compañero de aventuras, Mike Pella; los distintos capos que ascienden y caen al ritmo de los nuevos negocios. Winslow recapitula aquella vieja enseñanza de Scott Fitzgerald (pasada por Chandler): el carácter de un personaje define la acción.

A pesar de que a Frank no le tiembla el pulso a la hora de bajar muñecos, tiene un código. Como Phillip Marlowe, es un tipo moral dentro de un mar de inmoralidad. Aunque su moral es personal, al igual que su ética. No soporta a los soplones, pero no duda en trabajar para un policía a la hora de capturar a un violador de niños.

El género policial –sea del color que fuere– nunca dejó de tener un fuerte lazo con la realidad. De ahí que muchos escritores del género consideren a sus novelas como verdaderas crónicas de denuncia sobre relaciones de poder que se articulan en la sociedad capitalista; aquello de que, al decir de Brecht, no hay diferencia entre robar un banco y fundarlo. El propio Winslow denunció en su novela El poder del perro, con datos reales, las nuevas rutas del narcotráfico y las víctimas que quedan en su camino.

Si bien con un menor grado de ambición literaria, El invierno de Frankie Machine, además de ser un entretenimiento, corre el velo de la realidad norteamericana para mostrar las distintas caras que tomó el dinero en los últimos treinta años; la industria pornográfica, el gran auge de la cocaína en los estratos más altos, y estafas financieras a prestamistas y ahorristas. Pero, a pesar de que los negocios cambien de forma, como ya lo señaló James Ellroy en Los Angeles al desnudo, la cara del poder sigue teniendo la misma expresión: el trasfondo de corrupción política que sostiene el entramado y se alimenta de esos negocios hasta agotarlos y desecharlos cuando ya no le sirven más, y se convierten en un mal recuerdo, una cuenta pendiente.

Como dice el propio Frank: “Todo va a parar al dinosaurio de todos modos. No importa quién apague la luz; siempre está oscuro”.

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