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Domingo, 29 de mayo de 2011

DOBLE O NADA

Justo antes de escribir El poder del perro (Roja & Negra), su obra más celebrada, Don Winslow se liberó de sus trabajos cotidianos con una novela violenta, sexual y divertida en la que se pueden encontrar ya los rasgos que lo convertirían en una figura nueva e insoslayable dentro del policial. Este es un fragmento del prólogo con que la colección Roja & Negra presenta Muerte y vida de Bobby Z.

 Por Rodrigo Fresán

UNO Desde el principio de los tiempos, la figura del doble –las narraciones sobre el doble– gravitan sobre nosotros y nos miran mirarlas. Así, en inmemoriales textos religiosos y leyendas, el Bien y el Mal son hermanos siameses de polaridades opuestas pero tan indivisibles como complementarios. La idea del doble –las tramas con doble– nos inquietan y nos atraen porque, en realidad, más allá de los vericuetos de un argumento que se muerde la propia cola, de lo que en realidad nos hablan y susurran, siempre, es de ese tema tabú, de esa sombra a cuyos pies vamos pegados: la esquiva pero palpable figura de quién querríamos ser, quién podríamos haber sido, quién renunciamos a ser, quién nunca seremos. Ser o no ser o ser otro sin dejar de ser uno mismo, esa es la cuestión.

DOS Una de las variantes más fértiles del doble o nada son esas novelas o películas donde alguien es suplantado por alguien que se le parece demasiado con/para fines más bien cuestionables. La mentira, el engaño, la tramoya, el plan arriesgado pero (si sale bien) salvador siempre son parte del perfil del doble. Entonces, la ficción coquetea con la realidad para que, enseguida, la realidad imite a la ficción y proponga intrigas donde de lo que siempre se trata es de la alteración de la Historia previa modificación de la historia. De mover los hilos que mueven los poderosos para hacerles comprender que, también, esos hilos los mueven a ellos. Sí: se puede ser grande o pequeño pero siempre se será un títere. Lo único que cambia es el tamaño del escenario del teatro de marionetas.

TRES Lo que nos lleva a Muerte y vida de Bobby Z y a ese momento en que un agente de la DEA llamado Tad Gruzsa le informa al presidiario Tim Kearney (condenado a cadena perpetua por degollar de manera más bien poco ortodoxa a un colosal Angel del Infierno y ahora recluido en una prisión donde lo que sobran son Angeles del Infierno más que preparados para vengar al compañero caído) que es igualito a un tal Bobby Z, Señor de la Droga mexicano, Big Cartelero. Y que un tal Don Huertero –nombre casi mágico-realista, pero de magia bien negra y oscura; aquí no hay personajes que vuelen pero sí son varios los que vuelan por los aires cuando Don Huertero así lo dispone– tiene cautivo a otro agente de la DEA.Y Don Huertero está dispuesto a canjearlo por Bobby Z, célebre contrabandista y alguna vez carnal suyo. Pero, atención, Don Huertero quiere vivo a Bobby Z para –ínfimo pero decisivo detalle, letra pequeña en el contrato, cláusula clave– tener el placer personal no de recibirlo con fiesta y mariachi y piñata, sino de convertirlo en piñata humana. Léase: matarlo bien muerto y lentamente. El problema, claro, es que el verdadero Bobby Z ya está muerto. Pero, como ya se dijo, Kearney es su virtual doble. Así que –como decía esa voz en la grabadora de Misión: Imposible– “su misión, si decide aceptarla”.

Y ya saben cómo sigue.

Pero no.

CUATRO Porque una de las virtudes de Muerte y vida de Bobby Z es su capacidad para sorprender a cada vuelta de página y de carretera del sur de California y norte de México. Su indisimulable placer en desconcertarnos con cada giro y curva peligrosa de personaje donde, enseguida, destaca la fatal novia de Bobby Z y su hijo de seis años y variadas y siempre listas a la hora de ladrar y morder jaurías de motociclistas, indios, policías, guardaespaldas con cuentas pendientes no sólo con Bobby Z sino, también, con Tim Kearney. Y tras los pasos de Tim/Bobby va, también, el lector en uno de esos libros que se leen entre carcajadas y temblores. Y más carcajadas. Porque, por encima de todo, Muerte y vida de Bobby Z es un libro muy pero muy divertido.

Muerte y vida de Bobby Z. Don Winslow Roja & Negra 284 páginas

Muerte y vida de Bobby Z –nada es casual, se trata de una novela de preso que ya no quiere serlo– es, además, el libro que, en 1997 y ya con varios títulos en su haber (incluyendo la serie del detective Neal Carey), liberó a Don Winslow. Muerte y vida de Bobby Z sacó a Winslow de una sucesión de múltiples trabajos –entre los que figuraban el de detective y guía de safari– para concentrarlo en la escritura.

Cuenta Winslow (Nueva York, 1953) que escribió Muerte y vida de Bobby Z –título que le significaría un contrato a largo plazo con la prestigiosa editorial Knopf– yendo y viniendo en el tren suburbano Metrolink, día tras día, entre las estaciones de San Juan Capistrano y el centro de Los Angeles: “Yo siempre quise ser escritor antes que nada. Me ganaba la vida como investigador privado; pero en esas largas sesiones de vigilar a un sospechoso dentro de un automóvil, yo leía y estudiaba a Raymond Chandler y a John D. Mac Donald y a Robert Parker. De ellos aprendí que la intriga es importante. Pero igualmente importantes son el estilo de la escritura y el tratamiento de los personajes. En realidad, el personaje lo es todo para mí. Si al lector no le importa o no se preocupa por el personaje, entonces mucho menos va a preocuparle lo que vaya a sucederle. La trama no me interesa tanto, pero sí me interesa cómo organizarla alrededor de los personajes. Una vez que descubres quiénes son ellos, su historia se cuenta sola. Con Muerte y vida de Bobby Z supe que había alcanzado nuevas alturas, un nuevo comienzo. Hasta entonces, yo ya empezaba a pensar que mi carrera de escritor estaba terminada. Me ocupaba de casos del tipo legal. Mucha burocracia, poca emoción. Y empecé a escribirla mientras iba y venía del trabajo en tren. Fue entonces cuando descubrí que era mucho más divertido escribir en el tren que leer en el tren. Escribía un capítulo de ida y un capítulo de vuelta. Y encaré la redacción del libro con una actitud cercana a las artes marciales. Ya sabes, aquello de ‘¿Cómo hacer para tallar a golpes un elefante en un bloque de madera’. Sencillo: sacas a golpes todo lo que no hay de elefante en ese bloque de madera”.

CINCO Y, sí, abundan los golpes en Muerte y vida de Bobby Z y –tal vez beneficio de su génesis ferrocarrilera– todo parece, siempre, a punto de descarrilar. Y Muerte y vida de Bobby Z ya anticipa, también, las sombras de lo que será la indiscutible ópera magna de Don Winslow hasta la fecha: El poder del perro (2005). Aquí ya están los agentes de la DEA que no saben para dónde disparar, las cejas enarcadas de traficantes latinos, las mujeres calientes, los enfrentamientos entre machos alfa, ese país radiactivo al sur del Río Grande tan absolutamente maléfico como el Mordor de El señor de los anillos, y la sed de venganza, que siempre se sirve fría y nunca se quita del todo.

Pero si en El poder del perro la referencia automática es la ambición operística, histórica, histérica y casi gore y el fraseo de ametralladora de James Ellroy; lo que prima en Muerte y vida de Bobby Z es la composición de caracteres, el ritmo relajado y tenso al mismo tiempo que sólo regala la mejor marihuana, la coreografía perfecta de quienes entran y salen (a veces abriéndose camino a balazos) y el sincopado y humorístico sentido del diálogo de Elmore Leonard y Carl Hiassen. Este último –refiriéndose a Muerte y vida de Bobby Z– la definió como “eso que ocurre cuando te expulsan del Hotel California”. Michael Connelly dijo que leerla fue “recordar lo que sentí cuando tropecé con ese secreto que era Elmore

Leonard”. Y Robert B. Parker –aquel a quien Winslow diseccionaba mientras esperaba dentro de su auto– concluyó que “la historia de Bobby Z canta en cada una de sus páginas”. Y ninguno de ellos miente al referirse a esta novela donde todos engañan y la única ley vigente es la Ley de Murphy.

SEIS Ah, me olvidaba: Don Winslow alguna vez escribió una novela titulada A Winter Spy bajo el alias de McDonald Lloyd.

Y –esto a Don Winslow no le causa la menor gracia– hay por ahí otro escritor que no es él, pero que se llama Don Winslow, dedicado exclusivamente a la literatura erótica. “No deja de ser un problema. Porque la gente me busca en Internet y sale ese otro Don Winslow y cada vez que salgo en un tour de presentación de mis libros me veo obligado a aclarar en las invitaciones que yo no soy él y que no he escrito nada titulado Esclavas de Roma”, suspira el creador de Tim/Bobby, esclavo de la DEA.

El que a hierro escribe, a hierro vive: es doblemente peligroso meterse con los dobles. Lo que nos lleva, de vuelta, a lo del principio y al principio de esta novela que –antes de alcanzar ese final dorado en alta mar– en tierra firme y de máxima seguridad, ya en su primera línea, difícil soltarla después de haberla leído, nos anuncia y nos invita a que nos enteremos cómo fue que Tim Kearney se convirtió en el legendario Bobby Z.

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