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Domingo, 5 de junio de 2011

Fuerza bruta

Tras los pasos de los legados por Lacan, Barthes y Foucault, llegaron los últimos seminarios dictados por Jacques Derrida antes de su muerte, en 2004. La bestia y el soberano no es sólo material para expertos, sino de amenas y claras exposiciones de un docente universitario que pensó el umbral entre el hombre y la bestia.

 Por Diego Peller

Cuando muere un filósofo, lejos de clausurar su obra y fijar para siempre su sentido, se inaugura una etapa particularmente controvertida de su recepción. Pululan herederos que se disputan el privilegio de ser reconocidos como depositarios legítimos del valioso legado simbólico, pero también material, ya que suele estar en juego la posesión y edición de manuscritos, correspondencias, apuntes. Emblemático es el caso de Jacques–Alain Miller, yerno y albacea literario de Jacques Lacan, quien controla desde su muerte la publicación de sus célebres Seminarios. Ahora, tras su fallecimiento, en 2004, con la publicación en dos volúmenes –el primero el año pasado, el segundo acaba de salir– del seminario La bestia y el soberano, le llega el turno a Jacques Derrida, último sobreviviente de la gran generación de intelectuales ligada al Mayo francés. Intelectual prolífico, Derrida tenía la costumbre de redactar casi por entero sus clases, por lo que se dispone del equivalente a unas 14.000 páginas impresas (la decisión de los editores fue comenzar por el último de estos seminarios, pero proyectan publicarlos todos). Si tenemos en cuenta que esas notas sirvieron como base para la mayoría de sus libros, cabe preguntarse por la novedad que aportará al lector el acceso a este material. Pues bien, hay que decir que no se trata de una novedad absoluta, que vaya a introducir un giro abrupto en la comprensión de su obra, pero sí de una diferencia en el tono –distendido, relajado, amigable– con el que Derrida relee y comenta con su auditorio los textos amados. Tratándose de un autor tantas veces acusado de difícil, si no de deliberadamente incomprensible, más de uno se sorprenderá gratamente al descubrir en estas páginas al profesor universitario pausado, cauteloso en sus marchas y contramarchas.

La bestia y el soberano pone en relación, ya desde el título, dos cuestiones que Derrida había abordado previamente, pero que solo en este seminario cruza de manera sistemática. Se trata de dos problemáticas centrales en el debate filosófico actual: la primera es cómo pensar la soberanía, el gobierno y la comunidad más allá de todo fundamentalismo; una conversación en la que Toni Negri, Jean-Luc Nancy, Roberto Esposito, y Ernesto Laclau son algunos nombres clave. La segunda es el umbral inestable entre lo animal y lo humano, una cuestión que ha conducido a un verdadero “giro animal” en los estudios filosóficos y culturales, en la línea biopolítica abierta por Foucault y continuada por Giorgio Agamben (con quien no casualmente Derrida polemiza en su seminario).

Seminario. La bestia y el soberano Volumen I (2001-2002) Volumen II (2002-2003) Jacques Derrida Manantial 406 y 356 páginas

En el primer volumen, partiendo de la célebre fábula de La Fontaine sobre El lobo y el cordero, Derrida relee la larga tradición occidental de pensamiento sobre el vínculo entre fuerza bruta y derecho, de Maquiavelo a Schmitt, pasando por Hobbes y Rousseau, para así esbozar una “taxonomía de las figuras animales de lo político”, en la cual las figuras del lobo, la loba, y el hombre como “lobo del hombre”, resultarán centrales. Reconstruye así la compleja lógica según la cual, por un lado, bestia y soberano se oponen y se constituyen en esa misma oposición (la razón de ser del soberano es proteger a la comunidad de la amenaza de “las bestias salvajes”) pero, al mismo tiempo, soberano, bestia y gran criminal comparten un estar por fuera –o por encima– de la ley, que hace que terminen asemejándose de manera perturbadora, como el reciente debate por la muerte de Bin Laden no ha dejado de actualizar dramáticamente.

En el segundo volumen, Derrida se detiene en la lectura minuciosa de dos textos sumamente heterogéneos: Robinson Crusoe, de Daniel Defoe, considerado la primera novela inglesa, y el seminario de Martin Heidegger Los conceptos fundamentales de la metafísica: Mundo, finitud, soledad, impartido en 1929-1930.

Derrida reconstruye en ambos textos una trama común acerca de la soledad y el presunto “estado de naturaleza”, la isla desierta, el naufragio como tabula rasa y la excepcionalidad del náufrago como “fundador” y colono, ofreciendo así un agudo análisis de cómo la construcción de un espacio como “desierto” y del hombre como aquel que está “solo entre las bestias”, soberano absoluto de su isla –y del mundo– es un paso previo a la colonización, la domesticación y el exterminio. Una lógica que en nuestro país –piénsese en la histórica campaña a un espacio que estaba cualquier cosa menos desierto– también produjo efectos devastadores.

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