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Domingo, 31 de julio de 2011

La hoguera de las excentricidades

Jonathan Lethem lleva publicada una obra considerable, pero distintas circunstancias relacionadas con las traducciones y crisis económicas varias desordenaron su edición en español. De hecho, Chronic City es su primer libro que se publica directamente en Argentina. Como sea, este escritor, a quien obsesivamente tratan de encasillar en la ciencia ficción, aborda en su nueva novela una visión alucinada y excéntrica de una ciudad de Nueva York que entre los atentados del 11-S y la crisis financiera de los tres últimos años, parece haber soltado amarras hacia la locura.

 Por Martín Pérez

Tres dólares. Ese es el último precio que Jonathan Lethem confiesa haber escrito en la primera página de un libro usado, y no hace tanto tiempo. Lo comenta divertido, después de pensarlo un rato, sorprendido ante la pregunta. “Se trataba de unos paperback de Graham Greene”, asegura el escritor norteamericano, dueño de una librería de usados en Maine, donde veranea con su familia desde hace más de una década. “Soy algo así como un dueño honorario, porque el trabajo de verdad lo hacen mis socios”, casi se disculpa Lethem, autor de una decena de volúmenes de cuentos, novelas e incluso ensayos sobre cultura popular y masiva que lo han convertido en ineludible referente de la última generación de la literatura anglosajona, profesor de escritura creativa en la Universidad de Pomona, California, pero que no siente que sea nada raro estar involucrado en esa clase de librería. Después de todo, asegura, la mayor parte de su vida la ha pasado entre libros usados, de uno u otro lado del mostrador. Alguna vez le han preguntado cómo sabe el precio que hay que ponerle a un usado, y su respuesta risueña fue la única posible para un amante de los géneros populares, cuyas primeras novelas homenajeaban, a su manera, tanto los policiales negros como la ciencia ficción: “Si te lo dijera, tendría que matarte”.

YO VIVO EN UNA CIUDAD

A una década y media de la aparición de su primer libro, Gun, with occasional music (1994), Lethem ya llevaba diez años consagrado como una suerte de escritor oficial de Brooklyn –gracias a las dos grandes cumbres de su obra, las novelas Huérfanos de Brooklyn (1999) y La fortaleza de la soledad (2004)– cuando finalmente terminó de cruzar el East River para poner sus dos pies en Manhattan con la aparición de Chronic City, editado originalmente en inglés dos años atrás, no sin cierta polémica. Un ejemplo de la misma fue el trato que le dio el influyente New York Times: destrozado apenas salió por su crítica estrella, Michiko Kakutani, terminó el año siendo elegida por el periódico como uno de los privilegiados diez mejores libros del 2009 según su suplemento literario. Parecería que a los neoyorquinos les costó asimilar el retrato que Lethem hizo de ellos y de su ciudad. “Hubo ciertamente una pequeña controversia”, acepta Lethem, dejando escapar una risa breve del otro lado de la línea telefónica. “Pero lo que pasa es que creo que el libro es algo así como una de las manchas del test de Rorschach, o un espejo, que te lee al mismo tiempo que lo lees. Así que cada crítico que se enfrenta con él tiene para ofrecer una descripción diferente.”

Alguna vez Lethem citó con admiración a Ian McEwan, cuando el escritor británico aseguró que “salir a presentar un libro es como ser un empleado de lo que fuiste”. Pero trabajando por un momento de autor de Chronic City, cuenta que la novela está enmarcada entre el atentado a las Torres Gemelas y la última crisis económica. “El primer impulso antes de tener nada parecido a una novela entre mis manos fue notar cómo, durante la primera década del nuevo siglo, Nueva York se transformó en una caricatura de sí misma, una especie de realidad virtual o un holograma”, asegura Lethem, que asegura que a pesar de ese punto de partida, en última instancia, Nueva York no terminó siendo el tema de su libro. “Porque, más que la vida de una ciudad, la novela trata sobre la vida de una conciencia que habita la ciudad.”

Una definición que se hace real cuando, al leerla en Buenos Aires, los pasos de comedia melancólica de sus protagonistas enmarcados en toda clase de delirios, como la soberbia y los misterios de sus gobernantes, las andanzas de un tigre suelto en la ciudad o la pérdida del control de una perforadora automática de túneles para el subte, la hacen sentir como una historia decididamente porteña. “Es el mejor elogio que puedo escuchar”, se entusiasma su autor desde Maine. “Me hace recordar cuando, refiriéndose a La fortaleza de la soledad, la gente me decía que era como si hubiese escrito de su niñez, aun cuando habían crecido en Dublin o Chicago, bien lejos de Brooklyn.”

Para muchos, La fortaleza... es el libro con el que encontraste tu propia voz...

–Hay quienes opinan así, es verdad. Pero es lo que les pasó a los Beatles con Sgt. Pepper’s, que fue el disco que mejor anunció al mundo su mutación. Pero los que conocemos más la historia del grupo sabemos que eso sucedió un par de discos antes, con Rubber Soul y Revolver. A mí me sucedió calladamente para el mundo, pero muy ruidosamente para mí, con un libro llamado Paisaje con muchacha (1998), uno de los mas pequeños respecto de mi reputación, pero que me cambió totalmente. Después vinieron las novelas que anunciaron al mundo ese cambio, que son, según con quién hables, Huérfanos de Brooklyn y La fortaleza...

¿Qué le sucede a un autor cuando encuentra su voz?

–Es temporalmente algo liberador, pero el único problema es que es al mismo tiempo inevitable y necesario sentirse atrapado otra vez, y hay que descubrir un nuevo camino hacia la libertad. Y para eso, cada libro es su propio, no sé... cohete. Y te lleva a un nuevo lugar, donde se desarma y tenés que empezar a construir uno nuevo. Chronic City sigue siendo mi última novela, y todavía me puedo meter en los zapatos del que la escribió como para hacer una entrevista de una manera creíble, pero no puedo habitar más sus personajes. Ya he sido exiliado de esa tierra, ese libro ya es un mundo distante para mí.

LO QUE SUENA EN LA RADIO

Por esas cosas de los vaivenes de la economía y los designios editoriales, a pesar de lo extensa y prolífica que ha sido su carrera, y más en el último tiempo, la obra de Lethem es poco menos que desconocida en nuestro país. Como su contemporáneo Michael Chabon, justo cuando se tradujeron sus mejores obras estas sólo aparecieron en España, y en ese entonces –primera mitad de la década pasada– un libro importado era algo poco menos que prohibitivo. De vez en cuando se pueden descubrir algunos ejemplares perdidos de La fortaleza de la soledad en alguna librería y Todavía no me quieres –su anterior opus– ya tiene su edición de bolsillo, pero se podría decir que la aparición de Chronic City es nada menos que un pequeño acontecimiento, ya que se trata de la primera edición local de Lethem. Es más: aun cuando la traducción es española, obra de Cruz Rodríguez Juiz, prácticamente no sufre de los españolismos terminales que suelen convertirlas en ilegibles, tal vez porque sus protagonistas no son precisamente marginales y entonces no hay necesidad de castigar al lector con ninguna jerga.

El único detalle tal vez sea que Chronic City no es el libro prototípico de Lethem, o más bien es decididamente el más indulgente. “Es verdad. Pero es que me sentí muy libre escribiendo esta novela”, explica. “Porque era necesaria esa libertad para que el lector pudiese entrar en su mundo. Así que puse en ella todo lo que me pasaba cerca.” El lector ocasional también se puede sentir indulgente divirtiéndose con cada uno de sus pliegues, disfrutando con cada pequeño dulce envuelto en las idas y vueltas de sus protagonistas: Chase Insteadman, un niño actor que vive prácticamente de su vieja fama, de novio con una astronauta que no puede volver a casa; Oona Lazlo, su distinguida amante cómplice; y Perkus Tooth, tercero en discordia, el personaje más inolvidable del libro, un crítico paranoico, obsesionado por la cultura popular y la virtualidad, que en uno de los momentos cumbres de la trama abraza lo que negó ser durante todas sus páginas: un crítico de rock.

“Hay un chiste personal oculto en esa confesión”, revela Lethem. “Porque desde que empecé a publicar, como lo hice en un principio desde ese ámbito, todo el mundo insiste en preguntarme si me considero un escritor de ciencia ficción. Y siempre soy muy cuidadoso al responder, porque no siempre me lo preguntan con las mejores intenciones. Pero la pregunta es tan recurrente, y la he contestado de tantas maneras distintas, que siempre bromeo que alguna vez simplemente diré: Sí, soy un escritor de ciencia ficción, ¿y qué?”

Pero más allá de la broma privada, detrás del personaje de Tooth y su confesión hay un homenaje de Lethem a una generación de pioneros de la cultura rock que tuvieron la valentía de crear un género a partir de la nada, como Robert Christgau, Lester Bangs o Greil Marcus, entre otros. “Porque todos ellos tomaron algo totalmente efímero como la música que sonaba en la radio, de lo que nadie creía que se podía escribir seriamente, y no sólo se lo tomaron en serio, sino que llegaron al punto de afirmar que ése era el arte de nuestro tiempo. ¡Y lo terminó siendo! Su valentía intelectual lo hizo posible, y hoy es algo que damos por hecho, e incluso se enseña en la Universidad. Perkus es mi personal homenaje a esos valientes, a los creadores de ese lenguaje secreto.”

Casi como si estuviese encarnando a su personaje, Lethem se vistió de Perkus Tooth para su siguiente libro, un volumen dedicado a They Live!, una oscura película del director de culto John Carpenter. “¡Y ahora lo he vuelto a hacer!”, se entusiasma, explicando que acaba de terminar un libro sobre Fear of music, el disco de los Talking Heads. Si el trabajo dedicado a Carpenter inaugura una colección de libros monográficos sobre películas, el de los Talking Heads formará parte de la exitosa colección que seguramente inspiró esta flamante aventura cinéfila, llamada 33 1/3, que examina minuciosamente un disco. “Hace tiempo le había pedido al director de la colección que me reservase Fear of music. Y al final recibí su llamada diciéndome que, si quería que ese disco siguiese siendo mío, debía ponérmelo a escribir.”

La labor de crítico de rock no es algo ajeno a Jonathan Lethem, ni tampoco a su literatura. Dividiendo en dos La fortaleza de la soledad, sin ir más lejos, figuran unas fascinantes liner notes de un disco inexistente, compilando la obra musical del padre de uno de los dos protagonistas del libro, escritas justamente por el otro protagonista. Su anterior novela, la menor y algo decepcionante Todavía no me quieres, cuenta la historia del ascenso y caída de un grupo de rock indie que aún no ha terminado de existir cuando ya ha terminado su carrera. Y en uno de los últimos números de la sorprendente revista McSweeney’s, dirigida por Dave Eggers, Lethem celebra la obra de Big Star, la banda de culto de Alex Chilton y Chris Bell.

La idea de escribir sobre Fear of music viene, explica, de un breve ensayo autobiográfico originalmente publicado en The New Yorker, titulado The Beards (2005). “Es un texto en el que hablo de la experiencia de identificarse tanto con una obra de arte que querés sacársela de las manos a sus autores, y protegerla incluso de ellos. Tengo la sensación de que la única persona que entiende lo poderoso que es Fear of music soy yo, incluso los Talking Heads traicionaron ese disco en sus trabajos posteriores. Una idea que es, por supuesto, muy Perkus Tooth”, se divierte Lethem. “Así que estoy tratando a Fear of music de la misma manera en que Harold Bloom escribiría sobre La Tierra Baldía, de T. S. Elliot: como si fuese un monumento total de la cultura, del que nunca podés decir suficiente. ¡Acabo de terminar 200 páginas sobre ese disco, pero creo que podría hacer varios libros!”

PARA LA LIBERTAD

Al mismo tiempo que termina su libro sobre Talking Heads, Lethem confiesa estar preparando el camino hacia su próxima novela, que según parece será algo ambicioso. “Estoy juntando material para un libro ambientado a mediados del siglo pasado, en los años ’50 y ’60, que es muy diferente a cualquier cosa que haya hecho antes. Porque incluso La fortaleza... toca un tiempo y un lugar, los ’70, que puedo sentir en el cuerpo, puedo tocar el ADN de ese tiempo con mi experiencia. Pero esta época es imaginaria para mí.”

Los protagonistas de su próxima novela serán de la izquierda norteamericana, y teniendo en cuenta sus obsesiones, es imposible no pensar en ellos como los utopistas norteamericanos inmediatamente anteriores a la ciencia ficción o la cultura rock.

“¡Es que eso es lo que yo hago! Hacer chocar la realidad con una irrealidad muy inconsciente, o una virtualidad. Y ahora me estoy centrando en esa utopía que fue el comunismo norteamericano, un sueño ideológico intenso. Estoy muy interesado en utopías temporales, o inconscientes, que existen o que son destruidas. La fortaleza... describe muchos de estos sueños: el de los hippies, el de los cineastas experimentales que creen estar haciendo algo importante pero son rápidamente olvidados, el de los autores de graffiti que inventan una realidad alternativa y por un momento incluso pueden vivir dentro de ella. Y el comunismo norteamericano fue una de estas utopías.”

Además de hablar de esta incipiente novela, una curiosa confesión aparece en las últimas entrevistas de Lethem, que es la de estar releyendo la obra de Julio Cortázar. “Es verdad, pero el que me llevó hasta Cortázar fue Roberto Bolaño.” ¿Cómo es eso? “Es que siento que tienen una conexión poderosa”, explica. “Son escritores caracterizados por una total libertad. Algo parecido a lo que yo sentí al escribir Chronic City, sin querer compararme. Pero es que Cortázar y Bolaño se permiten decir lo que quieren, incluyen en sus obras lo que desean, quieren comerse el mundo completamente y lo logran.”

¿Cuál es la razón por la que la cultura literaria norteamericana abrazó tan rápido a Bolaño?

–No podría explicarlo, no tengo esa respuesta. Pero es vergonzante lo que dice este fanatismo por Bolaño de la esporádica atención que los norteamericanos tienen sobre otras literaturas. Una vez por década la cultura literaria norteamericana se entusiasma con un escritor traducido, pero siempre es sólo uno. Lo que puedo decir de Bolaño es que representa a su tiempo, y que la libertad de su literatura lo ha transformado en una figura global. Aún estamos intentando entender qué puede significar una literatura global, pero Bolaño señala el camino.

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