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Domingo, 8 de enero de 2012

El Tucumanazo

Además de recorrer el mundo como marino mercante, Hugo Foguet tuvo tiempo para escribir una novela inolvidable como Pretérito perfecto, varios libros de cuentos y una destacable obra poética, que acaba de recopilarse en un volumen de Ediciones del Dock auspiciado por la Universidad Nacional de Tucumán. Nació en 1923 y murió en 1985 en San Miguel de Tucumán, la ciudad que inspiró su imaginario, pero que aparece como un lugar cosmopolita, síntesis de muchos vectores de la cultura del interior y de las vanguardias que se arraigan en provincias con una inusitada intensidad. Un rescate de un autor que en varias oportunidades, desde los años ’80, entró y salió de la escena literaria argentina.

 Por Irupe Tentorio

Existe en San Miguel de Tucumán un puñado de poetas e investigadores académicos que conservan el acervo de toda la obra del escritor Hugo Foguet, novelista, poeta y cuentista, tan extraño como pionero. Luego de su muerte, en 1985, para muchos se hundió en el más ominoso de los anónimos, pero para los más cercanos sigue siendo el único escritor tucumano que en su imponente novela Pretérito perfecto –polifónica y dialógica– retrata los recovecos de lo que fue el “Tucumanazo” y el clan de la familia Navarro Sorensen, metáfora del poderío económico y político de la clase oligárquica azucarera que vio su esplendor a fines del XIX y principios del XX. Escritor tucumano por excelencia, supo abrazar el futuro desde su tierra, pero no haciendo referencia a una determinada categoría literaria sino más bien en la condición que desde su imaginario apenas logró abandonar su tierra. Toda su obra rechaza de inmediato el mote de “localista”. Foguet fue local en un sentido de insistencia, construido desde esa distancia objetiva que le dio su vida de marino mercante.

A mediados de este año, con el impulso de la Universidad Nacional de Tucumán, Ediciones del Dock, sumado a la gentileza de su sobrino, el poeta Javier Foguet e hijo, Fernando Foguet, se logró publicar la totalidad de su obra poética. Están incluidos aquellos poemas publicados en el diario provincial La Gaceta y el racimo de poemas que aparecen en Naufragios, publicado en forma póstuma y en el que están incluidos los poemas de Lecturas (1976) (Primer Premio Bienal Jaimes Freyre, Tucumán) y Los límites de la tierra: en el canal (1980), que recibió el segundo galardón de poesía del mismo certamen en 1981, cuyo jurado estuvo a cargo de los poetas Olga Orozco, Roberto Juarroz y Raúl Gustavo Aguirre.

Luego de leer a Foguet, recorrer San Miguel es dar con el mundo propio que creó, localizado en lo geográfico y móvil en el tiempo, que se continúa en sus novelas y cuentos. Poblado de personajes que volvemos a encontrar, una y otra vez, en diferentes momentos de sus vidas, como si las páginas de sus escritos fueran un mapa de la ciudad. Y el hecho de que fuera un escritor contemporáneo hace que ellos crecieran y envejecieran con nosotros, acompañándonos. “Cuando se publicó Pretérito..., todos nos buscábamos entre sus personajes”, cuenta entre risas, Inés Aráoz, su última mujer.

Aquí, en San Miguel, es fácil dar con la generosidad de sus amigos, familia y amores, porque volver a recordar a Foguet y pensar en que tal vez toda su obra se vuelva a editar es, como lo señala el significado de este verbo, “engendrar, dar la vida”. Además porque en esta recopilación de datos sobre su vida se logra fantasear con lo que hubiera pretendido sobre el futuro de su obra, ya que los recuerdos abren, desde la entonación apasionada de Inés Aráoz, una ventana para espiar un episodio inolvidable del pasado. Al contar cómo se conocieron en aquella reunión de poetas tucumanos y porteños, en el brillo de su mirada, flamea aquella joven mujer, y brilla aún más al relatar sobre la intimidad de los días vividos en su “Casa barco” donde aún reside.

“Hugo fue un escritor bastante escéptico. No hizo nada por sus escritos, decía que si algo era necesario, cristalizaba. Era muy observador, tenía una mirada fotográfica, con una mente impresionante. Loco por Mozart, escribía con frases extensas, respiraciones largas. Cuando nos conocimos yo recién terminaba de leer Pretérito perfecto y cuando la leí, encontré el Tucumán cosmopolita que yo veía, porque también es cierto que nunca le interesó que su escritura sea localista.”

La voz del poeta Arturo Alvarez Sosa, amigo y periodista, cuenta que Foguet fue un cuentista por excelencia. “No olvides que por el cuento ‘Playas’ fue premiado nada más y nada menos que por Jorge Luis Borges en el primer concurso internacional de cuentos organizado por el Círculo de Lectores.” Dicho cuento formó parte de la edición Cuentos de hoy mismo (1982). Póstumamente se publicó en Convergencia(1985), cuya gestión estuvo a cargo de Inés Aráoz y la edición fue hecha por Ada Korn. Sin embargo, su debut lo llevó a cabo en el diario provincial durante 1956 con el cuento “Fantasma”, entre otros. Al contrario de sus novelas, los cuentos están desprovistos de una contextualización clara y precisa, más bien responden a diferentes tonos. Ya lo ha dicho Pierre Reverdy (“la imagen poética se produce cuando se aproximan dos mundos”) y esto es lo que sucede con la escritura de Foguet: cuanto más extraños sean esos mundos, más rica será la imagen, pero nunca olvidando el arraigo en la tierra natal.

Se logra ver en sus escritos cómo fue capaz de romper los moldes tradicionales que en aquellos años se dieron entre los escritores del grupo norteño La Carpa. Fue con esta impronta como Foguet, en su novela Frente al mar de Timor (1976), relata las peripecias y la irrupción de una mujer, cronista porteña, en zona tucumana. Sus altibajos y asombros con los demás habitantes de San Miguel. Personajes que se destacan del resto por sus intereses y que Foguet los vuelve a nombrar en sus novelas. En cada uno de ellos se definen los diferentes discursos con respecto a una misma ciudad. El amor idealista generado por la distancia. Crónicas sobre calles y plazas tucumanas. El contraste de la mirada local con la extranjera. Los detalles del imponente cerro San Javier. Leyendas urbanas y la nostalgia del mar, que en el autor fue su residencia durante su vida de marino mercante. Desde su barco, vía telegrama, enviaba a su editor las correcciones. Porque todo escritor necesita, para poder seguir escribiendo, en algún momento dado, y en su propia medida, la destrucción de lo escrito. Toda utopía, como la que crea Foguet, satura la idea ilusoria hasta un extremo inconcebible. Pareciera ser que el pasado se añora en un imaginario ideal, el presente inscripto en la violencia y los grises, temples del cotidiano, y un futuro en busca del “mar de Timor, un espacio geográfico que, en esta novela, quedará en el imaginario de los personajes, ya que dicho lugar jamás será abordado.

Luego de la publicación de Frente al mar de Timor, donde ya hace referencia a los hechos sucedidos en el “Tucumanazo”, decide continuar dicha historia en Pretérito perfecto (1983), pero esta vez desde la alternancia del presente y el pasado. Como señala Juan José Hernández, esta última novela se organiza sobre tres núcleos narrativos: la reconstrucción histórica y subjetiva de Tucumán, las connotaciones políticas del presente de la escritura, donde se desarrollan los hechos del “Tucumanazo” y el espacio ecuménico del pensamiento, es decir, los personajes centrales, Maximiliano y Furcade son los principales voceros de los pensamientos del autor. En esta novela, el relato está contado por una serie de entrevistas que lleva a cabo Ramón Furcade a la anciana interlocutora de clase alta azucarera, Clara Matilde Páez Navarro Sorensen, en busca de un tiempo perdido, intentando reconstruir la historia de Tucumán, desde diferentes perspectivas.

En Pretérito perfecto, novela escrita en el trascurso de seis años, Foguet entra y sale de la periferia al centro, cargándolo todo de sentido. En agosto de 1972 aún resuenan los ecos del Mayo francés y hay zonas del libro que son relatadas como si estuviera localizada en las calles de París. El asombro del experimento narrativo se presenta como un desafío, exigiendo una participación realmente activa por parte de los lectores que deberán reconstruir este Tucumán como si fuera un rompecabezas.

Entre este puñado de personas que estudian y conservan su obra se encuentra Isabel Aráoz, licenciada en Letras, quien escribió un libro sobre la obra de Foguet (sin parentesco con Inés, la última mujer del escritor) y comenta que, para él, “la tradición literaria” pareciera ser todo aquello que se ha podido leer vorazmente. “Pretérito perfecto se desenvuelve como un catálogo, un gran artefacto literario y un archivo de la cultura. A partir de la nómina de autores y libros inventariados es posible analizar el campo literario local. Su pertenencia se define por medio de las posiciones y las tomas de posiciones que se dejan leer entre líneas: cada uno de los personajes discute apasionadamente cómo se debe escribir la literatura desde estas latitudes, con predilección del género de la novela y la poesía, frente a una herencia literaria que trasciende las fronteras nacionales o la región del Noroeste. La novela es un mapa de la ciudad, sus avenidas y calles principales, sus plazas, sus edificios emblemáticos, sus anécdotas entrelazadas, los personajes que la recorrieron en el pasado y que ahora caminan Furcade y varios de sus amigos. También las barricadas y los enfrentamientos. La ciudad se multiplica, además, desde la casa de los Navarro Sorensen hacia otros espacios interiores, otras casas, que unen sus historias privadas al tronco del clan, a través de sus antepasados. Una ciudad convertida en metáfora, que es diferente a la que escribieron Tomás Eloy Martínez, Elvira Orphée, Juan José Hernández o Eduardo Perrone.”

La fuerza con que una imagen literaria, o de la realidad, perdura en la conciencia individual y/o colectiva, es impredecible. El mismísimo Foguet proclamaba “la escritura como aventura. Pero entendamos: no se trata de las vicisitudes de un héroe sino de las vicisitudes del lenguaje. La escritura como aventura de la palabra”. Ya que la fuerza de ésta, si se quiere en la complejidad y en la consistencia de lo que fueron sus imágenes construidas, para muchos, desde hace treinta años, gira alrededor del corazón y la perpetuidad de su Tucumán natal.

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