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Domingo, 12 de febrero de 2012

Nobleza gaucha

Crítico y coleccionista de cine argentino, Fernando M. Peña ha llevado adelante una historia, de los últimos cien años no sólo desde la teoría y la historia, sino también desde la experiencia de su contacto directo con una filmografía perdida en el tiempo. Un libro que además plantea una importante revisión del mito de la industria del cine nacional.

 Por Mariano Kairuz

Programador del cine del Malba, coconductor del programa televisivo Filmoteca, crítico e historiador, pero fundamentalmente coleccionista, “rescatista y preservador del cine, Fernando Martín Peña es sin dudas uno de los especialistas mejor preparados para escribir una historia del cine nacional. Su libro –concebido como parte de una colección de Editorial Biblos, que continuará con tomos sobre teatro, música y artes visuales– advierte desde sus primeras líneas: “No es una nueva historia del cine argentino sino apenas una interrogación de las que ya se han escrito a través de la revisión contemporánea de varios centenares de films importantes, un intento de síntesis destinado más al público general que al especializado”.

Como el propio Peña lo señaló en más de una ocasión, su trabajo de investigación sigue una enseñanza esencial de Jorge Miguel Couselo (a quien considera uno de sus maestros, junto con Homero Alsina Thevenet y Octavio Fabiano): la noción de que no es posible entender el cine, particularmente el que nos es más lejano generacionalmente, sino como producto de su época y del lugar en que surgió, y de las expresiones populares que estaban arraigadas en su momento. Porque no es un secreto para nadie que el tango le dio varios de sus tópicos al primer cine sonoro, pero es necesario estudiar también la importancia del sainete, la revista o la gauchesca, para entender cabalmente de dónde venían y hacia dónde pretendían dirigirse algunas películas que hoy pueden parecernos fechadas o sencillamente ridículas. Por esto mismo es que la parte del libro más valiosa es la primera, la dedicada al cine mudo: porque Peña procura tener en cuenta, como Couselo, esas fuentes del entretenimiento popular en las que abrevan las producciones más tempranas –recién en los ’60 los vínculos empiezan a pasar más por la literatura y formas de teatro “más elevadas”–, y por lo tanto observa con especial atención cada una de esas obras registrando todo lo que tuvieron de originales, de impredecibles y también de pioneras. Pero además el acercamiento de Peña se caracteriza por ser el de un investigador riguroso con un contacto material, de primera mano podría decirse, con el cine argentino, debido a su tarea como coleccionista y preservador. Años de desempolvar rollos perdidos, mal rotulados y a menudo maltratados, viendo, catalogando y reconstruyendo las películas, ordenando los pedazos de una historia dispersa, investigando para poder narrar los fragmentos irrecuperables e intentar entender las razones particulares de cada desaparición, le permiten poner en perspectiva buena parte de lo conocido hasta ahora.

Cien años de cine argentino. Fernando M. Peña Biblos 302 páginas

Concebido de tal manera que puede leerse fluidamente de corrido, pero a la vez abordarse como un libro de referencia –porque está ordenado en bloques temáticos o por autores o casos– Cien años de cine argentino es un aporte fundamental a una historiografía que sigue siendo escasa, y aunque no busca necesariamente dejar atrás ninguna de las historias que la preceden, dialoga con ellas y hace ocasionalmente alguna corrección: si puede decirse que se apoya en y extiende el capítulo inicial de Couselo para la Historia del cine argentino (que escribieron varios autores para el Centro Editor de América Latina en los ’80), que sigue de cerca el problema de las adaptaciones literarias con algunas anécdotas interesantes (un tema que abordó a principios de los ’90 el libro Cine argentino compilado por Sergio Wolf), y por supuesto tiene también presente al inevitable libro de Domingo Di Núbila, encuentra en los voluminosos tomos ensayísticos dirigidos por Claudio España que publicó el Fondo Nacional de las Artes en 1994, al menos un tema fundamental de discusión: la larga mitificación del período de los estudios cinematográficos argentinos (Argentina Sono Film, Lumitón, etc.). Una idealización, señala Peña, que no se corresponde con la realidad, ya que el sistema de estudios como emprendimientos privados montados sobre el modelo norteamericano dejó de funcionar hacia a más tardar, 1955, habiéndose extendido por un período muy breve. La discusión no es nada menor porque, como argumenta el autor, en torno de ella se articula toda una idea de “industria” –siempre con la mirada puesta hacia afuera– y que llega, junto con el debate sobre la necesidad de la protección estatal, hasta nuestros días.

Con su estructura dinámica, didáctica sin perder el estilo, Cien años de cine argentino invita también a ese público general al que se dirige en su introducción, a cruzarse con otros libros en circulación, como el Diccionario de films argentinos, de Manrupe y Portela, pero también a tratar de ver muchas de las películas que va explicando y que el propio Peña, a través de su trabajo de divulgación como coleccionista, ha ayudado a volver a hacer accesibles. Rescatar, ver y compartir con la mayor cantidad de gente posible; ésa fue siempre la política de la Filmoteca; y ese mismo espíritu parece ser el que anima el libro: el de mantener cada película, de cualquier época, con vida.

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Una imagen de Nobleza Gaucha (1915), de Eduardo Martinez de la Pera, primer Exito popular del cine argentino.
 
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