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Domingo, 7 de abril de 2013

El caso de los casos cruzados

Con la saga del detective Charlie Parker, John Connolly logró brillo propio en el mar de novelas negras que hoy pululan por la literatura global. Quizá la clave resida en haber abierto el noir a contenidos fantásticos y en ir construyendo un universo donde las tramas y personajes conviven en una atmósfera sumamente original y con un fuerte peso literario.

 Por Martín Pérez

Una niña desaparece en el perdido y aislado Pastor’s Bay. El particular detective privado Charlie Parker viajará al pueblo, pero para investigar un chantaje, no para involucrarse en su búsqueda. O, al menos, no para hacerlo directamente. Porque si Parker aceptó el caso, lo hizo porque considera que está vinculado con el secuestro: su cliente es un ex asesino que ha cumplido su condena, encerrado desde muy pequeño por haber participado de la violación y el asesinato de una chica tan pequeña como él lo era entonces. Con su identidad cambiada desde que salió de la cárcel, el flamante cliente de Parker ha tratado de vivir sin llamar la atención en Pastor’s Bay. Hasta que comenzó a recibir sobres con fotos que le recuerdan que alguna vez asesinó a una niña, justo cuando otra niña acaba de ser secuestrada muy cerca de su hogar. Parker no se permite pensar que se trate de una casualidad sino que supone que ambos crímenes –-secuestro y chantaje– están vinculados. Por eso es que ha aceptado el caso, y cruza la estrecha península que separa a Pastor’s Bay del resto del mundo. No para defender a un hombre que alguna vez mató a una niña sino para hacer todo lo posible por encontrar a esa otra niña desaparecida.

Décima novela de la saga de Parker, Cuervos se editó en España en septiembre del año pasado, pero recién el mes pasado llegó a las librerías locales. Un año antes se había editado originalmente en inglés, bajo el título The Burning Soul, algo así como El alma en llamas. Pero para cuando apareció en castellano, una nueva novela de la saga ya había aparecido en inglés, The Wrath of Angels, traducible como La ira de los ángeles. El contraste entre ambas permite comprobar que, tal como lo viene advirtiendo hace tiempo su autor, cada una de sus novelas parece responder a la anterior. Por eso, si la aún no traducida The Wrath... profundiza en la trama más fantástica de la saga de Parker, las tramas policiales que se despliegan en Cuervos están más inscriptas en la tradición del policial negro, si es que se puede decir algo así de una novela del personaje creado por Connolly. Pero es que no sólo hay chicos asesinos y asesinados mezclándose en Cuervos sino que también aparecen los chismes de pueblo chico, una subtrama de gangsters que viene directamente de Chicago y un repaso por los procedimientos del FBI, que tiene a Parker entre ceja y ceja, aunque también mantiene una deuda con él. Porque no pudieron detener a tiempo al asesino de su mujer y su hija.

Cuervos. John Connolly Tusquets 380 páginas

En un mundo que parece tener sobredosis de novelas policiales, la saga de Parker logra brillar sola en su propia liga, la del noir fantástico o policial sobrenatural, algo que Connolly ha ido aprendiendo a escribir maravillosamente, libro a libro. A más de una década de su primera novela, Todo lo que muere, cuya edición original tiene fecha de 1999, el escritor irlandés ha olvidado sus miedos iniciales de quedar atrapado en un personaje, y parece sentirse cómodo escribiendo las novelas de Parker. Algo que sólo confiesa haber alcanzado al promediar la saga, para cuando escribió la nouvelle Más allá del espejo, editada recién para fin del año pasado en castellano, pero que hay que ubicar entre los libros El camino blanco (2002) y El ángel negro (2005), justo antes de una obra maestra como Los atormentados (2007). Por entonces ya todo estaba en su sitio en sus historias: los particulares socios de Parker, la pareja de enemigos gays Angel y Louis; enemigos implacables como El Coleccionista y hasta las apariciones de su mujer y su hija, asesinadas al comienzo de la saga, pero que ofician de sus guardianes desde el más allá.

Pero para alejar los temores de dejarse atrapar por la costumbre a la hora de escribir sobre Parker, Connolly ha empezado a variar el cóctel que impone a sus novelas. Dentro de esa sucesión, Cuervos parece ser un experimento en contención. Por un lado, porque la violencia está contenida en su historia. O, mejor dicho, sucedió más que nada en el pasado. Lo que deberá hacer Parker es sacarla a la luz, buscar entre las mentiras del presente en Pastor’s Bay y el pasado en la vida de su cliente, que parece estar demasiado vinculado –mucho más, al menos, de lo que ese cliente desearía– con lo que está sucediendo. A no desilusionarse: hay momentos fantásticos en Cuervos, y de hecho son de lo mejor de la novela. Pero la cuidada prosa de Connolly, que se demora siempre con (buen) gusto tanto en las descripciones del entorno como en los diálogos mas chandlerianos de su personaje, se pone al servicio de una trama pletórica en investigaciones por Internet, y que sitúa repetidas veces a su protagonista ante delicados dilemas morales, debiendo optar entre la lealtad a su cliente o la imperiosa necesidad de avanzar en la búsqueda de la niña desaparecida.

Siempre en problemas con la letra gruesa de la ley, pero tratando de hacer las paces con sus pecados, Parker protagoniza en esta novela una trama que puede resultar atrapante, pero en la que no se pueden pasar demasiado rápido las páginas, porque sus idas y vueltas corren riesgo de morderse la cola. Demasiadas novelas en una, con Cuervos parecería que Connolly intenta ir por el camino de lo tradicional, pero los fantasmas nunca están demasiado lejos de sus historias. Y por suerte se harán presentes en ésta, ya que con Angel y Louis no alcanzaría siempre para salvar el pellejo de un protagonista que, volumen tras volumen, va descubriendo una trama aún más grande, de la que él también es protagonista, pero en la que Cuervos parece ser un pequeño descanso. Con tumbas al ras de la tierra, niños secuestrados y algunos personajes secundarios particularmente malévolos, como corresponde. Al menos cuando se trata de alguien como Parker.

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