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Domingo, 19 de mayo de 2013

Memorias del hombre nuevo

Entrevista> La reciente condena por genocidio al ex dictador de Guatemala Ríos Montt no es un hecho para nada ajeno a la obra de Horacio Castellanos Moya. La trama más profunda de la represión en países de América Central es el duro núcleo de su obra creciente y caudalosa. Vino recientemente a Buenos Aires para participar de la Feria del Libro y presentar su nuevo trabajo, El sueño del retorno, y en esta entrevista pasa revista a sus vínculos con la literatura, la historia y la política.

 Por Angel Berlanga

El sueño del retorno: Erasmo Aragón, el protagonista de esta última novela de Horacio Castellanos Moya, anda inquieto por volver, justamente, a sus pagos, a El Salvador: “Para participar de la historia”, se dice, se incita. Está en México, es el año 1991, hay negociaciones entre el gobierno salvadoreño y la guerrilla, y su perspectiva es cobrar un cheque de la agencia periodística en la que trabaja para volverse a su país y montar una revista política. Pero bueno, la cosa no es tan heroica como suena hasta aquí, porque el hombre anda atribulado por el estrés que implica esa vuelta y porque su mujer le ha confesado que se acostó con otro caballero, asuntos que se entreveran con un caudal de tragos y más tragos, con un dolor de hígado bastante insoportable y con unas visitas a un compatriota médico, viejito él, que encara el tratamiento para el lado de la acupuntura y de la hipnosis. El sueño del retorno encastra en la saga que Castellanos Moya viene configurando en otros libros (Tirana memoria, Desmoronamiento, La sirvienta y el luchador) en torno a “los Aragón”, lo que implica un recorrido fragmentado y familiar por varias décadas de historia en El Salvador –donde se crió Castellanos Moya– y también, más tangencialmente, por Honduras, donde este escritor nació, en 1957. “Recién al final de este libro descubrí que este personaje cuenta con un tono parecido al de Insensatez, un tipo que no tiene nombre y que está como perdido en términos de filiación en mi obra literaria –dice el autor–. Así que me dije: ‘¿No será el mismo?..’. ”

Insensatez viene a cuento con un detalle de actualidad política: la reciente condena por genocidio a 80 años de prisión al ex dictador Ríos Montt, acusado de perpetrar sucesivas masacres contra los ixil en Guatemala, a comienzos de los ’80. El narrador de esta novela tiene que hacer una corrección de estilo de los testimonios estremecedores que recoge el Nunca Más guatemalteco, y de a poco toma conciencia de que los torturadores e ideólogos del terror andan sueltos y más: en el poder. Así que va entrando en pánico, en especial cuando se cruza con uno de ellos, Octavio Pérez Mena, nombre de ficción que remite a otro real: Otto Pérez Molina, actual presidente de Guatemala, signado durante el juicio como coordinador de la represión en aquellos años, a partir de varios testimonios e investigaciones. Castellanos Moya se sonríe cuando se le pregunta por la filiación de los nombres: “Claro –dice–. También ahí hay una referencia a otro, Francisco Ortega Menaldo. Eran los dos jefes de inteligencia más famosos, formados en Israel y en Estados Unidos. Son tipos muy listos, no son los típicos matarifes. Es una sociedad muy jodida la guatemalteca. Es curioso que mucha gente que estuvo a la izquierda no quería, ahora, que se hiciera este juicio: hay una complicidad tremenda. Por eso es tan importante”.

“La relación de mi narrativa con la política está marcada por el hecho de que yo me formé, crecí y viví parte de mi vida adulta en sociedades extremadamente politizadas”, explica Castellanos Moya, que vino a la Feria para participar del ciclo “Diálogo de escritores latinoamericanos”. “Y en consecuencia –sigue–, no queda fuera del paisaje, de la atmósfera y del sentir general de los personajes de mis novelas. No es que reflejen las especificidades de los juegos políticos, ni que surjan a partir de la necesidad de demostrar la bondad o las posibilidades de una idea política. En todo caso, la relación de mis novelas con la política es un inevitable sarcasmo general.” Sus ficciones, en efecto, destilan al respecto traición, desilusión, hipocresía y/o, directamente, violencia desbocada. “Hay una consideración histórica despojada de toda bondad y de toda idea redentora de la política –plantea–. Se la entiende, más bien, como el mal necesario que tenemos que resolver los seres humanos para convivir, pero no desde esa perspectiva redentora que se pudo tener desde el comunismo o se tiene de la democracia: como si la política pudiera resolver todos los problemas de los seres humanos. Soy bastante pesimista en torno de la naturaleza humana. En mis novelas, siempre que hay personajes que encuentran una ruta que tiene que ver con la redención, se caen. Porque la idea de fondo es: ‘No hay redención posible, no puede haberla’. Ni en lo chico, ni en lo grande, ni en el perdedor, ni para adentro. Estamos desconectados.” Castellanos Moya roza aquí una cuestión también existencial: asiente cuando se le pregunta si es ateo. “Si hubiera redención, es algo a partir de lo cual no escribiría literatura –puntualiza–. Como dicen, uno cuenta de la fiesta cómo le fue. Yo no vi que hubiera eso en la fiesta. Nunca pusieron esa música.”

El sueño del retorno. Horacio Castellanos Moya Tusquets 182 páginas

Hay elementos autobiográficos en El sueño del retorno: Castellanos Moya hizo ese viaje en esa época, para montar una revista. “Lo ficcional es la forma de ver el mundo del personaje: si yo lo hubiera visto de ese modo, nunca hubiera regresado –se ríe–. Detrás de este personaje hay una idea de fondo: no hay hombre nuevo. El cree que puede cambiar, pero por sí mismo no puede. El cambio tiene que venir de una situación externa. ¿Cuál es su posibilidad? Lo que no sabe, lo que le ha contado al médico mientras estaba hipnotizado. Nuestras posibilidades de cambio vienen de lo que no sabemos.” Cuando era jovencito, esto del hombre nuevo le parecía posible: “Sí, claro –dice–. Es una idea muy seductora que siempre ha estado ahí, desde Pablo de Tarso. Siempre hay una edad en la vida en que conectas con ella. La lógica de todo el mundo es ir desde el encanto con esa idea al desencanto. Luego la puedes usar como parte de tu trabajo, si eres político o religioso. Si eres una persona que se engaña mucho te la puedes creer. Pero así, con lucidez, no creo que esa idea aguante.”

Castellanos Moya es profesor adjunto en la Universidad de Iowa, y vive en esa ciudad. ¿Cómo se siente respecto de aquello de “participar de la historia”? “Y, como que pasó el tren y me quedé en una estación –se ríe–. Y además he dicho: ‘¡Buen viaje!’.” Algo más en serio, dice que se siente “en un estado de soledad cósmica”. “Lo que no significa que se vaya la historia que está en mi cerebro –aclara–. Vuelvo y vuelvo. Tiene que ver, seguramente, con una reacción al fracaso. Y es que cuando yo participé como periodista en función de ese proceso de transición, y antes, cuando me involucré haciendo trabajos para la izquierda, todo desembocó en grandes decepciones, derrotas, ¡fracasos! Descubrí algo que seguro todos descubrimos en algún momento de nuestras vidas: no hay buenos ni malos. Lamentablemente, aunque haya razón histórica, eso no es suficiente para darle bondad a una fuerza política. Una fuerza política puede tener verdad histórica respecto de que responde a una situación de represión, de asfixia de espacios, pero en sí misma puede llevar al crimen. Eso fue en los ‘80, y en los ‘90, con la democracia, vi que eso no necesariamente deriva en cambios culturales de la sociedad. Con estos dos fracasos, entonces: ¿para qué un tercero? Así que me dije que pondría la poquita energía que me podía quedar en terminar los libros que tengo que terminar, y ya. Estos libros son un ajuste de cuentas con estas dos grandes derrotas. Como uno siempre dice, la literatura es del fracaso: ¿para qué escribir literatura del éxito?”

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Imagen: Xavier Martín
 
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