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Domingo, 19 de mayo de 2013

El oficinista

 Por Sebastián Basualdo

Si en Recuerdos del soñador evasivo Augusto Munaro dio sobradas muestras de una gran destreza narrativa trabajando con pequeños relatos que oscilaban por momentos entre lo onírico y lo fantástico sin soslayar el humor corrosivo y el absurdo, en su nuevo libro, Todo sea por la excepción, redobla la apuesta en una nouvelle donde el protagonista principal es un hombre que en apariencia es como tantos otros que van a una plaza cercana en el tiempo libre que les deja el horario de oficina. “Deambular por la plaza con el solo hecho de salir de mi rutina, como lo estoy haciendo ahora, en estos refractarios minutos que tengo libre antes de regresar a la oficina, permiten ser en todo sentido aparente: mi sagrada posibilidad de imaginarme mientras simulo pensar.”

La conciencia es dialógica; y como ese oficinista que convivía en Pessoa (culto, crítico, irreconciliable, feroz y poeta) el narrador de Todo sea por la excepción se abandona a sus pensamientos mediante asociaciones libres, un vertiginoso transcurrir bajo las leyes del tiempo interno, arbitrario como la memoria, íntimo y tan secreto como la idea misma de andar distraído. De esta manera, en una amalgama de fantasías y juegos intelectuales, reflexionando sobre música e historia, recordando lecturas, autores, películas y músicos, Augusto Munaro –ya lo hizo en libros anteriores como Ensoñaciones o El cráneo de Miss Siddal– reflexiona y problematiza la lógica que entraña todo relato, quiebra la noción del tiempo y desplaza el concepto de anécdota como único soporte para la trama narrativa. “Como dije, lo temporal no importa pero lo anecdótico (y esto hay que dejarlo en claro) aún menos. No obstante, y a pesar de mis demasiados prejuicios, avanzo con la historia”, dice el narrador que, sin embargo, como decía Nietzsche, no puede salir de la gramática, vale decir la estructura de pensamiento que el propio lenguaje genera y por eso se pierde deliberadamente invitando al lector a que disfrute de una interesante muestra de improvisación como quien escucha a un talentoso músico de jazz contemporáneo.

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Todo sea por la excepción. Augusto Munaro Letra Viva 109 páginas
 
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