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Domingo, 9 de junio de 2013

En la quietud de la noche

Austin Wright es considerado, a diez años de su muerte, uno de los escritores norteamericanos que habían caído en un injusto olvido. Profesor universitario además de narrador, supo plasmar en novelas como Tres noches el lento desmoronamiento de una parte de la clase media norteamericana, con su tendencia a la quietud y la parálisis. Mediante el recurso de una novela dentro de la novela, enfrenta a los lectores en el espejo de sus propios temores e indecisiones, mostrando el conflicto entre corrección y acción.

 Por Fernando Bogado

Lo peor que se puede recibir de una ex pareja es una carta. Del tipo que sea: declaratoria, intimidatoria, carta documento... Si bien existe una variedad bastante abultada de formas, el hecho mismo de leer en el remitente de la misiva el nombre de un antiguo amor ya predispone al desastre. Para Susan Morrow, esa carta de Edward Sheffield, su primer esposo, de quien se ha divorciado hace veinticinco años y con el que difícilmente ha vuelto a cruzar palabra desde entonces, la carta de la discordia viene con un considerable extra: un largo manuscrito de una novela firmado por su ex con el sugerente título de Animales nocturnos. Con esta suerte de pedido imposible sustentado por un remoto pasado al cual Susan no quiere (o no confiesa querer) volver, Austin Wright (1922-2003) nos sumerge en el intrincado laberinto de Tres noches, novela originalmente publicada en 1993 con el título de Tony & Susan que, en este último tiempo, ha tenido una suerte de nuevo impulso de la mano de reediciones y comentarios de la prensa especializada.

Novela dentro de la novela, digamos en principio. Susan aceptará recibir el manuscrito de Edward con el objetivo de leerlo y hacer lo que hizo durante aquel lejano tiempo de convivencia: ser una crítica implacable. Aprovechando un circunstancial viaje que su actual esposo, Arnold, debe tomar, durante las tres noches que el título en español destaca, Susan se sumergirá en la historia escrita por Edward, primero, con desconfianza, y luego, con la voracidad que sólo un lector entrampado en una novela puede llegar a tener.

¿De qué va esa otra historia titulada Animales nocturnos? Tony Hastings, un profesor de matemática dueño de la tranquilidad y el fuerte grado de civismo que la profesión exige, se ve forzado a ingresar en un mundo desesperante, loco y trastrocado luego de que, en pleno viaje a la casa de veraneo en Maine, su esposa Laura y su hija Helen sean secuestradas en la carretera por tres individuos cuya peligrosidad le resulta, al principio, insospechada.

El autor logra superponer dos climas bien diferentes a partir de una prolija estructura: la novela psicológica de climas y recuerdos protagonizada por Susan opera como una especie de marco de la historia de venganza con ciertos giros detectivescos que tiene como figura principal a Tony. Cada sección del libro es un ir y venir entre un momento narrativo y otro: el lector lee la novela de Edward a partir de los ojos y las acciones de Susan, por lo que cada capítulo de Animales nocturnos está filtrado por interrupciones en la lectura. Novela en la novela, dijimos, pero también lectura en la lectura: Susan deja el manuscrito para reflexionar, buscar segundas intenciones en la historia de Tony y su pequeña épica (¿habrá un mensaje oculto en todo esto?) o, sencillamente, para ir al baño y pensar en otra cosa. Mientras, Tony se hunde más y más en lo que termina siendo un thriller atrapante que captura la atención de todos sus lectores. Cierto clima pesadillesco se apodera de su relato a partir de la asfixiante escena del secuestro, en donde un simple roce de autos en la ruta deviene en horrible padecimiento.

Tres noches. Austin Wright Salamandra 384 páginas

Tres noches opera como el retrato de dos personas que deben enfrentarse al estancamiento y la rutina que el espíritu de middle-class norteamericano exige. Susan comparte con Tony el hecho de que también debe confrontar su fantasma, su principal antagonista: el pasado con Edward y el sofocante aire de una familia tradicional con un esposo médico e hijos a los que cuidar. Tony, por otro lado, tiene un conflicto de casi iguales características sólo que, en lugar de ser interior y ligarse a cierta depresión propia del transcurrir de los años, está “explotado” hacia afuera: el secuestro de su esposa e hija podría muy bien considerarse su culpa, ya que es esa “civilidad” que por momentos representa la que, confrontada a la figura de Ray y sus acompañantes (los responsables del secuestro), deviene en una inentendible cobardía e inacción. Todo podría haberse evitado si Tony hubiera superado sus barreras y si, por una vez en su vida, hubiese actuado.

Austin Wright, escritor y también profesor universitario, responsable de novelas como Camden’s Eyes (1969) y de trabajos teóricos como Formal Principle in the Novel (1982), en la actualidad (y a diez años de su deceso) es considerado por muchos como uno de los mejores escritores norteamericanos, claro está, injustamente desconocido. En Tres noches, Wright cruza dos historias que funcionan como retratos del estatismo del medio pelo norteamericano. Sin caer en ningún extremo, Wright presenta lo mejor de dos abordajes posibles de un mismo tema: ¿hasta qué punto los dos viven prisioneros de una forma de vida rutinaria, civilizada, y que se viene a pique de golpe? Y es que Tony y Susan conforman, a todas luces, las dos caras de la misma, civilizada y alienante moneda.

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