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Domingo, 30 de junio de 2013

Después del exotismo

Entre novelas, manifiestos y poemarios, Antoine Volodine lleva publicados unos cuarenta libros firmados bajo diversos heterónimos. De hecho, Volodine también es una de sus cartas de presentación como autor. Con un estilo onírico que mezcla poesía y fábula, en Solo de viola recrea una distopía con elementos fantásticos, una trama política que, a fuerza de anacronismos, sobrepasa los límites de la ciencia ficción.

 Por Por Ignacio Navarro

“Por favor, no me entierren con representantes de la raza humana”, escribe Naisso Baldakchan en un papel que deja prendido a su pulóver antes de arrojarse a las vías del tren. Es un “compositor de la emigración” asqueado de las mentiras, el belicismo y el cínico discurso humanista de los criminales de guerra. Si el partido frondista lo permite, las obras de Baldakchan serán interpretadas esa misma noche, la del 27 de mayo, por el cuarteto de cuerdas Djylas. Con tono firme y trabajado, alternando entre la desolación y el humor triste que provoca esa misma desolación, Solo de viola, una novela tan breve y delicada como potente, avanza como un sueño hecho de poesía hacia ese recital, clímax dramático de la obra y desenlace de las diferentes tramas que fueron tejidas a lo largo del relato.

Antoine Volodine, francés, nacido en 1950, ofrece en su novela un catálogo de personajes que sistemáticamente son humillados y ofendidos, incluso asesinados, por las patrullas frondistas: no sabemos en qué año nos encontramos, tampoco sabemos qué es exactamente el frondismo. Como en un sueño, el partido no tiene historia ni desarrollo, simplemente está presente. Algo en su descripción hace pensar en el hitlerismo, en el stalinismo, pero también en todos los militarismos y en todos aquellos procesos de pensamiento único.

Todo sucede el mismo día, entre la mañana y la noche del 27 de mayo. Asediados por las patrullas de salubridad, tres ex presidiarios vagan juntos por la ciudad capital. Durante la noche, asistirán al concierto del cuarteto de cuerdas. Al mismo tiempo, el frondismo, encabezado por su malvado líder Balynt Zagoebel, prepara una celebración frente al teatro donde se realizará el concierto. Secuestrarán un circo entero porque “el partido apoya la cultura popular”, habrá un enfrentamiento y, finalmente, un escritor, los músicos del cuarteto y nuestros tres presidiarios sufrirán de forma equivalente las desventajas de no pertenecer al partido: humillación, persecución, asesinato.

En noviembre del año pasado, en la Feria del Libro de Aix-en-Provence, durante una charla junto a David Grossman, Yan Lianke, Juan Goytisolo y Péter Esterházy, Volodine manifestó estar tratando de “crear espacios de ficción que no pueden ser reconocidos como pertenecientes a una nación en particular”. Y agregó que su lengua le importa “más como traducción de idiomas” que como identidad nacional. “Yo no pertenezco a ningún país. Mis libros, sin referencia a ninguna cultura o posición ideológica en particular, buscan romper de forma guerrera contra el capitalismo y se proponen establecer una sociedad igualitaria, inteligente y fraterna”. Iakub Khadjbakiro, el escritor que relata en primera persona la segunda parte de la novela, recibe en la introducción una descripción que bien podría ser una caracterización ajustada del propio Volodine: “Le habría gustado forjar un libro más eficaz, en el cual la poesía no se interpusiera entre él y su denuncia de la ideología dominante, una obra sin desfases, sin quimeras, sin ligaduras. Pero no conseguía compaginar, sin metáforas, su repugnancia, la náusea que sentía frente al presente y a los habitantes de este presente”. En Solo de viola, sobre los márgenes, de forma atmosférica y cincelada por pequeños detalles, el autor construye lentamente la tragedia de sus personajes. “La viudas negras de la calle lo han visto y lo toleran. No lo denuncian, ni a la fuerza pública ni a las patrullas de salubridad del partido. Su compasión no pasa de ahí. De esta negación de su existencia.” En este caso es un pájaro el objeto martirizado, un ave negruzca que crea el autor en su sueño. Pero al leerlo, y leer luego cómo no le quieren ni vender comida los comerciantes del centro, la prosa de Volodine se eleva para invocar a seres desgraciados, llenos de inocencia y bondad. Verdaderos santos enfrentados al Estado.

Solo de viola. Antoine Volodine Adriana Hidalgo 106 páginas

Aunque los críticos lo catalogaron como un escritor de “ciencia ficción”, Volodine lo desconoció y manifestó en una entrevista formar parte de una corriente, un “-ismo” acuñado por él mismo: el post-exotismo. Luego escribió El post-exotismo en diez lecciones, lección once, publicado por Gallimard en 1997 y todavía sin traducción al español. Salvo la novela Angeles Menores, publicada en España por editorial Berenice en 2008, y Solo de viola, que apareció por primera vez en 1991 por Minuit y ahora llega al público en castellano a través de Adriana Hidalgo, casi no existen ediciones en castellano de la obra de Volodine. A su vez, casi todo en su biografía es bastante impreciso y misterioso. Durante buena parte de su vida, después de estudiar literatura, se dedicó a traducir a desconocidos autores rusos al francés y, desde hace veinte años, publica novelas, ensayos y poemas firmando como Antoine Volodine y otros tres heterónimos: Lutz Bassmann, Manuela Draeger y Elli Kronauer. Traductor de autores rusos al francés, queda dicho. ¿A quién traduce? ¿Serán autores no muy conocidos, o quizá más heterónimos de otros autores rusos o de alguno de los escritores que cobija Volodine en su proliferación de autor? Aunque decir “el autor”, en este caso, suene ilógico, ya que Volodine son los autores.

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