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Domingo, 6 de abril de 2003

ESTE SI

En una recensión del Almanacco dello Specchio de 1974 Pasolini calificó a la poesía de Maurizio Cucchi como “la revelación italiana de la antología” (después de descalificar con un “No. Horrible” a Borges y a Trakl, entre otros). Pero, ¿qué aspecto de su poesía puede haber entusiasmado a este agudo crítico? Pensamos que se trata de una constante en la poesía de Cucchi (hoy reunida en la edición mondadoriana de Poesie 1965-2000): el ejercicio de una ética de la palabra. El gran tema de la poesía de Cucchi es la muerte. La muerte del padre (que mucho después supo voluntaria) golpea al niño, lo dispersa. Ausencia paterna a cuya presencia la poesía reconduce. En este plano extremo no hay ni un resquicio para una palabra ficticia o desplazada. Poesía que recorre un largo via crucis desde El disperso (1976) hasta culminar, en el Ultimo viaje de Glenn (1999), con una liberación del fantasma del padre, su consustanciación en la poesía: “Chau, hoy te digo sin temblor./ Yo te he salvado, escúchame./ Te dejo lo mejor de mi corazón/ y con el beso de la gratitud,/ esta conmovida serenidad”. El año pasado el poeta dictó conferencias y leyó poemas en la universidad de Córdoba y nos confió su último libro inédito, Per un secondo o un secolo, libro que se interna en diversas nuevas direcciones, especialmente temáticas. Una resurrección a partir de su propia poesía. El libro estará en las librerías italianas en junio, y aquí proponemos dos anticipos de la edición en castellano.
Esteban Nicotra

Solar y oblicua Gela
con sus pesqueras petroquímicas.
Muros gastados, excavados,
desgranados, para allí hacer cuevas, estructuras,
hierros a cielo abierto y los niños
limpiando mudos peldaños de los carniceros.
Africa y Terranova ardidas
por una lúgubre incuria.


He disipado arte, talento, fantasía,
indiferente a la acción, a la obra, al dominio,
he preferido la quietud horizontal, la espera,
el suave surgir inigualable
de las imágenes en la rêverie
que en espiral baja hacia el fondo
o ese sopor que flota
sobre un mar encrespado apenas,
que ondula sobre erizos, anaranjadas estrellas,
cardúmenes lentísimos, chatarra
de antiguas guerras y navíos.
He disipado mucho, pero aún estoy aquí,
enamorado e indolente.

Trad.: E. N.

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