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Domingo, 11 de mayo de 2014

VERDADES INCÓMODAS

Antologador y traductor de poesía china, editor del sello Gog y Magog, Miguel Angel Petrecca es un poeta de ánimo sobriamente oscuro y manejo depurado del lenguaje. En este nuevo volumen, La voluntad, elige personajes desencantados, marcados por una tristeza llena de resentimiento.

 Por Mercedes Halfon

La voluntad de Miguel Angel Petrecca se ubica desde su título –con un guiño intertextual– cerca de aquel trabajo publicado en los años noventa por Caparrós y Anguita. Pero, las diferencias con el mencionado libro (s) son muchas: el volumen es delgado, escrito por un solo autor y en su interior, poemas. Petrecca es editor de Gog y Magog, sello por el que ha editado El gran furcio (2004) y El Maldonado (2007). Preparó además la antología de poesía china Un país mental. 100 poemas chinos contemporáneos, (2011), donde es responsable de la selección y traducción de textos, resultado de su estadía y trabajo en China. No deja de ser curioso que alguien que ha aprendido el chino y se ha dedicado a la traducción –siendo responsable de las únicas versiones del chino al español directo que se han realizado en Argentina– edite luego un libro llamado precisamente La voluntad. Algo de eso debió hacerle falta para realizar semejante tarea, aunque lo niegue y prefiera hablar de las múltiples resonancias que ese sustantivo abstracto produce en la lectura del libro.

El ánimo de los poemas es sobriamente oscuro, con un manejo depurado del verso, el clima y el remate. Petrecca es un poeta de la narración, al que le gusta dibujar escenas con una suave paradoja que dejan en el lector una mueca amarga. Sus personajes están desencantados –otra marca noventista– y si bien suelen encontrarse en actitudes contemplativas, en bares o departamentos acodados a la ventana, la tristeza que los embebe no los lleva a la melancolía sino al resentimiento.

La mayoría de los poemas están escritos en una segunda persona que funciona como una conciencia que va a revelar una verdad íntima e incómoda. En ese sentido, su poesía es fuertemente reflexiva, se vuelve una y otra vez a temas como el paso del tiempo, el modo en que nuestro pasado es una historia que nos gusta contarnos, junto al ejercicio de pensar desde distintos ángulos una decisión que no se tomó y marcó nuestra vida para siempre: “No encuentra inspirador ahora el alarde que otros/ hicieron de su propia voluntad, pero también odia/ dejarse llevar por el tibio, tóxico interés en el pasado/que surge a veces en las mudanzas del encuentro/ con una vieja bitácora”, escribe en el poema que da título al libro.

Y la mención a la bitácora no es gratuita. Reiteradamente aparece la pregunta por el modo en que la experiencia intenta plasmarse y a veces no es suficiente como material para la literatura. En el poema “Lección”, donde le escribe a su maestro, la poesía aparece unida a la voluntad, en un sentido negativo. El maestro le dice que sus poemas “son correctos” y eso lo lleva en busca de un espontaneísmo que no está en él: “Sé bien adónde me encuentro y adónde llegué/ tras casi diez años de esfuerzos inútiles”.

En la línea de la intertextualidad se encuentra la serie “Cuatro cuartos”, donde se reescribe en forma de sonetos sin rima, el inicio de Punctum, de Martín Gambarotta. Estos cuatro poemas juegan también con los Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot, pero en verdad vienen a hablar de esa habitación donde Petrecca escribe y que es montada y remontada en los poemas, en forma de endecasílabos. Un ejercicio de reescritura –muy lamborghineano– que va a poner a Petrecca del lado de los poetas de la voluntad, en el sentido de experimentación y conciencia. Sin embargo, tampoco hay bandos tan claros: “A veces una generación entera se sacrifica, en nombre de la espontaneidad”, ironiza. Pero luego cierra su libro con una posición algo más misteriosa: “Qué extraña superstición parece por momentos/ esta del verso: ninguna fe más ridícula que la del poeta./ hachando y hachando en el bosque de su prosa/ para tender después estos durmientes, sobre los que a veces/ no pasa nunca el tren de la poesía”. Así sucede, pero no en este libro.

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La voluntad. Miguel Angel Petrecca Bajo la luna 50 páginas
 
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