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Domingo, 6 de julio de 2014

CON LAS MANOS ABIERTAS

Un tatuador interfiere en las líneas de las palmas de la mano, y así logra torcer el destino. Pero el destino, al no ser individual sino colectivo, puede torcerse en otra dirección. En una línea fantástica a lo Bioy, Federico Jeanmaire logra con La guerra civil una de sus mejores novelas.

 Por Sebastián Basualdo

Schnagel es un tatuador nada convencional; su trabajo consiste en interferir sobre las líneas dibujadas en las palmas de las manos de sus pacientes y de esa manera modificarles su destino. “Hacía rato que se había convertido en un procedimiento bastante sencillo, por el cual una persona cualquiera, después de sacar un turno por teléfono, llegaba a su casa, le pagaba por anticipado muchísimo dinero, le ofrecía las palmas de sus manos abiertas y le exigía que le llenara de acontecimientos la línea del corazón o le alargara hasta el infinito la línea de la vida”, afirma el narrador de La guerra civil, última novela del escritor Federico Jeanmaire, autor, entre otros libros, de Una lectura del Quijote y Vida interior, con la cual obtuvo en 2008 el Premio Emecé. No nos une el amor sino el espanto, diría Borges. Y algo de eso hay en La guerra civil, sólo que bajo un ligero y sutil tratamiento de la parodia, donde oscilan la ironía y el humor en una trama que se abre como un abanico en torno de Schnagel, un complejo y contradictorio personaje que tiene la capacidad de corregir el destino de las personas realizando un tatuaje con una máquina delineadora. Su don o técnica sobrenatural exige algo que no puede soslayarse: Schnagel toma decisiones a partir de interpretar los problemas que le plantean sus pacientes: puede tratarse de un hombre que consulta por temor a contraer una enfermedad, una mujer despechada que ha sido abandonada por su marido y quiere conocer a un joven para vengarse, un señor que sufre de insomnio crónico, alguien que no puede enamorarse debido a un trauma en su infancia y hasta una mujer que desea dejar de ver a su hijo mayor por considerarlo drogadicto y delincuente. En este punto, la novela de Jeanmaire se torna tan decisiva como interesante. ¿Cuáles son los criterios de interpretación que tiene Schnagel? ¿De dónde surgen los mecanismos que convalidan la desarticulación de un discurso? La distancia que existe entre lo que se expresa y lo que verdaderamente se siente va entretejiendo lentamente la trama alrededor del hombre que pareciera tener todas las respuestas. Y sin embargo...

“Por favor, Schnagel, si una mujer te viene con el cuento de que no quiere ver más a su hijo por el resto de sus días, hacé un esfuerzo y comprendé que, en realidad, lo único que te está pidiendo, desde el fondo de su alma, es que su hijo mayor sea mejor, más parecido al menos; te juro que no te está pidiendo que se lo taches para siempre con una línea perpendicular.” Las analogías con disciplinas psicoanalíticas quedan sugeridas, pero no son esos los cruces donde enfatiza Jeanmaire, ya que proponer esa única lectura sería despojar la novela de gran parte de su valor literario.

Por momentos. La guerra civil parece estar dialogando con El sueño de los héroes de Bioy Casares; lo que se impone, en parte, es la concepción del destino paralelo, donde por un lado nuestras decisiones no serían otra cosa que la ilusión de colaborar con lo que ya estaría predestinado, y por el otro, naturalmente, que somos nuestros propios artífices. Si en Bioy era el concepto de la valentía lo que se ponía en juego, en Federico Jeanmaire la problemática gira en torno de la búsqueda de una felicidad que nunca es individual sino colectiva. El amor es una hermosa excusa. La mujer que le cuestionó a Schnagel su modo de interpretar a los pacientes se llama Marita, es el amor de su vida y acaba de abandonarlo. A partir de ese momento es cuando el autor de Montevideo hace coincidir tres historias unidas por lo que podría ser una pregunta sartreana: ¿Qué pasaría si todo el mundo actuara como yo? O dicho de otra manera: según mis cánones de interpretación de la realidad.

Un par de decisiones incorrectas por parte de Schnagel parece haber propiciado el desencadenamiento de una locura colectiva que lleva a los habitantes de la ciudad a matarse entre sí. Entre el caos y la anarquía social como un espectáculo ajeno a su vida, Schnagel seguirá cambiando el destino de las personas sin advertir, sumido en su honesta desesperación, que es incapaz de resolver sus propios problemas. El abandono de Marita quizá lo enfrente a una verdad demasiado dolorosa. Schnagel intentará cambiar su propio destino, pero antes tendrá que comprender que nadie se salva solo y que, como diría el poeta, uno puede enamorarse de alguien, pero también sólo de la idea que se ha hecho de ella. Intensa hasta la última página y con un final que da muestra de un inteligente despliegue técnico, La guerra civil es una de las mejores novelas de Federico Jeanmaire.

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La guerra civil. Federico Jeanmaire Seix Barral 204 páginas
 
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